En el cuarto día de nuestro viaje nos dirigimos a Piazza Armerina, en el centro de Sicilia, dado que nos habían hablado muy bien de sus mosaicos de azulejos, y todo lo que habíamos leído nos encantaba. Nos desviamos bastante en nuestro viaje para ir hasta allí y cuál fue nuestra sorpresa al comprobar que estaba ¡¡¡cerrado!!!. Según nos comentó el guarda, en esta époco sólo abren en viernes, sábado y domingo. Una putada vamos...
Así que nada, nos tomamos un café en el pueblo más cercano y seguimos nuestro camino hasta Agrigento conociendo las carreteras más cutres que hayamos visto.
Como llegamos sobre las 12 a Agrigento nos fuimos directamente al Valle de los Templos. ¡Qué pasada!. Estuvimos de 12 a 5 dando vueltas por allí (comiendo dentro del recinto un bocadillo que llevábamos) y la verdad que no nos sobró tiempo. No vimos el museo arqueológico porque no somos muy de museos de ver "piedras", así que haceros una idea aproximada de cuánto tardaríais vosotros.
Una vez visto el Valle de los Templos nos fuimos la hotel, que no estaba exactamente en Agrigento, sino en Villaggio Mosè, un pueblo cercano. El hotel era el Tre Torri, de tres estrellas, pero como debíamos de ser de los pocos clientes nos dieron una suite en la azotea con unas vistas super chulas, cama doble (no dos individuales unidas) y un baño grande. Todo muy limpio, la verdad. Os recomiendo este hotel, en serio. Por ponerle alguna pega, el desayuno no era cosa del otro mundo, pero un croissant y un café lo tienes.
Una vez dejadas las maletas fuímos a ver el centro de Agrigento. A parte de la dificultad de moverse con el coche por una ciudad que es todo cuestas y calles estrechas y que para aparcar había que dar vueltas y vueltas, no había gran cosa por ver en el centro. La verdad que no nos gustó nada y para cenar tuvimos que ir al polígono cercano al hotel.
Una vez cenados, para no variar, ni un garito para tomar una copa, así que a la cama y hasta el día siguiente, en el que iríamos directamente a Palermo.