El Indulgence Living & Restaurant (www.indulgencerestaurant.com/) fue un gran hallazgo. El sitio donde nos más nos costó encontrar un hotel que nos gustase fué Ipoh. Finalmente, no sé en que momento de debilidad, me dejé convencer para reservar una habitación en el Majestic Hotel, en la estación de tren, un edificio aparentemente bonito pero que a mi me daba un miedoooo... Como cuando algo no me convence no paro de darle vueltas, yo seguía buscando y buscando... pero ninguna de las otras opciones en Ipoh nos convencía demasiado.
Leyendo, releyendo y estudiando uno de los libros sobre Malasia que me habían regalado (Malasia chic) encontré la joya de Ipoh. No entendía como,a mí, que leo, releo, subrayo, miro y vuelvo a mirar se me había pasado por alto la doble página con un montón de fotos dedicada al Indulgence Living & Restaurant. Es más, no entiendo como había pasado por alto un sitio con ese nombre!
Hotel boutique solo con 7 habitaciones temáticas, cada una con nombre y decoración diferenciada. Tan bonitas me parecieron que no me importó que no se pudiese fumar en ninguna. Reservamos la habitación Kinnaree con decoración tahilandesa. Era caro, però taaaaaan bonito! El desayuno estaba incluido y también nos suministraron toda el agua (Evian, eehhh!) que necesitamos (que en Ipoh es mucha, lo certifico). Está algo alejado del centro y del centro comercial (aparentemente, el único de la ciudad) pero despacito nada queda demasiado lejos.
Dos dias antes de llegar recibimos un email en el que nos informaban de que la habitación que habíamos reservado se estaba pintando (claro, como solo habíamos reservado con seis meses…) y nos upgradaban (oh, que verbo más bonito!) sin ningún cargo a la SUITE Qatrynka, con decoración rococó.
En toda la habitación no había ni un detalle de la decoración dejado al azar. Todo era precioso y combinado no sé si con valentía o con inconsciencia, el efecto conseguido era elegante y moderno.
Al llegar, una cestita con canapes nos esperaba en la mesita de la habitación.
La cama fue la más cómoda del viaje y el baño, con espacios separados para la bañera (con tele?) y la ducha, uno de los mejores. Curiosas las lámparas art decó sobre el lavamanos.
El café… Ah, el café… Por fin café de verdad y no el agua sucia de los hoteles de toda Asia. Una maravilla. La selección de pasteles era altamente adictiva (no te puedes perder los de chocolate, en especial el fudge…). El único inconveniente es que el restaurante ofrece comida occidental, exótica en Ipoh, claro, pero no para nosotros. De cualquier modo, cenamos una noche allí y es excelente, con gran cuidado en la elaboración, la calidad y los detalles de la presentación. El desayuno era a la carta (por ejemplo, tostadas, mantequilla, huevos, croissant, por ejemple, pero había opciones más sofisticadas), el zumo lo hacen al momento (natural, nada de pote) y el capuccino te lo sirven en taza familiar.
La decoración del restaurante es modernilla, con toques clásicos como fotos antiguas o objetos tradicionales, excepto en el baño de hombres, donde alguién perdió aceite peligrosamente.
No se podía fumar en las habitaciones, pero había una terracita con tumbonas y sofás. Una experiencia, fumar allí, a cubierto, mientras caía el diluvio afuera.
Me gustaría destacar el trato, en todo momento cortés y amable, atento pero sin obsequiosidad ni servilismo. La encargada es todo un carácter y lo demuestra cuando te da la mano (no, no és Schwarzeneger pero creo que se acerca bastante, qué decisión en el apretón de manos, madre mía!!). Muy en la linea de la fundadora, porque hay que tener carácter para decidirse a abrir un hotel así en Ipoh y sacarlo adelante. Cien por cien recomendable si quieres un hotel único y diferente pero, claro, eso se paga...
Leyendo, releyendo y estudiando uno de los libros sobre Malasia que me habían regalado (Malasia chic) encontré la joya de Ipoh. No entendía como,a mí, que leo, releo, subrayo, miro y vuelvo a mirar se me había pasado por alto la doble página con un montón de fotos dedicada al Indulgence Living & Restaurant. Es más, no entiendo como había pasado por alto un sitio con ese nombre!
Hotel boutique solo con 7 habitaciones temáticas, cada una con nombre y decoración diferenciada. Tan bonitas me parecieron que no me importó que no se pudiese fumar en ninguna. Reservamos la habitación Kinnaree con decoración tahilandesa. Era caro, però taaaaaan bonito! El desayuno estaba incluido y también nos suministraron toda el agua (Evian, eehhh!) que necesitamos (que en Ipoh es mucha, lo certifico). Está algo alejado del centro y del centro comercial (aparentemente, el único de la ciudad) pero despacito nada queda demasiado lejos.
Dos dias antes de llegar recibimos un email en el que nos informaban de que la habitación que habíamos reservado se estaba pintando (claro, como solo habíamos reservado con seis meses…) y nos upgradaban (oh, que verbo más bonito!) sin ningún cargo a la SUITE Qatrynka, con decoración rococó.
En toda la habitación no había ni un detalle de la decoración dejado al azar. Todo era precioso y combinado no sé si con valentía o con inconsciencia, el efecto conseguido era elegante y moderno.
Al llegar, una cestita con canapes nos esperaba en la mesita de la habitación.
La cama fue la más cómoda del viaje y el baño, con espacios separados para la bañera (con tele?) y la ducha, uno de los mejores. Curiosas las lámparas art decó sobre el lavamanos.
El café… Ah, el café… Por fin café de verdad y no el agua sucia de los hoteles de toda Asia. Una maravilla. La selección de pasteles era altamente adictiva (no te puedes perder los de chocolate, en especial el fudge…). El único inconveniente es que el restaurante ofrece comida occidental, exótica en Ipoh, claro, pero no para nosotros. De cualquier modo, cenamos una noche allí y es excelente, con gran cuidado en la elaboración, la calidad y los detalles de la presentación. El desayuno era a la carta (por ejemplo, tostadas, mantequilla, huevos, croissant, por ejemple, pero había opciones más sofisticadas), el zumo lo hacen al momento (natural, nada de pote) y el capuccino te lo sirven en taza familiar.
La decoración del restaurante es modernilla, con toques clásicos como fotos antiguas o objetos tradicionales, excepto en el baño de hombres, donde alguién perdió aceite peligrosamente.
No se podía fumar en las habitaciones, pero había una terracita con tumbonas y sofás. Una experiencia, fumar allí, a cubierto, mientras caía el diluvio afuera.
Me gustaría destacar el trato, en todo momento cortés y amable, atento pero sin obsequiosidad ni servilismo. La encargada es todo un carácter y lo demuestra cuando te da la mano (no, no és Schwarzeneger pero creo que se acerca bastante, qué decisión en el apretón de manos, madre mía!!). Muy en la linea de la fundadora, porque hay que tener carácter para decidirse a abrir un hotel así en Ipoh y sacarlo adelante. Cien por cien recomendable si quieres un hotel único y diferente pero, claro, eso se paga...
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