Una vez en la Habana nos hospedamos en la Habana Vieja, justo detrás del hotel Inglaterra y el Capitolio.
Nos informaron que el viaje a Varadero era bastante largo, unas tres horas ir y otras tantas volver, por lo que lo descartamos y decidimos dedicar el día a pasear tranquilamente y hacer algunas compras de regalos y recuerdos.
Visitamos algunos mercadillos y paseamos por la plaza vieja, que se nos había escapado en nuestra primera visita y es preciosa.

Por la noche hicimos una última visita a la plaza de la catedral y a la Bodeguita del Medio, y el domingo, como nuestro vuelo salía por la noche aprovechamos la mañana para visitar el callejón de Hammel, un lugar lleno de arte y música que se anima mucho los domingos, aunque el espectáculo me pareció demasiado enfocado a los turistas.

Comimos y nos recogió un taxi (20 cucs) para llevarnos al aeropuerto.
¡Fin de la aventura!
El viaje de vuelta por la noche se hizo muy pesado. Jet lag...
Y a preparar el próximo viaje.