Comenzamos nuestro viaje a primera hora de la mañana, queríamos salir pronto para llegar a comer al estudio que teníamos reservado, y nuestro miedo era encontrarnos mucho lío en la frontera.
Por suerte todas las caravanas que nos encontramos en el camino eran en dirección contraria, y en algunos casos de unos cuantos kilómetros de longitud; pero nosotras en una horita y media estábamos ya en territorio francés. Claro que alguna no se dio cuenta hasta que paramos a desayunar, eh!
Para cuando decidimos detenernos, íbamos tan bien y tan emocionadas que no veíamos el momento de llegar, ya solo nos faltaba una hora para nuestra meta, no obstante nos obligamos a hacer la paradita de rigor para desayunar, estirar las piernas, y también por no llegar demasiado pronto al sitio, todo sea dicho. Así que en un área de servicio nos comimos nuestro primer croissant del viaje, que por supuesto no sería el último.
En poco más de cuatro horas llegamos al estudio donde ya nos estaba esperando Madamme Lazarotto, si no llega a ser porque ella estaba fuera al tanto de nuestra llegada nos lo hubiésemos pasado, no nos creíamos que realmente ese fuera el sitio que habíamos alquilado, por las fotos parecía más pequeño y normalito.
Y ya cuando vimos la piscina... bueno, no habría quien nos sacara de allí...
Pero antes de tocar el cielo en la piscina, tocaba deshacer maletas, y comer. Merche, ¡Gracias tía!, nos había preparado unas albóndigas con tomate que estaban de muerte, y dimos buena cuenta de ellas, y eso que apenas era el primer día que pasábamos fuera de casa, que si llega a ser casi al final del viaje, hubieran volado tenedores y cuchillos por hacerse con un trozo más de tan suculento manjar.
Después de unos chapuzones en la piscina, que además tenía jacuzzi, y pese a que nos costó abandonarla, nos vestimos y nos acercamos hasta Saintes, que a primera vista era solo una parada en ruta para no hacer tantos kilómetros de una tirada, pero la verdad es que para lo pequeño que era tenía muchas cosas que ver. Como un bonito y muy bien conservado anfiteatro romano.
Una iglesia con una cripta también muy antigua, de cuyo nombre no me acuerdo, lo siento, pero a la que había que llegar siguiendo un camino que según entendimos en los folletos debía de seguir alguna procesión.
Fuimos callejeando viendo los lugares que nos parecían más interesantes, haciendo un montón de fotos, y también unas cuantas trastadas, muy en nuestra línea.
Había también unas ruinas de unas termas romana, aquí el hecho de hacernos una foto fue un poco más difícil, lo que supuso las risas de mis acompañantes a mi costa, y todo porque la cámara no quería quedarse en el sitio en la que la ponía, hacer una foto de las tres se convirtió en casi una odisea.
No obstante conseguí capturar un par de buenas fotos en el lugar.
Finalmente bordeamos el río y nos tomamos algo en un bar, nuestra primera consumición francesa, ahí practicando lo poco o nada que sabemos del idioma. Cuando empezaba a anochecer nos fuimos hasta el estudio, equivocándonos otra vez en un cruce en el que de las cinco o seis veces que pasamos por él, nos metimos mal ocho veces, jeje
Segundo día en Saintes, y amanece lluvioso, noooo. Decidimos ir a hacer unas compras a un centro comercial cercano al estudio, más que nada porque no tenemos nada para comer.
Finalmente a la tarde parece que el tiempo no va a darnos ninguna tregua así que nos vamos igualmente hasta el pueblo a visitar la Abadía que el día anterior no habíamos visto.
No está mal, aunque tampoco es gran cosa.
Como siempre, hacemos un poco el gamberro por los alrededores, para disfrute de los lugareños, que flipan con nosotras.
También nos da tiempo a hacer un montón de fotos, y eso que pensábamos que no habría nada que ver.
Lo cierto es que para ser un sitio en el que sólo pensábamos parar para no hacer tanto kilómetros de una tacada, nos gustó bastante. Vale, la piscina tiene que ver mucho, pero el pueblo también es muy recomendable.
