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El lunes lo planificamos de manera que pudiésemos hacer las maletas con bastante tranquilidad pero al poder disfrutar del fin de semana previo, decidimos hacer algún mini plan cercano y elegimos en Redondela al “segundo banco más bonito del mundo”. Que me perdonen los Vigueses pero dicen que en Loiba, Coruña, tienen uno más espectacular así que tendremos que visitarlo para ver si es verdad. De momento no pensamos desbancarlo (nunca mejor dicho) para tener así la excusa perfecta.
Llegar hasta el banco no resultó tarea fácil. Empezando porque Google maps nos llevó por, quizá la ruta más rápida así que nos metió por unas señoras cuestas de vértigo impresionantes. Nunca fui tan agarrada al coche en mi vida! Pensé que nuestro minicoche no aguantaría tanta pendiente, pero se portó como un campeón. A la vuelta cogimos por otro camino y desde aquí os lo aconsejamos para subir cien millones de veces antes que por el otro lugar!
Como nosotros venimos de Pontevedra, en el maps seleccionamos evitar peajes y así vamos por la N552. El camino hasta donde empiezas a subir es más largo pero muchísimo más fácil y menos empinado que por donde te lleva el maps inicialmente. Para encontrarlo, tenéis que buscar “camino das Laxes“. Una vez que ya os selecciona bien el camino, ya podéis subir cuestecita hasta el banco.
Si os pensáis que con esta indicación, ya es pan comido, nada de eso! Hay que dejar el coche donde acaba la línea azul. Eso contando con que no vayáis un domingo que puede estar la zona bastante más transitada de personas como vosotros buscando el banco, jaja! Es fácil ver el sitio porque de repente el asfalto se acaba y comienza la carretera de arena y piedra. Una vez aparcados, la primera cuesta que os encontréis para subir al monte tiene el ÚNICO cartel que os encontraréis para subir hasta el banco. Os indica que efectivamente, esa es la cuesta por la que se accede mejor hasta el lugar.
Aparcando donde os indica el maps, que es donde aparece el coche negro de la foto, no hay mucho tramo a pie hasta llegar. El problema está en que cuando terminas de subir una cuesta y llegas a una zona llana, luego hay varios caminos y no hay nada que te indique para dónde seguir. Cuando nosotros estuvimos, casualmente habían unos caballos salvajes pastando en la zona llana. Estuvimos dando vueltas por allí y optamos por subir por un pequeño cartel que avisaba de un conjunto arqueológico. Igualmente, cuando por fin bajéis, lo haréis por un camino más cómodo pero que no está nada señalizado. Al coger por este camino (que por cierto, no llegamos a encontrar los restos arqueológicos, jajaja) habrá una zona con, relativamente, poca pendiente y veréis que se va haciendo un camino en el suelo que da comienzo a otra subida por unas piedras grandes negras que hacen de escalones. Poco a poco iréis subiendo hasta por fin llegar al fabuloso banco.
Si al leerme os parece un suplicio llegar, solo os recuerdo que las mejores cosas en la vida son las que más se pelean así que tomároslo como el viajito de conocimiento que es y animaros porque cuando lo encontréis, sabréis que habrá merecido la pena.
Para muestra, como decía mi madre, un botón:
No estaba del todo despejado el día. Es una pena. Pero aún así fijaos en todo Rande, las bateas del otro lado… Espectacular!
Vilaboa y San Simón, mi isla favorita, al otro lado…
Os dejo un video con las vistazas!
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