VATICANO - TRASTEVERE - CAMPIDOGLIO
Comienza nuestro segundo día en Roma. La idea es ir a visitar el vaticano. Por lo tanto, madrugamos un poquito (a las 7 arriba, a las 8:15 en el vaticano). Pero claro, antes de llegar al vaticano, había que desayunar, y entramos al primer bar que vimos. Nos habían advertido que ojo, que a veces a los turistas les sablan, y decidimos tomar dos cafe-late y dos croisants (sin mantequilla ni mermelada ni a la plancha, croisant y punto). Los colegas del bar se hicieron unas señas que no supimos interpretar en principio, pero que desciframos al pedir la cuenta: 17 eurazos. Eso sí, dibujaron un corazoncito con la leche del café. Aviso a navegantes: los hosteleros italianos son unos jetas, preguntad primero cuanto os van a cobrar por algo, y si os interesa, pedidlo.
Tras el incidente del sable nos fuimos en metro al vaticano. Voy a intentar ser lo más breve posible al describir lo que ofrece el vaticano, pero hay que tener en cuenta que es la mayor basílica del mundo (bueno, la segunda, en costa de marfil hicieron una replica un poquito más grande) y los museos más impresionantes que yo he visto hasta ahora. Recomiendo a todos los visitantes iniciar el dia en el vaticano, y si es posible madrugando un poquito, porque aparte de las interminables colas a media mañana, no se aprecia igual la basílica tan plagada de gente.
La Plaza de San Pedro es espectacular. En principio la plaza se abria entre multitud de calles muy estrechas, y el efecto era aún mayor, pero Mussolini construyó la Via della Conciliazione, malogrando la sensación de amplitud. Aún asi, impresiona. En la basílica destaca la fachada y el pórtico, y en el interior la Piedad de Miguel Angel, el Baldaquino, las cúpulas... La entrada es gratuita, sólo hay que pasar un control de seguridad (de ahí las colas).
Una vez concluida la visita a la basílica nos dirigimos a los museos. Hay que dar un pequeño rodeo, y a pesar de que imaginabamos que las colas iban a ser espectaculares, no esperamos mas de cinco minutos (quizás por la hora). La entrada cuesta 14 euros, y no está incluida en el Roma Pass. Las obras que alberga son, en su mayoría, de gran valor, y el número de obras es tan grande que en algunas estancias da la sensación de tener las obras apiladas (como si fuese un almacén en lugar de un museo) debido a la falta de espacio. Algo que llama la atención es que al ver las estatuas de desnudos griegas y romanas les han colocado una hoja de parra cubriéndoles los genitales. No es broma.
Me impresionó el buen estado de conservación de las obras allí expuestas. Por lo general cuando ves obras de esculturas antiguas suelen estar sin cabeza, falta un brazo, pierna, algo, pero estas estaban intactas (por qué será). Las más destacadas son el Augusto Prima Porta, el Laoconte, el Torso Belvedere, el Nilo y sus afluentes... Es conveniente buscar información en internet de lo que vas a ver allí.
A continuación, destaco la Galeria delle Carte Geografiche, que mide 175 m. de largo. En las paredes se exponen mapas antiguos de Italia, pero lo más espectacular es el techo con frescos que ilustran pasajes biblicos. Y mejor que seguir hablando del museo, dejo algunas imagenes de las maravillosas estancias de Rafael y de la capilla sixtina, un espectáculo para la vista.
Al salir del vaticano, 2º sablazo del dia, 8 euros por una coca cola y un troza de pizza, que encima sabia rara, pero a ver quien la tiraba. Lo peor de todo es que este si que era previsible. En fin, nos lo comimos en la plaza de san pedro y aprovechamos para descansar un rato.
El siguiente lugar que visitamos fue el Castel Santangelo, que la verdad es que no ofrece ningún atractivo turístico. Como anécdota histórica fue el lugar donde se refugio el papa durante el famoso saqueo de Roma de Carlos V.
Decidimos pasar la tarde en el barrio del trastévere, y como no, ir hasta alli caminando, dando un paseo por la orilla del rio. Ahí nos empezamos a dar cuenta de la suciedad y el abandono de la ciudad. Las aceras estaban repletas de baches, las fachadas de los edificios muy deteriorados, y en general daba una sensación de deterioro que se confirmó en otros barrios. El barrio es bastante curioso, calles estrechas adoquinadas, con poco tráfico, ropa tendida en las puertas de las casas. Optamos por subir a la igesia de San Pietro in Montolio, donde hay un mirador que ofrece buenas vistas de la ciudad. Lo malo son las escaleras que hay que subir para llegar, y que juegas la vida al tener que cruzar una carretera en una curva sin visibilidad.