Lo peor de un viaje como el que nosotras hicimos es tener que hacer y deshacer las maletas cada dos por tres, bueno, y ese que en nuestro caso como la maleta era grande no había que hacer muchas peripecias, pero Janire no puede decir lo mismo, verdad?
Salimos ese día no muy tarde en dirección a Carnac, y la lluvia parecía que quería acompañarnos también hasta allí. De hecho estuvo todo el camino con nosotras, tanto que ya por cansancio, y por que nos meábamos como locas, paramos en un área de servicio y comemos dentro del coche unos sandwiches. Bueno y de postre nuestras primeras crêpes francesas, no fueron las mejores de viaje, pero en ese momento nos saben a gloria.
En esta ocasión nos costó encontrar La Maison de la Ria, nuestro precioso destino cerca de Carnac. Fue la única vez que el GPS (para ese entonces ya se había convertido en Aurori, una compañera más en el viaje) no nos llevó directamente, aunque realmente fue porque no teníamos bien puestas las coordenadas. Por suerte era probablemente el sitio que estaba mejor señalizado, así qe tampoco damos mucha vuelta.
Un vez allí, ooohhh! era tal y como nos la imaginábamos, con las vistas al río, nuestro pequeño Capeside particular. Los dueños del lugar muy majos, una pareja mayor encantadora. El hombre empeñado en que veamos en la tele a los gaiteiros gallegos que justo estaban en Lorient, cerca de Carnac, ya que había un festival celta.
Después de acomodar todas nuestras cosas en la habitación, que era en realidad dos habitaciones contiguas y un baño, nos vamos a ver la zona de los alineamientos de Carnac, y los numerosos vestigios megalíticos que hay por la zona.
Primero nos desplazamos hasta el Dolmen de Crucuno, tal vez el más espectacular de los que vimos ahí, sobre todo por el tamaño de la roca superior, aunque , claro esta, nosotras viniendo de donde venimos, pusimos en práctica nuestros conocimientos de harrijasotsailes y... no conseguimos moverla ni un milímetro, obviamente.
Casi de casualidad damos con el de Mane Kerioned, en el que nuestros instintos más primitivos salieron a relucir, y de los que no aporto pruebas gráficas, por si acaso...
Finalmente visitamos los famosos Alineamientos de Carnac, se tratan de un montón de menhires, habra miles de ellos, ocupando un montón de hectáreas. No se sabe muy bien cual es su cometido ni las razones que llevaron a realizar semejante concentración, pero seguro que Obelix anduvo muy liado por esta zona, jejeje
Como ya iba anocheciendo nos acercamos hasta Carnac, para ver un poco el sitio, es un pueblo pequeño, pero con un encanto innegable, con todas sus construcciones en piedra, y un montón de flores en los edificios, no llegamos a dar más que una vuelta, pero nos basto para hacernos una idea de su belleza.
Aquí cenamos unas pizzas riquísimas en Le jardin d'Helena, puf estaban de muerte, no sin antes casi regalarle mi inseparable, y que tan bien nos vino, guía de conversación para el viajero a la camarera, cuando ella me pide la carta, jajaja, lo que provoca las risas de todo el mundo, y que aún hoy en día Ana y Janire me lo siguen recordando. Siempre recordaré este lugar porque aquí la camarera me enseñó muy amablemente a decir: le dison sivuple, (dicho así tal cual) que quiere decir: la cuenta, por favor; y que se convirtió en mi frase del viaje.
Después de otro pequeño recorrido por el lugar con el estómago lleno decidimos darnos un homenaje en Crêperie Chez Marie, donde tenemos que hacer incluso cola para entrar...
Pero realmente merece la pena, ya que nos comemos unas crêpes de banana y chocolate... que sólo de recordarlo ahora se me hace la boca agua. Sitio totalmente imprescindible si uno va a Carnac. Además el dueño del local fue muy majo con nosotras, e incluso bromeo con que el se apellidaba Prado, como el museo, y todo eso en su perfecto y nuestro imperfecto francés.
Hasta ahora todo el mundo con el que habíamos topado habían sido estupendos y muy simpáticos, ¿quién decía eso de que Francia es maravillosa pero sin los franceses?