Somos dos mujeres con espíritu aventurero y "juventud acumulada", como dicen los cubanos.
Viajamos con maleta de ruedas porque nos resulta más cómodo que cargar con la mochila a la espalda, pero manejamos un presupuesto limitado y nos gusta sumergirnos en la vida y entre las gentes de los países que visitamos.
Estuvimos en Cuba del 11 al 23 de octubre y visitamos La Habana, Cienfuegos, Trinidad, Remedios y Cayo Santa María. Nos hospedamos siempre en casas particulares y comíamos en paladares, viajábamos en autobuses urbanos y nos metíamos por todas partes.
Todo salió muy buen. Fue un viaje fantástico, conocimos a mucha gente y no nos dejamos engañar por nadie aunque intentos no faltaron, pero íbamos bien asesoradas por otros viajeros de este foro a los que quiero dar las gracias desde aquí.
Nos fuimos con la maleta llena y la trajimos casi vacía. Los cubanos necesitan de todo. Llevábamos jabones, pasta de dientes, caramelos, bolis, lápices, objetos de maquillaje, ropa, zapatos... Agradecen cualquier cosa que les des. La verdad es que parte el alma verlos en esta situación.
Pero vamos al relato del viaje.
Día 11. Salimos con Air Europa de Barcelona (500 € ida y vuelta), hicimos una breve escala en Madrid y llegamos a La Habana a las 19 horas de allí, 12 horitas de viaje entre unas cosas y otras.
Para esta primera toma de contacto habíamos cogido una habitación con Airbnb (habitación doble con baño y cocina, 23€ noche) y ellos mismos nos enviaron un taxi al aeropuerto para recogernos y llevarnos a la casa (25 cucs).
Los trámites de entrada fueron menos complicados de lo que temíamos y no nos miraron maletas ni nos pidieron nada. Había cierto descontrol y las maletas tardaron más de lo deseable en salir, pero todo bien. Cambiamos dinero en la Cadeca de entrada al aeropuerto, sin colas ni nada. Cambiamos en CUCs y algo en Cups.
Llegamos a la casa, saludamos y a dormir.
Dia 12. Decidimos coger el bus turístico para hacernos una idea general de la ciudad (10 cucs). Primero hicimos el recorrido completo, pasamos por la Plaza de la Revolución, el Cementerio de Colón, la Habana Vieja, el Vedado, Miramar... Luego repetimos el recorrido bajando y subiendo donde nos apetecía. Había bus hasta las 18h.
La primera parada fue en la Plaza de la Revolución. Se nos engancha el primer cubano para hacernos de guía sin ningún interés, dice, pero luego nos propone llevarnos a comer a un paladar que conoce y donde le darán una comisión (eso no lo dice pero nosotras ya lo sabemos), le decimos que no, gracias.
Volvemos al tomar bus y llegamos a la Plaza de San Francisco de Asís, en el puerto, un paseo rápido por la Habana Vieja, tenemos intención de dedicarle un día completo y no nos queremos entretener ahora. Otra vez bus y al Malecón y el Vedado. Comemos en un sitio de cubanos: pollo con arroz y frigoles, platano frito y verduritas (5€ cada una). Paseamos por el Malecón, hacemos fotos, cuando nos queremos dar cuenta pasa el último bus, nos toca la experiencia religiosa de meternos en un autobus urbano para volver a casa...
Primer intento serio de robo: el tiquet cuesta 40 centavos de cup y cometemos el error de sacar todo el dinero cubano de la mochila porque no nos aclaramos, el conductor se apodera de TODOS los billetes (70 cups, unos 5 €) y dice que ya está. Nos quedamos a cuadros, pero nos sentamos algo confusas, aquello no nos encaja... comentamos. Un chico venezolano que nos oye, sonríe, otros nos dicen que nos han estafado. Nos levantamos. El conductor nos recibe con los billetes en la mano dobladitos y nos los da tal como se los había metido en el bolsillo. Ni explicaciones, ni disculpas. Ahí queda la cosa.
Los buses van siempre abarrotados, pero nadie se queja y todos son amables con nosotras, nos orientan, nos ayudan, nos abren paso. Todos nos aconsejan que tengamos cuidado con nuestras pertenencias, pero ya veis, el único que intentó robarnos fue el conductor...
Día 13. Averiguamos que ir a las playas más cercanas a La Habana con el bus turístico cuesta 10 cucs, con el bus urbano, 40 centavos de cup... La decisión es obvia.
Llegamos a Santa María, a menos de una hora de La Habana. El Atlántico se abre majestuoso ante nuestros ojos, la arena blanca, palmeras, inmensidad... Nuestra primera playa paradisíaca. La única pega es que hace mucho viento, el mar está movidito y la fina arena te entierra literalmente en cuanto te descuidas, pero nos bañamos ¡faltaría más! El agua está caliente y estupenda.
Es temporada baja y hay poca gente. Un grupo de músicos recorre la playa y se acerca a los turistas con trompetas, contrabajo, bongos y acabamos cantando y bailando. En Cuba se canta y se baila por todas partes.
Hacemos amistad con el socorrista de la playa y nos invita a un coco con ron. Yo de vosotros no me ahogaría en esa playa: el socorrista nos deja encargadas de la vigilancia y se va a por el ron, y por supuesto, después bebe con nosotras...
De vuelta a la Habana comemos un par de bocatas cada una en un paladar, creo que nos sale como a un 1€ por cabeza, en pesos cubanos.
En el bus de vuelta a casa nos invitan a ron y acabamos cantando canciones de Melendi y Camela y charlando en mitad de la calle con unos cubanos que acababan de visitar España.
La casa está más lejos de lo que creíamos al contratarla, pero los trayectos dan para muchas risas.