Vamos de Palafrugell a Palamós en un autobús de la compañía Sarfa Moventis. No se tarda mucho en llegar; entre 20 y 30 minutos. La parada la hace enfrente de la oficina de Sarfa, donde hay algunos asientos, wc, máquinas de vending y taquillas.
Apenas si tenemos que bajar un poco en dirección al mar para encontrar la Oficina de turismo, una pequeña caseta, donde nos dan un mapa.

Las primeras referencias del asentamiento humano en Palamós se encuentran en el dolmen del Montagut (2500-1500 a. C.) y en los restos de un poblado ibérico junto a la Platja de Castell. Algunos historiadores creen que era Paleópolis, fue una de las más antiguas colonias que los griegos tuvieron en esta parte del litoral ibérico, pero no hay nada seguro.
En 1277, el rey Pedro III el Grande encargó la compra del castillo de Sant Esteve (que veremos), construido sobre restos romanos, e inició el desarrollo de un nuevo núcleo de población. Para incitar a más gente a instalarse allí dos años más tarde les concedió los privilegios descritos en la Carta Puebla y permitió la creación de un mercado semanal. Pedro III compró el terreno en el que se asentó posteriormente la villa y dio a Astrugo Ravaya el encargo de fundarla. Y es que el rey había visto su potencial como lugar de refugio para que los barcos, en caso de temporales, ya que el de Torroella de Montgrí estaba saturado.
Parece que en este puerto desembarcó Francisco I de Francia cuando llegó a España, prisionero de Carlos I.
En 1543 los ataques de la escuadra turca de Barbarroja hicieron mucho daño a la villa de Palamós y a sus habitantes.
En 1652 sufrió una importante epidemia de peste, que fue el origen del voto de peregrinar una vez al año hasta la ermita de Bell-Lloch, del siglo XIII.
Fue asaltada por los franceses en 1694 y 1809.
Fue bombardeada repetidas veces durante la guerra civil. Por ello en la zona se construyeron búnkeres, dos de los cuáles aún permanecen.
Palamós es bastante más grande que las otras localidades que visitamos. Tiene más de 18.000 habitantes cuando la capital de la comarca, La Bisbal d'Empordà, no llega a los 11.000. Se puede entender superada en población por Palafrugell si tenemos en cuenta todos sus núcleos (villa, Calella, Llafranc y Tamariu), rondando entonces los 20.000.
Aprovechando las horas de la mañana, decidimos hacer el camino de ronda. Según nos señaló el chico de la Oficina de turismo, se ha alargado un tramo, pasando ahora junto a un camping. En esos primeros metros hay bastantes subidas, bajadas y escaleras.
A mitad de camino encontramos la Playa de la Fosca, un amplio arenal dividido en dos por una gran roca de color negro, conocida como la Roca Fosca que da lugar a la Playa de la Fosca y a la Playa de Sant Esteve de la Fosca.
Esta playa se convirtió en centro de veraneo a principios del siglo XX. Entonces se construyeron las primeras casas, al principio muy solitarias aunque por poco tiempo, ya que pronto se consolidó el paseo de la Fosca. En 1912 se inauguró el primer hotel, el Geroglífic. Poco a poco, las primeras casas de estilo novecentista comenzaron a convivir con nuevas construcciones de estilo racionalista, sobre todo después de que se terminara la carretera que unía la Fosca con Palamós en 1928. El boom turístico de la segunda mitad del siglo XX fue ampliando las construcciones y desvirtuando un poco la unidad.

Allí hay algunos restaurantes.
Al final de la playa retomamos el camino. Nos encontramos con tramos de escaleras que debemos ir subiendo hasta alcanzar los restos del Castillo medieval de Sant Esteve de Mar. Lo encontramos cerrado aunque parece que se hacen visitas ocasionalmente, organizadas desde el Museo de la Pesca. Ya he hablado de él al dar los datos históricos.

En el siglo XIV perteneció a los "castlans" (encargados de la guarda y defensa del territorio) de la familia de los Pallarès. El año 1394, Pere Pallarès vendió los derechos a Berenguer de Cruïlles. Entre los siglos XVI y XVIII, perdida su función defensiva, fue utilizado como casa de campo. Junto a los restos de ésta, se conserva la parte inferior de una torre del siglo XIII. También hay restos de un muro ataludado y otra torre, en el lado de mediodía, de época más tardía.
Siguiendo el camino de ronda en dirección a la Platja de Castell encontramos el paraje de La Pineda d’en Gori, con una extensión de 30.000 m2.
Un poco más allá ya vislumbramos la famosa Cala S'Alguer. Se trata de un conjunto de casas de pescadores emplazadas sobre las rocas, que se remontan al siglo XVI. Las casas encaladas tienen puertas y ventanas de colores vivos. Son pequeñas construcciones con bóvedas de ladrillo a la catalana, originalmente destinadas a guardar las barcas y los utensilios de pesca.

