Me gustó la feria.
La precedía su buena fama: Mis hijos me habían hablado muy bien de ella. Seguramente el recorrido de ellos sea otro pero es que tiene para todos.
Me gustó su carácter abierto y lo bien preparado que está el ferial: La popular "sartén". Es llamativo que un recinto tan conveniente se reserve casi en exclusiva para la ocasión.
Precalentamos a mediodía por la céntrica calle Tejares y aledañas. Había ambiente sin aglomeraciones; se conoce que la mayoría opta por comer en el ferial.
Nosotros nos reservamos para la noche. Después de una buena siesta nos unimos al gentío que avanza por la Calle de la Feria (Otra gran ventaja: el meollo queda a un corto paseo del centro lo que invita a prescindir del coche y a paladear los vinos manchegos) orillando los Jardinillos (Me encanta la cantidad de verde que se ve en esta ciudad). Muchos llevan prendas que recrean los trajes populares adaptándolos al verano y a los nuevos usos: Faldas, camisetas, mochilas, pañoletas...dan un toque local. Esta feria no copia a ninguna otra y me gusta.
Un pórtico permanente, blanco de cal y con traza de plaza mayor manchega, nos llama desde lejos. Lo traspasamos y qué duda cabe de que hemos entrado en materia. El olor a algodón de azúcar, los muñecos baturros pisando rítmicamente la uva, montañas de turrones, voceros varios...me transportan de golpe a la infancia. Estamos en el rabo de la sartén y no falta nada de lo más clásico en una feria.
Los primeros "redondeles" evocan el carácter mercantil que tuvo la cosa en tiempos. Aquí se puede adquirir desde un aguamanil de cobre hasta un queso. Digan lo que digan por ahí afuera, debemos tener un carácter pacífico, si consideramos las cantidades de navajas, garrotes y alcohol a la venta en un mismo y alegre espacio.
Toca parada cultural y recorremos un par de exposiciones dedicadas, respectivamente, a las bandas de música locales y al arte de fabricar navajas. Preciosos ejemplares en esta última. Vislumbro el origen árabe o, al menos, su influencia en esta industria tan de la tierra.
De la mano de nuestros amigos locales pasamos a otra órbita festera. Nuevos olores nos avisan de que es la hora de cobrar fuerzas y allí están los puestos de chusmarro, chorimorci, guarrillas...todo vegetariano
Los ambientes cambian rápidamente de uno a otro redondel. Ahora toca admirarse de lo bien montados y decorados que están los efímeros locales de copas ¿De verdad todo esto va a desaparecer en una semana?
La traza laberíntica en torno al templete central, las copas que llevamos...esto parece un camino iniciático
La noche toca a su fin. Vamos a morir al templo y a resucitar en los puestos de chocolate "Amalia" y Miguelitos de la Roda que estratégicamente lo rodean. No se puede planear mejor distribución. A ver cómo salimos ahora
Una feria abierta, con carácter, bien organizada y...¡redonda!