Descansamos en la plaza de Santa María, con una basílica muy bonita, y continuamos dando un paseo hasta la basilica de Santa Cecilia. Durante este trayecto las calles estaban repletas de restaurantes, tiendas y terrazas. La basílica de Santa Cecilia estaba cerrada, y después de descansar un rato cruzamos el río por la Isola Tiberina sin saber muy bien que dirección tomar, así que vimos unas ruinas y unas escaleras que bajaban, y allá que fuimos. Resultó ser la entrada a las ruinas del teatro Marcello, aunque no se podia visitar. Al fondo divisamos el monumento a Victor Manuel II y el Campidoglio, y nos acercamos a verlo.
Al llegar ves dos enormes filas de escaleras para acceder a ambos lugares, y decidimos subir a la plaza del Campidoglio, que parecian menos empinadas. En esta plaza están los museos Capitolinos, pero andabamos demasiado escasos de tiempo para poder visitarlos, aunque según todas las referencias que teniamos merecian la pena. Al tener poco tiempo, decidimos dedicar más a ver la ciudad en lugar de más museos. Junto a la plaza hay un mirador donde se divisan las ruinas de la antigua roma, junto al arco de Septimio Severo, y desde ahí divisamos por primera vez el coliseo.
El monumento a Victor Manuel II es un enorme conjunto de piedra, edificado en honor del último rey y responsable de la unificación italiana en el siglo XIX. Hay un par de soldados custodiando una tumba, y vimos el cambio de guardia, que la verdad es que no fue nada del otro mundo. Otra vez escaleras arriba (desde que nos levantamos sólo habiamos cogido el metro una vez, y ningún autobús, todo a pata) a contemplar la obra.
Tras un largo y merecido descanso, decidimos pasar el resto del día (ya anochecía) comiendo un helado en la Fontana de Trevi y
Comienza nuestro segundo día en Roma. La idea es ir a visitar el vaticano. Por lo tanto, madrugamos un poquito (a las 7 arriba, a las 8:15 en el vaticano). Pero claro, antes de llegar al vaticano, había que desayunar, y entramos al primer bar que vimos. Nos habían advertido que ojo, que a veces a los turistas les sablan, y decidimos tomar dos cafe-late y dos croisants (sin mantequilla ni mermelada ni a la plancha, croisant y punto). Los colegas del bar se hicieron unas señas que no supimos interpretar en principio, pero que desciframos al pedir la cuenta: 17 eurazos. Eso sí, dibujaron un corazoncito con la leche del café. Aviso a navegantes: los hosteleros italianos son unos jetas, preguntad primero cuanto os van a cobrar por algo, y si os interesa, pedidlo.
Tras el incidente del sable nos fuimos en metro al vaticano. Voy a intentar ser lo más breve posible al describir lo que ofrece el vaticano, pero hay que tener en cuenta que es la mayor basílica del mundo (bueno, la segunda, en costa de marfil hicieron una replica un poquito más grande) y los museos más impresionantes que yo he visto hasta ahora. Recomiendo a todos los visitantes iniciar el dia en el vaticano, y si es posible madrugando un poquito, porque aparte de las interminables colas a media mañana, no se aprecia igual la basílica tan plagada de gente.
La Plaza de San Pedro es espectacular. En principio la plaza se abria entre multitud de calles muy estrechas, y el efecto era aún mayor, pero Mussolini construyó la Via della Conciliazione, malogrando la sensación de amplitud. Aún asi, impresiona. En la basílica destaca la fachada y el pórtico, y en el interior la Piedad de Miguel Angel, el Baldaquino, las cúpulas... La entrada es gratuita, sólo hay que pasar un control de seguridad (de ahí las colas).
