Tras un desayuno tranquilo en nuestro hotel nos marchamos hacia Basilea, las vacaciones se estaban terminando. En una hora más o menos llegábamos a la estación de Basilea, tras dejar las maletas en la consigna, que está bajando las escaleras mecánicas salimos a conocer la ciudad Suiza.
La consigna funciona con monedas pero no admite euros, pero no hay ningún problema, hay una máquina de cambio en la misma zona de las consignas.
El día estaba totalmente despejado con un cielo azul precioso, pero también con bastante frío. Lo primero fue ir hacia la plaza del ayuntamiento. Lo primero que nos llamó la atención es que la ciudad parecía totalmente desierta, bien que era la mañana de Navidad, pero parecía casi una ciudad fantasma. Lo siguiente es que no había rastro de decoración navideña salvo en los escaparates de unos grandes almacenes, que al estar cerrados por ser festivo aún no lo habían retirado, y eran realmente sencillos, la austeridad suiza en estado puro.


Llegamos a la plaza del ayuntamiento, creo que es lo que más merece la pena de la ciudad, la fachada roja y decorada es lo primero que llama la atención, todo perfectamente mantenido y en perfecto estado de revista. El patio interior también es muy bonito. Continuamos nuestros camino hacia el río desde donde hay una bonita vista de la ciudad. Continuamos subiendo por la zona de la Universidad hacia la catedral, esta es la parte más antigua de la ciudad, hay algunos pequeños comercios y poco más, En la catedral, muy sencilla tanto en el exterior como en el interior, es el único sitio donde nos encontramos gente.

Continuamos caminando hacia los restos de la muralla, quedan un para de puertas de las que vimos una.

Continuamos hacia la estación para ir al aeropuerto, en el camino paramos en un Starbuck, de los pocos sitios que estaban abiertos, para un café , la realidad de Suiza estaba en la lista de precios, el café que en Madrid en esta cadena cuesta alrededor de los 4€ allí era 8,30€, menos mal que no se nos ocurrió pedir algo de comer, si no nos tenemos que quedar fregando platos, jajajaja.
Tras un rato tomando el café y recuperándonos del frío, recuperamos nuestras maletas y desde la misma puerta de la estación cogimos el autobús que va al aeropuerto, las salidas son cada 10 minutos, y cuando sale un bus el siguiente ya está esperando. Los billetes se sacan en la maquina que hay junto a la parada y esta si admite euros.
En unos 20 minutos estábamos en el aeropuerto, no había mucha gente por lo que todo fue rápido. El vuelo de Iberia puntual. Llegamos a casa enamorados de la zona y con ganas de repetir, hay que empezar a preparar las próximas navidades que ya solo queda un año.