Tras el diluvio que nos sorprendió en Cádiz, con previsión de continuar durante los tres días siguientes, cambiamos de planes y nos dirigimos hacia la provincia de Málaga, que tenía mucho mejores augurios climatológicos. Tras una tarde pasada por agua en la capital gaditana, al día siguiente, cuando nos fuimos, tratamos de aprovechar lo que parecía una tregua para dar un paseo por Medina Sidonia, pero tuvimos que desistir porque no había quien parase allí, con un viento huracanado y la lluvia, que empezó a caer con fuerza de nuevo.
Mirador de Medina Sidonia bajo la lluvia y el viento.
Una mañana horrible. No sabíamos si, finalmente, podríamos visitar Baelo Claudia, nuestro siguiente destino, si bien teníamos la esperanza de que en los 67 kilómetros que nos faltaban el tiempo mejorase algo, al acercarnos ya a Málaga. Afortunadamente, así fue. Por cierto, si no lo supiéseis, ¿dónde situaríais a simple vista los paisajes de las siguientes fotografías? ¿En la provincia de Cádiz? Apuesto a que no sería la primera opción .
Desde Cádiz hasta Baelo Claudia hay unos 95 kilómetros, que se tardan en recorrer en torno a una hora y cuarto. El itinerario sugerido por Google Maps es el siguiente:
Siempre me había llamado la atención la famosa foto que aparece en casi todas las revistas de viajes de la provincia de Cádiz, la de la escultura del emperador Trajano rodeado de columnas y con el mar de fondo. Me apetecía verlo en persona y, como íbamos a pasar muy cerca, me pareció el momento oportuno pese al mal tiempo.
Los horarios de apertura varían según los días de la semana y la época del año. Así que mejor consultarlo previamente en su página web. En nuestro caso, podíamos ir de 09:00 a 18:00. El acceso es gratuito y no se precisa reserva previa. Se puede visitar libremente tanto el Museo como el yacimiento. Hay gran cantidad de paneles informativos a lo largo del recorrido que lo explican todo muy bien. Además, se pueden obtener folletos o descargarlos por internet.
Maqueta del Museo sobre cómo era la ciudad durante su mayor esplendor.
Circulando por la carretera que lleva al conjunto arqueológico, ya pudimos divisar, a la derecha, la magnífica estampa que presenta la enorme duna de Bolonia y su playa. Nos hubiera gustado hacer alguna ruta de senderismo por la zona, pero el panorama meteorológico no estaba para emprender caminatas. Otra vez será.
El centro receptor de visitantes fue inaugurado en 2007. Aunque no se pagan, hay que sacar las entradas en la taquilla. A continuación, se accede al Museo, donde conviene entretenerse un rato para entender mejor lo que veremos después en el yacimiento. Formando parte de la exposición permanente, distribuida por apartados temáticos, hay maquetas que nos muestran la disposición de la ciudad y su puerto; y se pueden ver audiovisuales y numerosas esculturas y piezas de todo tipo rescatadas en las excavaciones. También hay una biblioteca especializada y salas para exposiciones temporales.
Baelo Claudia está considerado uno de los conjuntos urbanos de la época romana más completos de toda la Península Ibérica. Además, contaba con dos cementerios o necrópolis y tres acueductos que abastecían de agua a la ciudad.
Su origen se remonta al siglo II a.C. Desde tiempos muy antiguos, en esta zona, de mayo a septiembre, era común la pesca del atún mediante redes similares a las actuales de almadraba, sometiéndose posteriormente a un tratamiento de conservación en salazones. Tales elaboraciones acabaron por convertirse en un puntal de la economía local, basada en el comercio marítimo, pues su situación estratégica, junto al Estrecho de Gibraltar, favorecía los intercambios con el norte de África, en especial con la ciudad de Tingis, la Tánger actual.
En la primera mitad del siglo II d.C. consiguió su mayor prosperidad al ser declarado municipio romano (de ahí el título de Claudia), lo que contribuyó a la construcción de un importante complejo urbano dotado de todo tipo de servicios: foro, teatro, edificios administrativos, termas, templos, mercados, tiendas…
Para su desventura, a mediados del siglo II, la ciudad frenó su auge, comenzando un declive que se intensificó a causa de un gran terremoto acaecido en el siglo III. En el siglo VII, todos sus habitantes la habían abandonado y cayó en el olvido.
La visita se realiza muy cómodamente siguiendo las flechas que marcan el recorrido, cuyo primer sector está compuesto por el acueducto oriental y los restos de la muralla. Pese al cielo gris y los nubarrones, el terreno estaba muy verde, abundaban las florecillas y el paisaje lucía bonito; había, incluso, ovejas pastando felices.
Según el recorrido recomendado, todavía no tocaba ir hasta allí, pero no logré resistir la tentación de acercarme a ver más de cerca la escultura colosal con que la ciudad quiso homenajear al emperador Trajano. Aunque se trata de una réplica de la original, que se encuentra expuesta en el Museo Provincial de Cádiz, la estampa no desmerece en absoluto, pues la panorámica resulta espléndida y las fotos salen de lo más resultonas.
De vuelta al itinerario sugerido, continué por la Puerta de Carteia y llegué hasta las factorías de salazón, cuyo funcionamiento aparece perfectamente explicado en los paneles informativos.
En esta parte, resulta fácil acercarse hasta un cercado desde el que se contempla bastante bien la Duna de Bolonia y sus fantásticas playas, aunque la mañana no invitase a pasear por la arena ni bañarse en el mar, precisamente.
Seguí hacia el mercado y la plaza meridional, con la plaza porticada del foro y la basílica, edificio de dos plantas destinado a la administración de justicia. El espacio también contaba con una tribuna de arengas y una fuente monumental. Se trata de un foro típico de principios del siglo I d.C.
Desde aquí se obtienen unas vistas espléndidas, ideales para tomar algunas fotos. Aunque faltaba el sol, no nos podíamos quejar porque no llovía y tampoco hacía viento, una bendición después de lo que habíamos sufrido en Cádiz. El paseo estaba resultando muy agradable.
Continuamos por las zonas de archivos, las salas de votaciones, la curia, la escuela, las tiendas, la Puerta de Gades, las termas… Al fin, llegamos hasta el Teatro, que aprovechó su ubicación en una pendiente para la instalación del graderío.
La zona religiosa se situaba en la parte más alta de la ciudad, dominándola por completo, y estaba compuesta por los templos de la triada capitolina, dedicados a los dioses Juno, Júpiter y Minerva, a los que, debido al gusto por lo oriental de moda en el siglo I d.C., se añadió un templo para la diosa egipcia Isis.
Desde aquí, se llega a unos miradores con vistas fantásticas que dominan todo el foro y los edificios administrativos, por no hablar de un estupendo fondo paisajístico que pone la guinda al pastel.
Muy chula esta visita a Baelo Claudia. Puede que la repitamos en otra ocasión, incluyendo también un paseo por la duna, cuando volvamos en un futuro para completar nuestra fallida escapada a la Sierra de Grazalema.