El pueblo es pequeño, tiene unos 5.000 habitantes y es absolutamente rural.
Estas son las vistas que tenemos a primera hora de la mañana.
Hace frío (esta región suele marcar las mínimas de Francia) aunque está despejado y esperamos rondar los 20º.
A escasos 200 metros de la casa encontramos los canales que vertebran la región, tanto para transporte de mercancías como para el turismo fluvial, muy en boga últimamente.
Paralela al canal suele haber una vía verde para ir en bicicleta, hacer deporte o simplemente pasear.
A la entrada de Sarralbe hay una esclusa que conecta el río Sarre con el Albe.
El centro del pueblo presenta la arquitectura tradicional de la región.
En Francia no acostumbran a haber urbanizaciones, sino que las casas se agrupan en el núcleo urbano y son bastante respetuosos con el estilo.
La iglesia de San Martín es de estilo Neogótico, con sus dos torres rematadas por agujas, se alza a 70 metros y es visible desde varios kilómetros a la redonda.
Junto a ella encontramos los únicos vestigios de la villa fortificada medieval, la puerta de Albe y el trazado de sus callejuelas.
A pocos metros de aquí se encuentra el antiguo molino.
De origen medieval, era propiedad del obispado de Metz hasta que pasó a manos del duque de Lorena.
Su mecanismo continúa en perfecto funcionamiento aunque su actualmente sólo sea una atracción turística.
Hemos reservado mesa en un restaurante para probar una tartiflette â la cocotte. Aquí las comidas son contundentes. El plato se compone de patatas, bacon, cebollas y nata, todo ello regado por vinos blancos de la región.
Por la tarde vamos a hacer una visita a las minas de carbón que hay en un pueblo vecino.
La cuenca minera del Sarre es una región compartida con Alemania donde durante más de 200 años se extrajo el llamado "oro negro".
Mineros de toda Europa, y especialmente de Polonia acudieron a trabajar aquí y la mayoría formó familias que se quedaron para siempre. A pesar de algunos dramáticos accidentes, la minería trajo prosperidad a la zona.
Hoy en día, con el cierre de las minas y las empresas metalúrgicas el fantasma de paro va proyectando su alargada sombra y forzando la emigración de la juventud hacia otras zonas. El "apagón minero" ya tiene fecha, será en 2018.
Con la comida aún sin digerir pretenden ir a cenar fuera. Al final se impone la lógica y nos quedamos en casa picando alguna cosilla y disfrutando del anochecer.[/size]