Aunque hoy sólo disponemos de medio día, nos va a dar tiempo de hacer un montón de cosas.
Lo primero, será ir al monumental puente suspendido Clifton.
Tomamos un autobús porque está bastante alejado del centro.
Esta obra de ingeniería victoriana de más de 400 metros de largo conecta los dos lados de este rocoso desfiladero. Abajo, muy muy abajo, pasa el río Avon.
El proyecto fue un capricho de los ricachones habitantes de Clifton, que cuando salían a visitar a los ricachones de la otra orilla, les daba pereza bajar al río y luego subir.
Bien empezados los trabajos de construcción, los ricachones dejaron de serlo y se acabó la pasta.
Sólo las torres estaban construidas, conectadas por un cable y una cesta que usaban los trabajadores para ir de un lado a otro. Así que para recaudar fondos se les ocurrió cobrar a los visitantes para montar en la cesta como una atracción de feria extrema.
Eventualmente, en 1864, cuando el genio ingeniero del puente ya se había muerto, se consiguió el dinero para finalizarlo, y sigue funcionando a día de hoy, cruzando a diario más de 10.000 coches.
Los coches pagan 1£ de peaje. Los peatones nada.
El puente se observa mejor desde el Clifton Observatory, un montículo elevado con una torre y una cafetería.
El pueblito de Clifton es una monada, lo cruzamos de regreso.
Con sus cafeterías cuquis, sus boutiques independientes, y mucha elegancia en general.
Destaca la calle Royal York Crescent, con una hilera larguísima de casitas adosadas georgianas con amplias vistas. De esas que dices: “Mmh, no me importaría vivir aquí”.
Vamos descendiendo la colina y llegamos al barrio de la Universidad de Bristol.
Aquí se encuentra la Cabot Tower, a la que no subimos porque nos da pereza, y el museo de la ciudad, Bristol Museum and Art Gallery.
Como la gran mayoría de los museos en Inglaterra: está en un edificio histórico chulísimo y es gratis.
Su obra más popular probablemente sea la estatua del ángel de Banksy, el artista grafitero local de fama internacional.
Nosotros le dedicamos poco tiempo porque queremos hacer más cosas hoy, pero el museo no es muy grande.
La calle Park, que conecta el museo con la catedral, está concurridísima y repleta de puestos de restauración sin pretensiones. Se nota que es zona universitaria.
En una esquina encontramos de casualidad el mural Well Hang Lover de Banksy.
Entramos a la espléndida catedral de Bristol.
De estilo gótico, muy parecida a las que hemos visto estos días en Bath y en Gloucester, pero sin superarlas en grandeza.
Destaca que las naves laterales son igual de altas que la central, y esto le da mucha sensación de espacio interior.
Es la hora de comer y nos acercamos otra vez al muelle de la Old City.
Prince Street está lleno de pubs. El elegido para nuestra última comida en Bristol es The Shakespeare Tavern. Un pub histórico pero muy finamente restaurado.
Cruzamos nuevamente el río para dirigirnos al barrio de Redcliffe, donde está el segundo edificio más alto de la ciudad. Cómo no, es otra iglesia gótica.
Hemos visto asomar la punta del campanario de St Mary Redcliffe desde prácticamente cualquier esquina durante estos días.
Por dentro destacan los luminosos vitrales que cubren toda la parte superior de los muros. Somos los únicos visitantes, quizás porque no está muy céntrica, y esto le da un aire más solemne.
Se está acercando la hora de ir al hotel a buscar las maletas, pero antes pasamos por los turísticos Christmas Steps.
Es una callejuela medieval muy pintoresca, con pequeñas galerías y bares modernos.
A las cuatro de la tarde ya nos dirigimos al aeropuerto y acabamos esta mini escapada en la que hemos viajado al tiempo de los romanos, a la edad media y a la época victoriana. Ha sido genial descubrir esta zona que tiene tanto por ofrecer.
Espero que este diario pueda inspirar y ayudar a los futuros viajeros. Agradezco vuestra lectura y como siempre, a Roger por las fotos.