A media mañana cogimos un taxi para ir hacia la ciudad de Nabeul, ubicada a 15 kilómetros de Hammamet, elegimos esta opción por la comodidad y rapidez, tiene un coste de 20€ que compartido vale la pena, evitando así el tener que parar constantemente con el autobús de linea o pagar un tour organizado.
Uno de los lugares más populares de la ciudad es su Zoco o mercado, donde encontramos infinidad de artesanías, desde trabajos en cobre trabajados a cincel, alfarería, cerámicas modeladas y pintadas a mano, etc., visitamos varios talleres donde pudimos comprobar la destreza que tiene los artesanos pintando y modelando la cerámica, en impresionante ver como a mano alzada consiguen una gran perfección en los trazos del pincel, vamos que si lo hago yo quedaría hecha una piltrafa.
Recorrimos la medina que dispone de varias de puertas de entrada todas ellas presididas por bellos arcos trabajados en bajorrelieve.
Regresamos al hotel para almorzar, relajarnos y refrescarnos en su piscina, que es de agradecer cuando viajas a Túnez en agosto.
Cuando el sol iba aflojando un poco, nos fuimos a un campo de Golf cercano, para que nos enseñaran a realizar un “swing” desde el “Tee” de salida, vaya que no teníamos ni idea de darle a la pelota y queríamos pasar un rato divertido intentándolo, total que arrancamos más césped que lo que le dimos a la bolita, nos lo pasamos estupendamente riéndonos unos de los otros viendo lo mal que lo hacíamos, he de reconocer que nunca más lo he intentado.
Regresamos a la ciudadela de Hammamet para pasear al atardecer, y cuando anochecía nos sentamos en un café para tomar un té chupando una cachimba.