Nos gusta viajar y conocer lugares donde el turismo no esté demasiado masificado, los precios sean asequibles, y tengan algún pasado histórico relevante. Así que esta pasada Semana Santa decidimos visitar Serbia, bueno más bien una pequeña parte de este interesante país.
El vuelo lo cogimos de Madrid a Sofía, capital de Bulgaria, ya que nos salía muchísimo más barato que a Belgrado, y como nuestro destino era Nis, no nos venía muy mal.
Llegamos el Jueves a las 2 de la tarde al aeropuerto de Sofía, donde nos esperaba Valerie para hacernos entrega del coche que habíamos alquilado. Aquí nos llevamos una grata sorpresa, ya que habíamos reservado un clío y nos encontramos que en compensación por la angustia que sufrimos el año anterior a la hora de la devolución, nos había traído por el mismo precio un Rover.
Salimos de Sofía en dirección a Serbia, y antes de abandonar la ciudad paramos a comer en una terraza. Que alegría volver a comer una buena Shopska, Sirene rebozado y otras delicias de la cocina Búlgara.
Continuamos nuestro camino y una hora más tarde estábamos en el puesto fronterizo con Serbia, donde todo fue agilísimo y el trato de la policía Serbia exquisito.
Vimos como algunos coches nos hacían señales con las luces, todos las llevaban encendidas, y comprendimos que aquí es obligatorio conducir durante todo el día con las luces de cruce. Nada más entrar en el país nos dimos cuenta que todas las ideas o prejuicios sobre este país eran infundados. El estado de la carretera que nos conducía a Nis era bastante mejor que el de la mayoría de carreteras búlgaras.
Sobre las cinco y media llegamos por fin a nuestro destino. Paramos a preguntar a un policía por la dirección de nuestro hotel y un poco en inglés, un poco en lenguaje de signos pudimos entendernos y llegamos allí.
El hotel hacía honor a su nombre HOTEL PANORAMA. Estaba situado en una colina no demasiado lejos del centro de la ciudad y tenía unas vistas estupendas. Lástima que no era temporada de la piscina porque tenía muy buena pinta. Soltamos las maletas y nos fuimos a hacer una primera inspección de esta ciudad, la tercera de Serbia en número de habitantes y lugar de nacimiento del emperador romano Constantino I, fundador de Constantinopla, actualmente Estambul.
Nos encontramos una ciudad muy animada, con ua calle comercial peatonal llena de bares con terrazas donde se disponían cómodos sofás donde pasar un rato agradable tomando unas cervezas. Como no veíamos restaurantes, preguntamos al camarero, que hablaba perfectamente inglés, dónde podíamos comer algo típico del lugar. Nos indicó que al final de esta calle a la derecha se encontraba una calle con muchos restaurantes y nos recomendó uno en concreto KASANPSE. Nos dirigimos hacia allí y al llegar delante del restaurante dudamos si entrar, pues era demasiado lujoso para nuestra economía. Tras un rato de incertidumbre decidimos que un día es un día. Ya restringiríamos gastos a partir de mañana, así que pasamos y nos sentamos en una mesa en la terraza, ya que el tiempo era muy agradable.
Cuando el camarero nos trajo la carta, resulta que sólo estaba escrito en serbio, así que nos enfrentamos a la primera dificultad. Le preguntamos si hablaba inglés, y nos respondió preguntándonos si hablábamos alemán. Gracias a Dios estábamos salvados pues Juan Manuel lo entendía. Le dijimos que queríamos comida típica serbia y algún buen vino de la región, y el nos propuso elegir el la comida y el vino para los cuatro. Nos miramos pensando en lo elevada que sería la cuenta, pues no teníamos ni idea de que nos traería, pero decidimos aceptar.
El vino era tan exquisito que pedimos una botella más. Nos trajo de entrantes una ensalada parecida a la joriatikí griega, unos pimientos ligeramente picantes rellenos de queso, y un queso rebozado y frito . Al rato apareció con una bandeja enorme llena de diferentes tipos de carnes ahumadas y a la brasa. Sin exagerar podían haber comida ocho personas con aquella bandeja. ¡Que lástima que tuvimos que dejar allí más de la mitad! Tomamos un café y un licor de postre y pedimos la cuenta. Cuando nos la trajo no podíamos dar crédito a aquello; Toda esa comida, las dos botellas de vino y los cafés y no llegaba a 4000 dinares, (40 euros) Le dejamos una buena propina, por lo atento y estupendo que había estado todo, y nos fuimos dando un paseo a coger el coche para volver al hotel a descansar, pues Paco y Luis llevaban más de 30 horas sin dormir.
