Viernes 16 de octubre y ponemos rumbo a Castilla hacia la una y media de la tarde. Para hoy tenemos pensado comer unos bocatas y visitar Sepúlveda y Pedraza antes de hacer noche en Espirdo, cumplimos a la perfección.
TOTAL: 189 kms.
Comemos unos bocatas en una gasolinera en la A-1 y hacia las 3 y media llegamos a Sepúlveda, aparcando en el aparcamiento público en la parte de abajo del pueblo. Este precioso pueblo de la provincia de Segovia se encuentra junto a las famosas Hoces del Duratón.
Ya en la Edad de Hierro había un enclave urbano arévaco (de una tribu celtibérica) en el cerro de Somosierra, al oeste de la localidad; construyendo los romanos Confluentia (Duratón), una pequeña ciudad a 7 kms de la que dependía Sepúlveda, una pequeña aldea en esa época en la que se situaron varios santuarios romanos rurales. Durante la Reconquista fue repoblada por Fernán González, Conde de Castilla, quien dio fuero a la villa en el convulso siglo X, en el que cambió de manos varias veces entre cristianos y musulmanes; de esa época data la Comunidad de Villa y Tierra de Sepúlveda, que abarca 37 municipios y que sigue existiendo a día de hoy (estas comunidades eran entes medievales para la repoblación y administración de los territorios conquistados a los moros). Como curiosidad medieval decir que fue de las primeras villas en expulsar a los judíos, en 1468, 24 años antes de la expulsión a nivel nacional.
En la Edad Moderna cabe destacar una visita de Carlos III, quien regaló un cuadro al Ayuntamiento que sigue expuesto; y durante la Guerra de la Independencia se produjo la Acción de Sepúlveda, el único combate en el que intervino la Guardia Imperial de Napoleón en toda la Península Ibérica; y cayó derrotada, siendo frenadas las tropas francesas en su avance hacia Madrid. Ya en la Guerra Civil se mantuvo del lado de los sublevados, siendo un puesto de mando de las tropas que controlaban Somosierra.
A día de hoy es una preciosa villa que nos muestra su lado más medieval en un laberinto de callejuelas empinadas y empedradas.
Comemos unos bocatas en una gasolinera en la A-1 y hacia las 3 y media llegamos a Sepúlveda, aparcando en el aparcamiento público en la parte de abajo del pueblo. Este precioso pueblo de la provincia de Segovia se encuentra junto a las famosas Hoces del Duratón.
Ya en la Edad de Hierro había un enclave urbano arévaco (de una tribu celtibérica) en el cerro de Somosierra, al oeste de la localidad; construyendo los romanos Confluentia (Duratón), una pequeña ciudad a 7 kms de la que dependía Sepúlveda, una pequeña aldea en esa época en la que se situaron varios santuarios romanos rurales. Durante la Reconquista fue repoblada por Fernán González, Conde de Castilla, quien dio fuero a la villa en el convulso siglo X, en el que cambió de manos varias veces entre cristianos y musulmanes; de esa época data la Comunidad de Villa y Tierra de Sepúlveda, que abarca 37 municipios y que sigue existiendo a día de hoy (estas comunidades eran entes medievales para la repoblación y administración de los territorios conquistados a los moros). Como curiosidad medieval decir que fue de las primeras villas en expulsar a los judíos, en 1468, 24 años antes de la expulsión a nivel nacional.
En la Edad Moderna cabe destacar una visita de Carlos III, quien regaló un cuadro al Ayuntamiento que sigue expuesto; y durante la Guerra de la Independencia se produjo la Acción de Sepúlveda, el único combate en el que intervino la Guardia Imperial de Napoleón en toda la Península Ibérica; y cayó derrotada, siendo frenadas las tropas francesas en su avance hacia Madrid. Ya en la Guerra Civil se mantuvo del lado de los sublevados, siendo un puesto de mando de las tropas que controlaban Somosierra.
A día de hoy es una preciosa villa que nos muestra su lado más medieval en un laberinto de callejuelas empinadas y empedradas.
Empezamos subiendo hacia el centro por la calle de entrada a Sepúlveda, la Calle Alfonso VI, ya desde la parte baja se ve que es un pueblo precioso, y eso que aún no llegamos al centro como tal.
