En la
Semana Santa de 2015 buscamos un
viaje que se adecuara a nuestras circunstancias: teníamos
5 días, un
presupuesto no muy alto y estábamos
embarazados de 5 meses.
Teniendo en cuenta que
conocemos prácticamente toda Europa y que nos recomendaron dejar Marrakech y el norte de África para otra ocasión,
terminamos decidiéndonos por una opción que habíamos barajado muchas veces pero siempre terminamos aplazando: la
Costa Azul.
No muy lejos de allí, había también
un destino que nos apetecía conocer: Cinque Terre, en la Liguria italiana. Así que
miramos vuelos, distancias y pueblos y terminamos haciendo un
itinerario. Eso sí, tuvimos un
obstáculo grande que
nos obligó a hacer alguna
pirueta: la
devolución del coche de alquiler.
La
idea era
cogerlo en Italia y devolverlo en Francia. Como idea es buena, eso seguro, aunque a las empresas de coches de alquiler no les parece tan buena. Tanto es así que
te cobran un suplemento de 500 euros por devolverlo en un país diferente. Así que tuvimos que buscarle una solución... Al final el itinerario quedó así:
Itinerario
1/ 1 de abril: Vuelo Madrid-Pisa. Pisa, Lucca Portovenere y Beverino
2/ 2 de abril: Cinque Terre
3/ 3 de abril: Ruta de Beverino a Niza con paradas en Camogli y Génova
4/ 4 de abril: Mónaco y Sanremo
5/ 5 de abril: Sanremo y Niza
Hoteles
1/ 1 y 2 de abril: Al Castello da Anna María en Beverino
2/ 3 de abril: Hotel Victor Hugo en Niza
3/ 4 de abril: Casa Zeffirino en Sanremo
Vuelos
1/ Ida: 1 de abril. Madrid - Pisa
2/ Vuelta: 5 de abril. Niza - Madrid.
Los
vuelos los buscamos en
Rumbo, aunque los compramos directamente en la web de la aerolínea (
Ryanair la ida,
Iberia Express la vuelta) y los
hoteles, como siempre, después de bucear mucho en
Tripadvisor y Booking.
¡Vamos ya con el relato!
El
1 de abril, miércoles,
empezó nuestro viaje por
Liguria y la Costa Azul. El
vuelo de Ryanair de las 09.35
con destino Pisa salió con
puntualidad y sin contratiempos de Barajas y a las 11.50 estábamos tomando tierra en el pequeño aeropuerto de la ciudad italiana.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Ya en la terminal,
buscamos la zona de
Coches de Alquiler. Como pasa en otros aeropuertos,
hay que coger un autobús (o andar unos minutos)
para llegar al parking donde están los
vehículos. La parada del bus está bien indicada y se encuentra nada más salir por la puerta principal a la derecha.
El
alquiler lo tramitamos, como siempre,
a través de rentalcars.com. Ya lo he dicho en otras ocasiones pero no me importa repetirlo.
Rentalcars tiene el
mejor servicio de atención al cliente que conozco; son
amables,
eficientes y muy
profesionales. Si tenéis que alquilar un vehículo en cualquier parte del mundo,
os lo recomiendo encarecidamente.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Recogimos el coche en
Maggiore (un fiat 500i) y a eso de las
12.30, pusimos en el GPS la dirección del
parking más próximo a la
Piazza dei Miracoli de Pisa, nuestra
primera parada del día. La dirección es
Via Cammeo Carlo Salomone, 51. Es un parking al aire libre situado a 3 minutos andando de la explanada y no es muy caro. La distancia desde el aeropuerto es de unos 6 kms y os llevará unos 10'.
Aparcado el coche, atravesamos la puerta que da acceso a la Piazza, esta fue nuestra
primera perspectiva:
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Yo había estado ya hacía algunos años, pero Ana no lo conocía y le gustó. Hacía un
día espectacular y la vista de los
monumentos con el
verde de la
hierba y el
azul del
cielo hacían que el lugar
brillara con luz propia.