[size=18] El vuelo lo cogimos de Madrid a Sofía, capital de Bulgaria, ya que nos salía muchísimo más barato que a Belgrado, y como nuestro destino era Nis, no nos venía muy mal.
Llegamos el Jueves a las 2 de la tarde al aeropuerto de Sofía, donde nos esperaba Valerie para hacernos entrega del coche que habíamos alquilado. Aquí nos llevamos una grata sorpresa, ya que habíamos reservado un clío y nos encontramos que en compensación por la angustia que sufrimos el año anterior a la hora de la devolución, nos había traído por el mismo precio un Rover.
Salimos de Sofía en dirección a Serbia, y antes de abandonar la ciudad paramos a comer en una terraza. Que alegría volver a comer una buena Shopska, Sirene rebozado y otras delicias de la cocina Búlgara.
Continuamos nuestro camino y una hora más tarde estábamos en el puesto fronterizo con Serbia, donde todo fue agilísimo y el trato de la policía Serbia exquisito.
Vimos como algunos coches nos hacían señales con las luces, todos las llevaban encendidas, y comprendimos que aquí es obligatorio conducir durante todo el día con las luces de cruce. Nada más entrar en el país nos dimos cuenta que todas las ideas o prejuicios sobre este país eran infundados. El estado de la carretera que nos conducía a Nis era bastante mejor que el de la mayoría de carreteras búlgaras.
Sobre las cinco y media llegamos por fin a nuestro destino. Paramos a preguntar a un policía por la dirección de nuestro hotel y un poco en inglés, un poco en lenguaje de signos pudimos entendernos y llegamos allí.
El hotel hacía honor a su nombre HOTEL PANORAMA. Estaba situado en una colina no demasiado lejos del centro de la ciudad y tenía unas vistas estupendas. Lástima que no era temporada de la piscina porque tenía muy buena pinta. Soltamos las maletas y nos fuimos a hacer una primera inspección de esta ciudad, la tercera de Serbia en número de habitantes y lugar de nacimiento del emperador romano Constantino I, fundador de Constantinopla, actualmente Estambul.
Nos encontramos una ciudad muy animada, con ua calle comercial peatonal llena de bares con terrazas donde se disponían cómodos sofás donde pasar un rato agradable tomando unas cervezas. Como no veíamos restaurantes, preguntamos al camarero, que hablaba perfectamente inglés, dónde podíamos comer algo típico del lugar. Nos indicó que al final de esta calle a la derecha se encontraba una calle con muchos restaurantes y nos recomendó uno en concreto KASANPSE. Nos dirigimos hacia allí y al llegar delante del restaurante dudamos si entrar, pues era demasiado lujoso para nuestra economía. Tras un rato de incertidumbre decidimos que un día es un día. Ya restringiríamos gastos a partir de mañana, así que pasamos y nos sentamos en una mesa en la terraza, ya que el tiempo era muy agradable.
Cuando el camarero nos trajo la carta, resulta que sólo estaba escrito en serbio, así que nos enfrentamos a la primera dificultad. Le preguntamos si hablaba inglés, y nos respondió preguntándonos si hablábamos alemán. Gracias a Dios estábamos salvados pues Juan Manuel lo entendía. Le dijimos que queríamos comida típica serbia y algún buen vino de la región, y el nos propuso elegir el la comida y el vino para los cuatro. Nos miramos pensando en lo elevada que sería la cuenta, pues no teníamos ni idea de que nos traería, pero decidimos aceptar.
El vino era tan exquisito que pedimos una botella más. Nos trajo de entrantes una ensalada parecida a la joriatikí griega, unos pimientos ligeramente picantes rellenos de queso, y un queso rebozado y frito . Al rato apareció con una bandeja enorme llena de diferentes tipos de carnes ahumadas y a la brasa. Sin exagerar podían haber comida ocho personas con aquella bandeja. ¡Que lástima que tuvimos que dejar allí más de la mitad! Tomamos un café y un licor de postre y pedimos la cuenta. Cuando nos la trajo no podíamos dar crédito a aquello; Toda esa comida, las dos botellas de vino y los cafés y no llegaba a 4000 dinares, (40 euros) Le dejamos una buena propina, por lo atento y estupendo que había estado todo, y nos fuimos dando un paseo a coger el coche para volver al hotel a descansar, pues Paco y Luis llevaban más de 30 horas sin dormir.