Al poco llegamos a una de las antiguas puertas de entrada a la villa bajo la muralla medieval, la del Azogue.
Y rapidamente llegamos a la Plaza de España, una preciosa plaza medieval con muchos de los edificios importantes de la villa. Lo malo es que tiene coches aparcados, lo que le resta muchísimo encanto. Cuando se construyó estaba fuera de la muralla y aquí se celebraban los actos más importantes de la localidad: ferias, mercados y corridas de toros.
Aquí está La Espadaña, una antigua iglesia. Delante tiene un bonito y pequeño edificio, el Antiguo Ayuntamiento.
De esta plaza salen numerosos callejones estrechos y empedrados, entre ellos este, el de la Barbacana, por donde entramos a la plaza.
Nos vamos a la vecina Plaza del Trigo, que acoge el Ayuntamiento de Sepúlveda.
Y también la Oficina de Turismo, en la Antigua Cárcel de Sepúlveda, que funcionó como tal desde el siglo XVI hasta el XX, y en el que nos dieron un plano con una ruta a segur para ver los monumentos más destacados de Sepúlveda.
De esta plaza sale un precioso callejón, la Calle de San Gil.
Nos asomamos y vemos una buena vista de las casas del pueblo, asomando al fondo las famosas Hoces del Duratón.
Una cosa que nos gustó mucho de Sepúlveda es que en la placa con el nombre de cada calle se explica porqué recibe este nombre, es simpático el detalle.
Y este es el Callejón de La Queda, precioso.
Salimos al adarve de la Muralla para dirigirnos a la parte alta de la villa.
Ahí nos encontramos con una casona claramente abandonada. Una pena.
Y subimos por la Subida al Salvador, que se inicia junto a la casona abandonada; nos dirigimos a la iglesia del mismo nombre, que ya vemos en lo alto.
Y llegamos a la Iglesia del Salvador, un templo románico de grandes dimensiones construido entre los siglos XI y XII y siendo uno de los mejores ejemplos de este estilo en Castilla.
La encontramos cerrada y no podemos entrar. Pero este punto alto es un buen mirador. Por un lado tenemos las Hoces del Duratón, y delante la prolongación de la villa hasta Nuestra Señora de la Peña.
Y por el otro el centro de Sepúlveda.
Además, y para completar la panorámica, por encima de nosotros tenemos un buitre abriendo las alas en todo su esplendor.
Nos vamos hacia la citada iglesia por calles empedradas y con rincones bonitos, como esta fuente dedicada a Isaac de Frutos
Y llegamos a Nuestra Señora de la Peña, otra iglesia románica, un siglo más moderna que la anterior
La portada está ricamente decorada a nivel escultórica, esta iglesia era una de las joyas de la Corona de Castilla.
Tiene una torre que funciona como campanario adosada con una cierta altura.
El interior es de una sola nave y tiene un trabajado retablo barroco del siglo XVIII, no me gusta nada esto de mezclar estilos y meter un retablo dorado en un templo sencillo y medieval.
Fuera de la iglesia tenemos un excelente mirador a las Hoces del Duratón, un monumento natural formado por la erosión del Río Duratón al bajar hacia el Duero desde la sierra madrileña.
Además, y por la forma alargada de Sepúlveda, desde aquí tenemos una magnífica perspectiva del centro del pueblo, cargado de casas y calles de piedra.
Vamos volviendo hacia el coche y nos encontramos con la Casa de los Proaño o del Moro, actualmente en venta pero que es uno de los atractivos sepulvedanos; su fachada es plateresca y el frontón tiene la cabeza de un moro (de ahí su nombre), aludiendo esta figura a la toma de la villa por parte del Conde Fernán González.
Y para acabar la visita salimos por la Puerta del Azogue, que ya vimos al llegar al pueblo. Es una puerta románica, seguramente la más conocida de la muralla que protegía la villa.
Cogemos el coche y abandonamos la bonita Sepúlveda, no sin antes disfrutar de las vistas de un mirador al lado de la carretera.