Paseamos desde el
Baptisterio hacia la torre, pasando por la
catedral, deteniéndonos para apreciar los detalles.
A Ana le impresionó mucho
lo inclinada que está la famosa
torre. Y es que en directo,
da bastante sensación...
*** Imagen borrada de Tinypic ***
En previsión, habíamos
apuntado varios sitios para comer por los alrededores. Y como
hacía tan bueno, elegimos coger una
pizza para llevar y
tomarla sobre el
césped en la misma Plaza. Nos gusta tanto la pizza y el aire libre que la verdad es que no nos costó mucho decidirlo...
La opción 'portare via' como dirían los italianos, estaba a unos 5-7 minutos de la explanada, en la pizzería '
Al Bagno di Nerone' (Largo del Parlascio, 26). Pedimos
dos pizzas y unas bebidas y pagamos unos
20 euros. El
horno es
de leña, el trato fue muy bueno y las
pizzas, como pudimos comprobar minutos después a pocos metros de la Torre Pendente, estaban
muy ricas.
Serían las
14.30 cuando volvimos a cruzar la Piazza camino del
parking. La
siguiente parada en aquel primer día era
Lucca. Se nos había quedado
pendiente en nuestro viaje por La Toscana en
2006 y era el momento de saldar la deuda.
La
distancia entre Pisa y Lucca es escasa, unos
18 kilómetros que cubrimos, yendo tranquilos en unos
25 minutos.
En Lucca,
aparcamos al lado del casco histórico. Había
parquímetros, similares a los de Madrid. Pusimos unas dos horas de ticket y emprendimos la visita a la ciudad. Al acceder al interior de la zona vieja, vimos que había unos
carteles con un itinerario recomendado. Agradecidos, hicimos una foto con el móvil al cartel y fuimos
siguiendo tranquilamente el trazado sugerido.
La
ciudad es
muy bonita, repleta de
calles y plazas llenas de encanto, torres e iglesias y mucho ambiente. Una vez comida la pizza, la
siguiente parada gastronómica estaba claro: il
gelatto. Tomamos uno en una heladería del centro y
nos supo a gloria, los tíos juegan en otra liga...
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Completado el paseo por Lucca, volvimos al
coche para dirigirnos a nuestro
cuartel general las dos primeras noches:
Beverino, a 95 kilómetros de Lucca.
Beverino es un
pequeño pueblo (casi una aldea) situado
a 17 kilómetros de La Spezia, la 'capital' de la región de Cinque Terre. Después de mucho mirar,
decidimos hospedarnos allí, básicamente,
por el alojamiento. Y es que
encontramos en Tripadvisor un lugar que parecía
irrechazable:
Al Castello da Anna María
Pese a que, lógisticamente,
era más sencillo alojarse en La Spezia,
preferimos tener que hacer los 17 kms en coche, y quedarnos en
Al Castello. No nos equivocamos...
Nada más ver el
entorno, pensamos que la cosa tenía
buena pinta, y cuando llegamos a Al Castello y
conocimos a Anna María, nos convencimos más de nuestra decisión: un
amor de señora. El
apartamento, además, es una
chulada y tenía todos los
detalles que te puedes imaginar, hasta un
bizcocho y unos dulces de bienvenida. Os dejo unas fotos para que veáis que no exagero...
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Anna María nos enseñó el apartamento y nos hizo unas cuantas
recomendaciones buenísimas de la zona,
culturales, turísticas y gastronómicas. Y
nos aconsejó encarecidamente visitar Portovenere al atardecer.
Pese a que llevábamos ya un día exigente,
no hizo falta que nos lo dijera dos veces. Pusimos Portovenere en el GPS y partimos hacia allá buscando el atardecer.
El pueblo,
situado al final del Golfo de La Spezia, está a 28 kilómetros de Beverino pero se tarda unos 45 minutos en cubrir la distancia, pues las
carreteras son muy sinuosas y no se puede ir rápido.