Una vez concluida la visita a la basílica nos dirigimos a los museos. Hay que dar un pequeño rodeo, y a pesar de que imaginabamos que las colas iban a ser espectaculares, no esperamos mas de cinco minutos (quizás por la hora). La entrada cuesta 14 euros, y no está incluida en el Roma Pass. Las obras que alberga son, en su mayoría, de gran valor, y el número de obras es tan grande que en algunas estancias da la sensación de tener las obras apiladas (como si fuese un almacén en lugar de un museo) debido a la falta de espacio. Algo que llama la atención es que al ver las estatuas de desnudos griegas y romanas les han colocado una hoja de parra cubriéndoles los genitales. No es broma.
Me impresionó el buen estado de conservación de las obras allí expuestas. Por lo general cuando ves obras de esculturas antiguas suelen estar sin cabeza, falta un brazo, pierna, algo, pero estas estaban intactas (por qué será). Las más destacadas son el Augusto Prima Porta, el Laoconte, el Torso Belvedere, el Nilo y sus afluentes... Es conveniente buscar información en internet de lo que vas a ver allí.
A continuación, destaco la Galeria delle Carte Geografiche, que mide 175 m. de largo. En las paredes se exponen mapas antiguos de Italia, pero lo más espectacular es el techo con frescos que ilustran pasajes biblicos. Y mejor que seguir hablando del museo, dejo algunas imagenes de las maravillosas estancias de Rafael y de la capilla sixtina, un espectáculo para la vista.
Al salir del vaticano, 2º sablazo del dia, 8 euros por una coca cola y un troza de pizza, que encima sabia rara, pero a ver quien la tiraba. Lo peor de todo es que este si que era previsible. En fin, nos lo comimos en la plaza de san pedro y aprovechamos para descansar un rato.
El siguiente lugar que visitamos fue el Castel Santangelo, que la verdad es que no ofrece ningún atractivo turístico. Como anécdota histórica fue el lugar donde se refugio el papa durante el famoso saqueo de Roma de Carlos V.
Decidimos pasar la tarde en el barrio del trastévere, y como no, ir hasta alli caminando, dando un paseo por la orilla del rio. Ahí nos empezamos a dar cuenta de la suciedad y el abandono de la ciudad. Las aceras estaban repletas de baches, las fachadas de los edificios muy deteriorados, y en general daba una sensación de deterioro que se confirmó en otros barrios. El barrio es bastante curioso, calles estrechas adoquinadas, con poco tráfico, ropa tendida en las puertas de las casas. Optamos por subir a la igesia de San Pietro in Montolio, donde hay un mirador que ofrece buenas vistas de la ciudad. Lo malo son las escaleras que hay que subir para llegar, y que juegas la vida al tener que cruzar una carretera en una curva sin visibilidad.
Descansamos en la plaza de Santa María, con una basílica muy bonita, y continuamos dando un paseo hasta la basilica de Santa Cecilia. Durante este trayecto las calles estaban repletas de restaurantes, tiendas y terrazas. La basílica de Santa Cecilia estaba cerrada, y después de descansar un rato cruzamos el río por la Isola Tiberina sin saber muy bien que dirección tomar, así que vimos unas ruinas y unas escaleras que bajaban, y allá que fuimos. Resultó ser la entrada a las ruinas del teatro Marcello, aunque no se podia visitar. Al fondo divisamos el monumento a Victor Manuel II y el Campidoglio, y nos acercamos a verlo.
Al llegar ves dos enormes filas de escaleras para acceder a ambos lugares, y decidimos subir a la plaza del Campidoglio, que parecian menos empinadas. En esta plaza están los museos Capitolinos, pero andabamos demasiado escasos de tiempo para poder visitarlos, aunque según todas las referencias que teniamos merecian la pena. Al tener poco tiempo, decidimos dedicar más a ver la ciudad en lugar de más museos. Junto a la plaza hay un mirador donde se divisan las ruinas de la antigua roma, junto al arco de Septimio Severo, y desde ahí divisamos por primera vez el coliseo.
El monumento a Victor Manuel II es un enorme conjunto de piedra, edificado en honor del último rey y responsable de la unificación italiana en el siglo XIX. Hay un par de soldados custodiando una tumba, y vimos el cambio de guardia, que la verdad es que no fue nada del otro mundo. Otra vez escaleras arriba (desde que nos levantamos sólo habiamos cogido el metro una vez, y ningún autobús, todo a pata) a contemplar la obra.
Tras un largo y merecido descanso, decidimos pasar el resto del día (ya anochecía) comiendo un helado en la Fontana de Trevi y
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