Fuimos paseando a la estación de Santa Lucía (Ferrovia) y cogimos el tren a Padua, teníamos reserva para la capilla Scrovegni a las 12:30 pero como aconsejan estar media hora antes fuimos directos por una calle principal, además es la primera atracción que encuentras desde la estación. Sólo se puede visitar previa reserva, 13 euros adultos y 6 niños). Como en el grupo anterior quedaron sitios vacantes nos dejaron pasar para no tener que esperar más.
Lo primero que hacen es ponerte un video de 10 minutos en italiano con subtítulos en inglés explicando su origen: Enrico Scrovegni es quién encarga hacer la capilla, dedicada a la Virgen, para compensar el origen del dinero familiar conseguido, sobre todo por su padre, a través de la usura. De la capilla destacan los frescos de Giotto, en la parte superior en una pared asistimos a pinturas de la vida de la Virgen y en frente a escenas de la vida de Jesús; la parte inferior de ambas paredes están dedicadas a la Pasión. Dentro de las instalaciones también está el Museo Municipal de los Ermitaños con obras de Tintoretto, Bellini, Veronés… pero lo que más impresiona es un Cristo Crucificado de Giotto.
Hay que destacar en Padua sus plazas, aparte de la del Duomo que alberga la catedral y el baptisterio dedicado a San Juan Bautista ( 3 €), que contiene una serie de frescos que son la obra maestra de Giusto Menabuoi (s. XIV), con temática de la vida de San Juan Bautista y de la vida de Jesús.
Antes de llegar al Duomo desde la capilla Scrovegni encontramos las plazas delle erbe y della fruta (de las hierbas y de las frutas) ambas separadas por un único edifico, el Palazzo della Ragione, cuando llegamos aún estaba en ambas el mercado con todos los puestos, tenderetes y camiones, por lo que no pudimos admirarlas en conjunto. Ya a la vuelta con parte de ello desmontado pudimos hacernos una idea mejor y aprovechamos para probar unas fresas.
Comimos en la plaza del Duomo unas pizzas con ensalada en la terraza de un restaurante de la misma (39 euros).
Otra plaza es la Piazza Dei Signori, donde podemos ver el reloj astronómico de Padua, el edificio de Logia de la Gran Guardia o del Consejo y la Iglesia de San Clemente.
Siguiendo nuestro paseo llegamos al Prato della Valle, una enorme plaza en forma de elipse, la más grande de la ciudad, considerada una de las más grandes de Italia y de toda Europa. Alrededor es peatonal y su centro con grandes extensiones de césped y una fuente está rodeado por un canal y flanqueado por estatuas.
En una de las esquinas de la plaza encontramos la Basílica de Santa Giustina.
De aquí seguimos paseando descubriendo preciosos rincones
En la plaza de la Basílica, vemos el monumento al Condottiero Gattamelata, un comandante de la milicia de Padua que fue enterrado en el interior de la basílica, realizada por Donatello al estilo de los emperadores romanos.
De vuelta a Venecia en el tren dedicamos un rato a pasear de nuevo por Cannaregio (hay que ver cómo me gusta este sestiere, todo un acierto tener aquí el apartamento), y desde el canal principal nos metimos por la callecita que lleva al Ghetto en cuya esquina hay un pequeño restaurante donde puedes ver a través del cristal a los judíos cenando. Pasamos por el guetto viejo, las sinagogas o “scuolas” y el campo y puente del Ghetto Nuovo.