Pese a que
Portovenere no forma parte de las Cinque Terre, es una
visita absolutamente obligatoria. Para
aparcar, además de
parkings, hay
parquímetros lo que termina siendo bastante cómodo. Nosotros los utilizamos y no tuvimos ningún problema.
Como os digo,
Portovenere es precioso. La zona del espigón está llena de
casas de colores y al final, justo en la punta, está la
Iglesia de San Pedro, desde donde hay una
perspectiva inmejorable para presenciar el
atardecer...
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Una vez que se marchó el sol, fuimos a buscar un
restaurante para cenar. En Tripadvisor recomendaban Portivene, un mare di sapori. Lo encontramos y tenía una pinta extraordinaria, pero es muy pequeñito y estaba lleno. Buscamos otra alternativa y entre las distintas posibilidades,
terminamos eligiendo La Marina Da Antonio
Está en un
sitio estratégico y el
local es muy bonito. La verdad es que
cenamos muy bien y tuvimos una
velada agradable con una
relación calidad-precio aceptable.
Y
tras la cena, con una jornada larga a las espaldas, cubrimos los 28 kilómetros de vuelta hasta Beverino y
caímos absolutamente rendidos en nuestra camita de Al Castello da Anna María...
El
jueves teníamos programado
uno de los días grandes del viaje: la visita a las
Cinque Terre.
Empezamos la jornada con un
buen desayuno en nuestro apartamento. El
panettone y las pastas caseras que nos regaló AnnaMaría, la dueña de la casa, junto a un
buen zumo de las naranjas de su huerto y un
capuccino (también nos dejó leche y café) fueron una
forma estupenda de arrancar un día
exigente en lo
físico.
A eso de las 09.15, cogimos el coche camino de
La Spezia. La idea era llegar,
dejar el coche en el parking de la estación,
comprar la Cinque Terre Card y
coger tren que, según el horario, tenía que pasar a eso de las 10.00
dirección Monterosso di Mare.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
La Cinque Terre Card Train
Aquí os dejo el
enlace a la página oficial donde podréis encontrar toda la información de los trenes: horarios, duración del recorrido, etc...
Nuestro plan del día era
coger el tren desde La Spezia hasta el
pueblo más lejano de las Cinque Terre,
Monterosso di Mare, y
desde allí iniciar la visita
recorriendo los pueblos de vuelta a La Spezia: Monterosso, Vernazza, Manarola, Corniglia y Riomaggiore.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Desde La Spezia hasta Monterosso, el
tren tarda apenas
media hora. Monterosso se caracteriza por ser el
único pueblo de los cinco que
tiene una gran playa, así que aprovechamos para dar
un buen paseo antes de visitar las
calles centrales y el mercado. Había un ambiente muy chulo pese a ser temprano y
disfrutamos mucho recorriendo los enclaves de Monterosso.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Completada la visita, iniciamos la
fase más dura del día: el trekking entre Monterosso y Vernazza. Después de leer mucho sobre las sendas, casi
todo el mundo estaba de acuerdo que (estando cerrada la Via del Amore), el
tramo que más merecía la pena recorrer a pie era el que va de Monterosso a Vernazza. Según la información del parque, la distancia es de
3,5 kilómetros, la duración aproximada de
1,5 horas y la
dificultad, media.
Ana no quiso que dejáramos de hacerlo, pese a estar
embarazada de 5 meses y medio. Dijo que
si teníamos que parar e ir más despacio, lo haríamos, pero no quería que nos quedáramos sin hacer el trekking. Así que allá que fuimos.
El
primer tramo es más o menos
suave, aunque ya coges un poquito de altura y hay vistas bonitas de Monterosso y su playa. Pero el
segundo tramo... Puff, el segundo tramo son unas
escaleras verdaderamente duras. Es un trozo
muy largo y con un
desnivel muy grande. Nosotros tuvimos que ir
haciendo pequeños
descansos (y no sólo por la tripa de Ana, ¡yo también los necesitaba!).
Eso sí,
el camino es muy bonito, pues vas subiendo entre
viñedos, oliendo a naturaleza pura. Y las
vistas, desde arriba y mirando a
Monterosso, son
muy bonitas...
