Inicialmente este día teníamos previsto la visita de los pueblos alrededor de Colmar con las Navettes de Noel, pero vimos que este servicio terminaba el día 22 de diciembre con lo que no podíamos hacer lo previsto, ya que sin estos autobuses era complicado moverse de un pueblo a otro si no teníamos coche que era nuestro caso. Por descarte decidimos ir a Estrasburgo que en principio teníamos pensado dejarlo para otro viaje.
Utilizando nuevamente el billete de tren Alsa+ journee groupe para los cuatro y nos vamos tempranito a Estrasburgo.
Lo primero que nos sorprendió fue la propia estación de la la ciudad, por dentro es una estación clásica, pero el exterior tiene una estructura metálica moderna que le da un aspecto más de campo de futbol que de estación ferroviaria.
El día era tristón y muy nublado y frío pero sin lluvia, lo que nos permitió caminar sin problemas, además la parte antigua es cómoda para caminar.
estábamos un poco despistados en la ciudad ya que como inicialmente no teníamos pensado visitarla no habíamos leído casi nada, por lo que los dejamos llevar . En pocos minutos llegamos a la plaza donde está el inmenso abeto de Navidad, unas cuantas fotos y a seguir caminando siguiendo las indicaciones de la catedral.
Enseguida nos impresionó la decoración de los comercios, realmente cuidada y bonita, si Colmar nos había encantado, Estrasburgo no se quedaba atrás para nada incluso a mi me gusto mas.
Llegamos a la Plaza de la catedral, realmente impresionante, exteriormente es una joya, entramos y tuvimos que esperar a que terminara la misa para visitarla, nos pareció muy bonita también. Lo único es que nos quedamos con ganas de ver el reloj pero la zona donde está estaba en restauración y solo lo pudimos ver por un agujerito, otra vez será.
Recorrimos el mercadillo de la plaza, una cuantas fotos, y a seguir paseando por la ciudad. Seguimos hasta la pequeña Francia, cruzando pequeñas plazas, algunas con mercadillos otras simplemente con los comercios engalanados.
Las casas y canales de la pequeña Francia, simplemente preciosos, después de un buen paseo por la zona , volvimos hacia la zona de la catedral, en el camino encontramos una tienda de quesos magnifica, la chica que estaba allí nos dio a probar, y no pudimos resistir la tentación de comprar, los precios no eran demasiado baratos, pero la calidad merecía muy mucho la pena. La chica hablaba español bastante bien y nos explicó los tipos de queso que tenían, el tiempo de maduración, etc. fue encantadora.
Continuamos hacia la catedral y allí comimos en uno de los puestos, una pasta riquísima, y luego una especie de buñuelos con vino caliente que estaban genial.
Continuamos enamorándonos un poco más de la ciudad, y tras un rato tomando un café, ya que el frío empezaba a hacer estragos, nos fuimos hacia la estación para coger el tren de regreso. A Estrasburgo tenemos que volver.