Ya estoy aquí de nuevo. ¡qué gusto dormir en una cama grande para tí sola!
Hoy me voy a ir hasta Oropesa andando, por la Vía Verde que va desde Benicasim siguiendo la antigua línea férrea y voy a recoger el coche que tengo alquilado, el coche más pequeño que tenían, también el más barato que, total, para mi sola no necesito más. Me llevo puesto mi bañador, una túnica cortita de algodón ligero, una gorra, las gafas de agua y la máquina de fotos y la documentación, claro.
La Vía Verde se encuentra al final de las playas de Benicasim así que anduve por la playa disfrutando del agua en los pies, como una niña pequeña, hasta llegar al hotel que hay al final de la playa, crucé la carretera y aquí estoy, en el inicio de la Vía Verde del Mar. 6 km de recorrido por la antigua vía del ferrocarril hasta la playa de la Concha en Oropesa.
Es un camino sencillo y fácil, apto para ir con silla de ruedas o de bebés, ideal para alguien no demasiado acostumbrada a andar, como esta que escribe. Lo primero que me llama la atención es la Torre de la Colomera que se ve al fondo del camino
como si hubiera servido de hito para que el topógrafo trazase el camino y con esta hermosa vista sigo camino adelante hasta pasar por un pequeño trecho franqueado por dos muros de piedra a ambos lados del camino.
Y empiezo a disfrutar como una niña viendo la cantidad de flores y plantas diferentes que hay a ambos lados del camino, tantos que tengo dificultad para elegir a donde mirar. Hay correhuelas, vincas, jara blanca, diente de león, dragoncillos, lantanas, asfodelos,
chumberas, palmeras, cardos y granados, pistachos, pinos,
y otras muchas que no conozco y que me encantan y corro de una a otra cual mariposa, máquina en ristre y hago fotos de esta y de aquella, y de la otra y de la de más allá. ¡Esto es un paraíso!
Y a mi derecha el mar, azul, tranquilo, manso, solitario. Y ahora una calita solitaria apenas entrevista entre los pinos. ¿Cala solitaria?
¡Nadie a la vista! ¿nadie?, ¿he dicho NADIE?. Escondo mis bártulos entre unas piedras, incluidos túnica y bañador y me lanzo al agua fresquita y me doy un placentero baño y me refresco del calor del camino y cojo fuerzas para proseguir. Vuelvo a vestirme y, alegre como unas castañuelas, subo el camino que antes bajé y prosigo mi viaje.
Un poco más adelante está la zona de La Renegá, una pinada protegida y con algunas calas donde se puede hacer nudismo pero yo no bajo hasta allí porque está bastante separado del camino y con 6 km. Ya tengo bastante. Muy cerca se encuentra la Torre de la Corda, otra de las torres de vigilancia que bordean la costa y de las que se conservan unas cuantas.
Tanto la de la Colomera como esta son torres exclusivamente de vigilancia desde donde se hacían señales con humo cuando se avistaban los barcos piratas para avisar a la población y se alejaran de la costa.
Y ahora viene el túnel, 600 metros de túnel fresco y umbrío que se agradece porque el calor empieza a apretar. Había leído que debía uno llevarse una linterna para este tramo pero a mi no me hizo falta en absoluto, se veía suficientemente bien.
Y un poco más adelante diviso otra calita escondida y vuelvo a hacer lo mismo. Estoy disfrutando como una cría, no siento los kilómetros andados y no me importa que todavía me quede otro trecho hasta la playa de la Concha.
Y por fin llego a mi destino, me dirijo a una cafetería y me tomo un agua con gas y llamo a la compañía de alquiler de coches para que me vengan a buscar y recoger luego mi cochecito. Bueno, ya está aquí mi chófer y me lleva hasta el local para hacer todos los trámites. Lo primero que hace en cuanto llegamos es pedirme disculpas porque el coche que yo había alquilado no estaba libre. ¡Ya empezamos, me dije!
Al principio voy un poco incómoda porque un coche nuevo significa mandos nuevos, botones en sitios desconocidos, pedales con un tacto diferente y porque el camino me hes desconocido y tengo que estar atenta a los carteles. Pero eso es al principio, después solo queda el aire en la cara, el pelo al viento (el poco que queda), la sensación única de que te miren (si, sí, ya se que no me miran a mi, que miran al coche pero ¿cuántas miradas recibe una señora entrada en carnes y en años, eh, eh? Así que dejadme que me haga ilusiones de que soy yo la receptora de las miradas), ¡qué gozada! Y puedo ir a la velocidad que quiera, al ritmo que se me antoje, sin preguntar, sin consultar, sin llegar a acuerdos. ¡qué bien sienta estar solo de vez en cuando!
Y llego a mi casa y encuentro un hueco justo enfrente de la puerta de entrada. Dejo el coche bien aparcadito y me voy derecha a la piscina, a darme un buen baño antes de subir a casa. Y luego me voy a probar restaurantes que hay muchos en la playa y tengo que decidirme. Elijo uno con menú del día por 10 euros y como bien, tranquila, sin prisas y tiene wifi y me parece un sitio estupendo para volver.
Y me vuelvo a casa a descansar un rato, a bordar, a leer, a hacer tiempo hasta que baje el calor e irme al pueblo de Benicasim a recorrerlo y pasear tranquilamente por sus calles.
El pueblo de Benicasim está muy bien, no es muy grande y está lleno de edificios de los años 20 y 30, de dos alturas y bonitos. Busco donde aparcar pero está todo lleno y, por fin, encuentro un trozo largo de calle que está vacío, así que allí dejo el coche y me voy a explorar.
Todo está lleno de tiendas de ropa, de bazares, de bares de copas, de PASTELERIAS. Y ¡qué pastelerias, por Dios! Si engorda solo el mirarlas, así que si voy a engordar de todas formas mejor me como uno de esos pasteles tan estupendos
Y por fin termino mi paseo y me vuelvo a por mi precioso coche. ¿Qué es eso que hay en el cristal? ¡Jo…, una multa!
Y me voy para mi casa ya atardecido, con el viento fresco dándome en la cara, apoyando indolente mi brazo en la ventanilla, conduciendo despacio, sin prisas, gozando del momento.
Bueno, con esto acabo por hoy que lo que resta por hacer no es interesante. Ciao, bambinos.