Al día siguiente, a las siete de la mañana salimos al aeropuerto y aunque el hotel lo teníamos a cinco minutos andando y estar allí con tiempo más que de sobra, aún nos sonó el “last call for Alicante flight” gracias a que uno del grupo siempre se lo toma todo con mucha calma.
La experiencia me gustó mucho y ha sido uno de los mejores viajes que he hecho. La casa dónde nos hospedamos en las Highlands todo un acierto pero en el B&B de Edimburgo fallamos y más viendo luego in situ que la ciudad está plagada de estos establecimientos.
Las libras esterlinas las llevamos ya cambiadas desde España gracias a que un amigo nuestro trabaja en un banco, por lo que no tuvimos que recurrir a casas de cambio aunque en Edimburgo un par si que tuvimos que recurrir a un cajero (usamos uno del Banco de Santander que vimos).
El coche sólo lo llevó una persona durante todo el viaje y tardo muy poco en acostumbrarse. Salvo en un par de ocasiones en las que se metió en una rotonda por la dirección contraria, todo muy bien y hubieron muchas risas cada vez que cedíamos o nos cedían el paso por esas carreteras por las que solo cabe un coche y hay cada pocos metros una zona para apartarse. Eso sí, el GPS nos vino de perlas.
Con el idioma tampoco tuvimos problemas, chapurreando lo justo nos entendíamos. Eso sí, no hubo día en el que no nos encontraramos a algún español o a algún escocés que había estado en España. Es más, en el castillo de Edimburgo nos topamos con un grupo de Castellón y había bastantes conocidos nuestros.
La comida excelente, la cerveza buena y el whisky mejor (bueno, yo solo di un sorbito porque no soy muy de whisky)
La verdad es que hay que estar más días en Escocia para verlo todo, nos dejamos muchas cosas pero todo lo que vimos nos gustó mucho. Habrá que volver en otra ocasión.... de hecho, es muy probable que vaya con otro grupo de amigos el año que viene, más o menos para las mismas fechas y más o menos haciendo un poco lo mismo (yo sería el guía
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