*** Imagen borrada de Tinypic ***
El
camino está
indicado y cada cierta distancia, hay algún recodo o algún
banco en el que puedes
descansar y
recuperarte un poco.
En un determinado momento,
Monterosso se oculta tras la montaña a tu espalda... y
Vernazza se abre delante...
*** Imagen borrada de Tinypic ***
El
momento en que aparece
Vernazza es de los más
bonitos del
trekking entre los dos pueblos. Las
vistas desde el camino son
espectaculares.
Un
poco más de dos horas desde que salimos de Monterosso,
llegamos a Vernazza. El
trekking es
durillo (sobre todo la zona de las escaleras) pero llevadero y yo creo que
merece la pena.
Tras dar un
paseo por el
pueblo, nos dirigimos al
sitio que teníamos mirado
para comer:
Il Pirata delle Cinque Terre
Nos lo había
recomendado una amiga que había estado en las 5 Terre hacía poco y
nos encantó.
Comida riquísima y trato inmejorable. Muy recomendable.
Tras la comida, nos dirigimos a la estación de
tren para seguir nuestro periplo. Teníamos
decidido no parar en Corniglia, pues hay que subir un
tramo terrible de escaleras desde la estación para poder visitar el pueblo. Así que
nuestra siguiente parada fue
Manarola.
Para tener una
panorámica más completa del pueblo,
hay que alejarse un poquito por un camino que sale desde la playita hacia la derecha, desde donde se puede apreciar la
belleza de Manarola.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
El pueblo es otra
pequeña joyita, aunque al no ser grande, se ve rápido. Eso sí,
echamos un buen ratito en la zona más cercana al mar, donde están las barcas. Nos cogimos un
helado en un puesto cercano y nos sentamos a
disfrutar del sol. Antes de irnos, aunque ya lo habíamos mirado previamente, nos dirigimos hacia la entrada de la
Via del Amor, el
camino más famoso de todo el parque, que
une Manarola y Riomaggiore. Lamentablemente,
sigue cerrado, así que habrá que volver para poder recorrerlo.
La
visita a la
5 Terre la terminamos en
Riomaggiore, al que llegamos también en
tren. La sensación es que está
un poquito menos cuidado que Vernazza o Manarola, pero aún así también tiene su encanto, claro.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Serían más o menos las
16.30 cuando nos dirigimos a la estación de tren dando por
terminada nuestra visita a las Cinque Terre. Como
era pronto y aún teníamos pilas, cuando llegamos a La Spezia, cogimos el
coche y nos acercamos hasta
Portovenere para poder visitar las zonas del pueblo que nos faltaban y ver todo con más luz que el día anterior.
La tarde nos confirmó lo que ya pensábamos, que Portovenere es una preciosidad de pueblo.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Completado el paseo y ahora sí que ya un poco justos de fuerzas, emprendimos
viaje de regreso a nuestra casita de
Beverino.
Tras nuestras dos horas buenas de
baño relajante y siesta y ya con bastante hambrecita (el ejercicio es lo bueno que tiene, que abre el apetito),
nos fuimos a cenar. Esa noche, nuestra
anfitriona, AnnaMaría, nos había
recomendado cenar algo típico de la zona: el
panigacci.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
El panigacci es un
tipo de pan que se hornea en el momento y que se come tanto
acompañado con salado (
embutidos de todo tipo y
quesos, sobre todo el stracchino, delicioso) o con
dulce (
nutella...
)
Lo comimos, por
indicación de
Anna María, en el
Restaurante Da Pietro, en Ricco del Golfo, situado a unos
10 kilómetros de La Spezia.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
No habíamos reservado y
tuvimos que esperar un poco, pero
mereció la pena porque
cenamos genial y muy
barato. Además, éramos los
únicos extranjeros, lo que hizo la noche aún más
auténtica.
Y así
cerramos un día completísimo, con el
buen sabor de cuando todos los planes salen bien