Después de Amsterdam, la siguiente ciudad en mi Interrail fue Berlín. Para llegar a Berlín tocaba coger el tren por primera vez. Llegamos puntuales a la estación y habíamos echo reserva de sitio, algo que nos costó 5€. En cuanto subimos al tren nos dimos cuenta de que esto último no era necesario en este tren ya que no iba ni medio lleno. El trayecto se me hizo muy ameno, tiempo para ver el paisaje, tomar una cerveza y jugar a las cartas.
Una vez llegados a Berlín, me quedé asombrado por la estación central de trenes a la que llegamos, parecía un enorme centro comercial. Nos hospedamos en un hostal bastante barato, que venía a costar menos de 10€. El primer día vimos algunas cosas emblemáticas de la ciudad como es el Reichstag, la Cancillería y la Puerta de Brandemburgo y probamos unas salchichas y cervezas alemanas como manda la tradición. El siguiente día hicimos un tour turístico en el que se nos enseñaban las principales atracciones del centro de la ciudad, muy recomendable. Hicimos las típicas fotos en Chekpoint Charlie, con el Mini con la bandera de Berlin, el Ayuntamiento, el Sony Center y por último fuimos ya caída la tarde a la East Side Gallery, donde está el trozo de muro de Berlín más largo que se conserva. Por la noche decidimos salir un poco de fiesta. Nos habían hablado de algunos sitios como "Treasor" y "Matrix", al final nos decantamos por este último y creo que acertamos totalmente.
Berlín es una ciudad con un encanto especial, ya sea por su emocionante reciente historia o por la majestuosidad de sus edificios. Además a pesar de ser una capital no es una ciudad muy cara. Sin duda uno de los destinos favoritos de los interraileros. Nuestra siguiente visita fue Praga, otro ciudad que me impresionó, la cual parece sacada de un cuento de hadas y de la que os hablaré en mi siguiente etapa.