Llegada al continente asiático ✏️ Diarios de Viajes de Corea Sur

A pesar de tener todo atado desde Bilbao (mi ciudad) aterrizas en un aeropuerto 10 veces el de Loiu y ves el 99,9% de las caras orientales y te dices: ¡Ostias, qué lejos estoy! Desde Bilbao hice escala en Frankfurt y aterricé en el aeropuerto de Intercheon en Seoul, la capital de Corea del Sur. Estaba fascinaba, llegué con muchas ganas de comunicar mi estado a mis familiares pero no era tan fácil. No conseguí wi-fi hasta llegar a Intercheon. Recuerdo que llamé vía whatsapp a mi padre, bastante alucinada, estaba rodeada de cientos y cientos de coreanos y coreanas elegantes y estresad@s. Ellas con faldas de tubo, pegadas, estrechas, y ellos con trajes, camisa, zapatos. El aeropuerto estaba teñido de un gris presenciado por el color blanco y negro de sus vestimentas. En ese momento, pensé que me lo iba a pasar muy bien. El motivo principal de mi visita a Seoul era realizar un curso de formación en Gadeok, un barrio rico de la capital. En realidad, los objetivos secundarios pero con mucha fuerza también eran desevolverme con el inglés (el curso iba a ser impartido en inglés) y conocer mundo. Y qué mejor manera de atravesar medio mundo para plantarme ahí, a 9.000 kilómetros de Bilbao. Tengo que reconocer que nada más despedirme de mi pareja en el aeropuerto y cruzar la puerta de embarque, me puse a llorar desconsoladamente. Pero la aventura me fascinaba. El viaje de ida y vuelta me costó 600€ + seguro 100€. Muy barato, lo cogí con 2 meses de antelación, en marzo del 2015 y el vuelo salía el 5 de mayo del 2015. El curso de formación costaba unos 1000€ que yo recuerde e incluía el alojamiento y la comida. Previamente había intercambiado e-mails con la profesora del curso, alemana y dos compañeras extranjeras que iban a la aventura como yo, Sarah, de Nueva Zelanda y Victoria, chilena pero viajaba desde China ya que llevaba instalada allí unas semanas. Una vez pasado el tumulto de la salida del aeropuerto, pregunté en información cómo podía llegar hasta Gadeok, la dirección del centro residencial donde se impartiría el curso. Me indicaron un número de autobús, si no me equivoco, el 506. Salí y justo lo tenía en frente, me monté y rumbo a la dirección. Me fui fijando en cada parada, en cada marquesina venía escrito el nombre con letras normales pero el autobusero iba diciendo en alto las paradas, en coreano claro. Un idioma muy sutil. Cuando creí ver escrita mi parada, me bajé! Ésto fue en la parada número 23 aproximadamente. Qué sensación, bajé del bus y miré alrededor, ay! Ya está, sola en Corea. Enseguida, frente a mí, ví el nombre del centro: Communnity Center of Seoul, parecían las señas y el logotipo d eun polideportivo pero la imagen coincidía con lo que había trasteado en Internet desde Bilbao. Allá fui. Entré al recinto, caminé, y pregunté en la recepción por la organizadora del curso: Kyugrand Lee. Sí, había acertado! Me acompañó afuera (no sabía inglés), parecía que me llevaba de vuelta a la salida pero antes de salir del recinto me mostró una caseta, parecían unos baños público, un almacés, no sé, a juzgar por el tamaño. Utilizó su llave, me dijo que esperara ahí dentro. Dí mis primeros pasos más allá del felpuedo del hall y la recepcionista coreana comienza a dar grititos sutiles, la miro y me hace la seña de: ¡quitate lel calzado por dios! Me dejó sola. Parecía ser la primera de las extranjeras en llegar, inspeccioné la caseta. El suelo era térmico, parqué pegado. A la izquierda el baño con ventana, ducha sin plato, lavabo y lavadora-secadora. El hall era la sala principal de la caseta, la cual tendría 30 m2. Rectangular, a la derecha la pared estaba recubierta de ventanales, al frente también. Habia una nevera, sobre ella, un microondas. Todo lo demás estaba a la altura del suelo: una mesa y encima un teclado con una pantalla de ordenador que proyectaba las vistas de afuera, es decir, de una cámara de seguridad. El ordenador pegado al suelo. Cojines. A la izquierda, en la misma orientación que el baño y con una pequeña ventana, estaba el dormitorio. Dos camas y dos colchones en el suelo. Éramos cuatro. De pronto entran por la puerta, era Kyugrand con Victoria! Abracé a Victoria y saludé a kyugrand, la cual parecía muy afable. Por fin, tras unas 20 horas sin hablar mi idioma crucé palabras con Victoria!! Qué alegría, lo necesitaba.

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