Este viaje surgió de una forma inesperada. En realidad teniamos reservado uno a Normandía-Bretaña desde antes de navidad. Lo estuvimos preparando con gran ilusión, pero sobre el mes de Abril mi hija (3 años) empezó a quejarse de la barriguita cuando iba en el coche.
Este hecho se repetía continuamente hasta el punto de cambiar todos nuestros planes viajeros, ¿cómo ibamos a ir a un viaje en el que todo era coche y más coche?
Pues nada, a buscar un plan B. Esto no era fácil porqué estábamos acostumbrados a ir por nuestra cuenta, a no atarnos a ningun paquete vacacional y a ver cosas interesantes. Empezamos a pensar viajes que tuvieran perfiles en el que un automóbil brillara por su ausencia y de esta manera empezamos a visualizar Riviera Maya o Punta Cana. En realidad nos motivaba más lo primero que lo 2º, pero por cuestiones monetarias (en Riviera Maya no quedaban plazas de niño gratis desde BCN) nos decantamos por este último sin demasiado entusiasmo en un principio.
Teniamos claro dos cosas. 1º que saldriamos directos de BCN sí o sí para ahorrarle más tute a la niña. 2º hariamos excursiones lo más auténticas posible dentro de lo que cabe y el destino podía ofrecer.
Con lo 1º no había problema, a rascarse un poquito más el bolsillo si cabe