CONCLUSIONES DE SEPÚLVEDA: Es un pueblo medieval muy bonito, con varias iglesias románicas y calles bastante cuidadas (aunque hay algún edificio que pide a gritos una rehabilitación). La estampa desde fuera del pueblo también merece la pena.
Es pequeño, así que al viajero medio no le tomará más de dos horas visitar la ciudad; teniendo un tamaño perfecto para combinarla con Pedraza en una excursión de algo más de medio día desde Segovia (sobre todo en verano que los días son largos). Es una joya, y junto con Pedraza son paradas obligatorias en cualquier viaje por esta zona de Castilla.
Abandonamos, ya definitivamente, la bonita Sepúlveda para dirigirnos a Pedraza, otro pueblo medieval que nos enamoró desde el primer momento, y es que nos pareció con muchísimo más encanto que el primero a pesar de ser mucho más pequeño; una auténtica joya castellana que se descubrió ante nosotros.
Se cree que pudo estar habitada ya en tiempos de los romanos (y es que su nombre parece derivar de la Pretaria romana); pero su origen oficial se remonta al primer Señor de Pedraza, Don Fernando Gómez de Albornoz en el siglo X. Este noble recibió la aldea como premio por habérsela arrebatado a los moros junto con Segovia y Sepúlveda. Tras cambiar dos veces de manos se funda la Comunidad de la Tierra de Pedraza, que cuenta hoy con 18 municipios. Era una de las localidades más importantes de la zona y estuvo durante más de 4 siglos bajo dominio señorial, principalmente bajo la Casa de Velasco, lo que le supuso un gran crecimiento y embellecimiento.
Durante la Edad Moderna (s. XVI-XVII) alcanzó su momento de mayor prosperidad, basada en las ovejas merinas y en el Honrado Concejo de la Mesta; sin embargo en los dos siguientes siglos entró en una enorme decadencia debido a la profunda crisis del ganado ovino, sumada a la desaparición de las comunidades, quedando de igual a igual con los 17 municipios restantes que antes gobernaba. Esta crisis provoca una gran despoblación que tiene su punto más fuerte a principios del siglo XX, con la mayoría de casas abandonadas y malvendidas y en un estado deplorable. Estas ventas baratas hicieron que a partir de los 60 muchos madrileños (aunque también gente de otras ciudades) compraran casas muy baratas en el pueblo para restaurarlas y tenerlas como segunda residencia. Esta tendencia hizo que creciera el turismo y que se realizaran inversiones para rehabilitar la villa amurallada y la dejaran en el precioso pueblo medieval que es a día de hoy.
Aparcamos en la parte baja del pueblo, fuera de las murallas porque vemos una señal de prohibida la circulación (es solo para autocaravanas, no nos fijamos bien)
Al ponernos a subir hacia la muralla vemos dos coches seguidos subir, cayendo en nuestro error y llevando el coche hasta el centro del pueblo, donde existe un aparcamiento amplio y gratuito (ojo, no es fácil conducir por él, si el coche es grande no sé si entraría) Empezamos a patear este pequeño pueblo (es circular y se patea mucho más rápido que la alargada Sepúlveda) Nos enamora desde el primer momento, ya desde el callejeo en coche. Es totalmente una vuelta al pasado medieval. Adoro estos pueblos castellanos.
Las calles son empedradas totalmente, me recuerda mucho a Castrillo de los Polvazares, y es extraño pues pese a estar en la misma región les separan 300 kilómetros.
Como antesala de la plaza central del pueblo nos encontramos la Plaza del Ganado, separada de la Plaza Mayor por la amplia Iglesia de San Juan (luego os cuento algo más cuando la veámos por delante) Esta pequeña plaza es totalmente de cuento.
Junto a ella está la Plaza de la Olma, más pequeña, pero también con encanto
Y debajo de una edificio encontramos una colección de capiteles
Por fin llegamos a la Plaza Mayor, es impresionante. Parece que en cualquier momento vaya a haber un auto de fe en el centro. Que pasada de sitio.
En una de sus esquinas acoge dos de los monumentos más importantes de Pedraza: el Ayuntamiento (a la izquierda) y la Iglesia de San Juan (a la derecha) Todo ello envuelto en un increíble ambiente medieval. Además, al viajar a mitad de octubre lo teníamos practicamente para nosotros solos.
