La verdad es que no estuvimos tranquilos hasta que no pasamos las controles del aeropuerto de Domodedovo y estar montados en el Aeroexpress en dirección al centro. El vuelo desde Madrid tardó cerca de 5 horas en aterrizar, y nada más bajarnos nos tuvimos que encarar con el control de aduanas. Se limitaron a pedirnos los papeles junto al pasaporte, rellenaron otro papel que nos dieron (y que hay que mostrar tanto en el hotel como al embarcar de vuelta), nos pusieron un sello y marchando. La verdad es que pensé que sería mucho más complejo. Ya respirando tranquilos, cambiamos algo de dinero y nos dirigimos directamente al Aeroexpress (el billete se compra en máquinas expendedoras), que nos dejó en la estación de trenes de Paveletskaya, donde ya cogimos el metro y nos enfrentamos al cirílico. Yo me había preocupado de aprenderme por lo menos las letras, por lo que más o menos podía descifrar los nombres de las estaciones, pero aun así, nos equivocamos de dirección y tardamos un rato en llegar al hotel. Sin apenas descansar, aprovechando que había un bonito sol de atardecer, nos dirigimos al centro para dar nuestra primera vuelta por la Plaza Roja... y nuestro gozo en un pozo. La plaza estaba cerrada a cal y canto, algo que nosotros achacamos a que era 2 de mayo y fiesta nacional… ingenuos… Total que decidimos dar una vuelta por los alrededores del Kremlin hasta la maravillosa catedral de San Basilio, atravesando los jardines Alexandrovsky. Al final, decidimos cenar en un McDonald’s de la plaza Manezaya para regresar al hotel e intentar descansar.