De la Plaza Mayor sale la Calle Real, preciosa y empedrada, que baja a la antigua puerta de la ciudad.
En ella está la Oficina de Turismo, donde una chica majísima nos da un mapa de la ciudad, además de un folleto de "Ciudades y villas medievales", una asociación hispanolusa de pueblos con mucho encanto.
Llegamos a la Puerta de la Villa, que acoge el Museo de la Cárcel Medieval, al que queríamos ir. Por desgracia entramos y estaba cerrando, por lo que nos quedamos sin verlo. Pero en serio, era totalmente como Águila Roja.
Empezamos a subir hacia el castillo (las distancias son supercortas en Pedraza) por la Calle del Matadero, que no es la excepción y tiene un profundo y precioso aire medieval.
Frente al castillo encontramos la Iglesia de Santa María, un templo románico en ruinas.
Sin embargo su estado actual no hace ninguna justicia a su rica historia, y es que siempre fue el templo más importante de la villa, oficiando aquí los Duques de Frías todas las ceremonias religiosas y recibiendo varias visitas de reyes, siendo la última en 1792 a cargo de Carlos IV
Y arribamos al Castillo, una fortaleza edificada en el siglo XIII y reedificada dos siglos más tarde.
Cuna de leyendas y hechos históricos es el orgullo de la villa; y es que se dice que aquí nació el emperador romano Trajano, vivió Abderramán III y se tiene constancia de que los hijos del rey Francisco I de Francia: Francisco y Enrique, estuvieron 4 años como prisioneros aquí tras la derrota de Francia ante el ejército de Carlos I
En 1926 fue comprado por el pintor vasco Ignacio Zuloaga; éste lo encontró en estado ruinoso y lo restauró, instalando su taller en una torre, retratando el pueblo y las gentes de Pedraza. Sus herederos instalaron en la otra torre un museo donde se exponen las obras del pintor, y a la que no entramos al no estar muy interesados en su obra.
Desde aquí hay buenas vistas a la sierra (adjunto una de noche, de su silueta cuando nos íbamos de Pedraza)
Volvemos a la Plaza Mayor pasando por la Calle Mayor, la otra arteria de Pedraza junto a la Real. De nuevo una calle empedrada y cargada de aire medieval.
Y en la Plaza Mayor tomamos un vino para cerrar el día viendo anochecer en un lugar mágico, de otra época. No os podéis imaginar como nos enamoró este pueblo medieval del corazón de Castilla.
CONCLUSIONES DE PEDRAZA: Nos enamoró desde que pusimos el pie en sus calles medievales. Es un pequeño pueblo sin grandes monumentos, pero en su conjunto es un viaje a la Edad Media, ha sido uno de los rincones más mágicos que he recorrido en mi vida.
Para ver la ciudad basta con una o dos horas para el viajero medio, y es que es tremendamente pequeña y se camina muy rápido; es perfecta para hacer en medio día desde Segovia junto con Sepúlveda, o como excursión de día desde Madrid si se combina con algo más. Es un imprescindible si se viene por Segovia, y es que os enamorará.
Nos fuimos a Espirdo, donde nos alojaríamos esa noche. De la que íbamos en coche por la N-110 vimos Segovia bajo nosotros totalmente iluminado, destacando el Acueducto y el Alcázar, una imagen preciosa y que nos metió muchísimas ganas de explorarla al día siguiente. Una pena no haber hecho una foto, pero no podíamos parar.
El alojamiento que cogimos fue el Hostal La Posada, donde teníamos una doble con baño privado por 40€, un poco caro pero comparado con los precios de Segovia capital una ganga. La habitación era correcta, pequeña pero justa para pasar una noche, y estaba muy limpia; el baño también completo. Ninguna queja acerca del alojamiento.
Espirdo está a 10 minutos de Segovia, y es una buena opción para dormir sin meterse en el caro centro segoviano. Para cenar la oferta es limitada: el restaurante del hostal, pero se cena bien y barato (plato combinado y bebida 7€). Lo dicho, recomendable para hacer una o dos noches por la zona.