El lugar es pequeño y en vacaciones de verano o Semana santa está saturado (es tan pequeña que se llena pronto). En todas las casas había gente (segundas residencias, seguro). Leí que solo hay un habitante fijo.
Las casitas son monas pero no sé si es por ver a tanta gente o qué su fama me pareció algo exagerada. En el año 2004 y gracias a su excelente estado de conservación y elevado valor paisajístico, Cala S’Alguer fue declarada por la Generalitat “Bien Cultural de Interés Nacional” y se considera una de las calas más bonitas de la Costa Brava.

Por encima de esta cala está la finca Mas Juny, que fue refugio de intelectuales a principios del siglo XX, cuando era propiedad del conocido pintor Josep Mª Sert. El Mas Juny de S'Alguer era conocido originalmente con el nombre de Mas Dalmau y está documentado desde el siglo XIV. Durante la primera mitad del siglo XV pasó a manos de Joan Juny, de donde le viene el nombre. Fue subastado por el alcalde de Palamós en 1621 y adquirido por Joan Pi i Vergonyós. A principios del siglo XIX era de Pere Cama y en 1931 fue adquirido por el pintor Josep M. Sert, que lo restauró y amplió.
La casa ha sido muy alterada, pero conserva buena parte de la torre de defensa, de planta redonda.Tiene tres plantas y está descabezada.
Antes de llegar, se está acondicionando el acceso con plantas.
Siguiendo el camino de ronda un poquito más se llega a Platja de Castell. Gracias al empeño de los vecinos se consiguió evitar que se urbanizara en los años 90.
El recorrido es de aproximadamente una hora (solo ida).
A la vuelta nos detenemos en uno de los restaurantes de La Fosca. Uno de los platos fueron las gambas. La gamba de Palamós tiene mucha fama. Es muy roja y de carne sabrosa y suave.

En la Punta del Castell, junto a la playa y a la que no accedimos, hay un poblado íbero. Situado en un promontorio costero que separa la cala Castillo de Sa Foradada, es un asentamiento ibérico, de la tribu de los indigets, iniciado a la edad del hierro, hacia el siglo VI a.C. y que perduró durante la romanización, hasta su abandono a partir del siglo I d.C.
Formado inicialmente por unas pocas cabañas aisladas, tuvo su momento álgido y de máximo crecimiento hacia los siglos IV y III a.C., cuando ya se trataba de un recinto fortificado, con numerosas viviendas ubicadas sobre terrazas escalonadas, con muros de contención, que salvaban el desnivel del terreno. La entrada al recinto estaba flanqueada por dos torres cuadradas exentas. Había una gran cisterna y, extramuros, un campo de silos donde se almacenaba el grano. También hay indicios de un templo situado en la parte más elevada del poblado. Después de Ullastret, es el poblado indigets más importante que se ha localizado.
Ya de regreso, nos pasamos por el cementerio. Fue inaugurado en 1897, como indica en la entrada, en un promontorio cercano al núcleo urbano. Es un recinto de planta trapezoidal, abierto con un portal de medio punto sobre el que hay un frontón triangular, rematado por una cruz de hierro. En su interior encontramos varios recintos, el primero de los cuales contiene varios sepulcros y panteones de interés artístico. Al fondo se sitúa la capilla del cementerio o capilla del Santo Cristo, de estilo neogótico.
A la entrada del cementerio hay una bonita cruz de término. Estaba situada originalmente en la plaza del Portal (ahora plaza de los Árboles), una de las puertas de las murallas de Palamós. En el año 1868 fue destruida por actos vandálicos y lo que quedó fue guardado en la casa de Salvador Bonet, que la hizo reconstruir. En 1904 fue instalada en la entrada del cementerio municipal.
Es una cruz renacentista, de 1593 (como se indica en la propia cruz), con los brazos decorados con florones. Vemos al Cristo crucificado en una cara y la Virgen en la otra. En ambos casos hay tres cabecitas rodeando las imágenes. La cruz está sostenida por una columna cilíndrica, en el pedestal de la cual está la fecha.
El cementerio tiene nichos normales y, como he comentado, algunos panteones impresionantes. Uno de ellos es el sepulcro de la familia Álvarez. Se trata de un sepulcro proyectado en 1907 por el arquitecto de Figueres Josep Azemar (1862-1914). Fue concebido en un estilo plenamente modernista y lo que destaca es una cruz florida con Cristo en una cara y la Virgen en la otra, con dos orantes y, a media altura, San Miguel Arcángel armado, con las alas desplegadas. La obra escultórica fue realizada por el prestigioso escultor Eusebi Arnau.
También de la colaboración entre Azemar y Arnau encontramos el sepulcro de la familia Bonet. Está presidido por la figura de un ángel que sostiene una cruz de bronce con una corona de flores. El pedestal, con ornamentación de temática vegetal de estilo modernista modernista, tiene unos crismones elípticos en la columna.
También tiene una cruz con la Virgen a un lado y Cristo al otro el sepulcro de la familia Ribera (1888-1910). Destaca una figura femenina vestida de blanco.
Salimos del cementerio y seguimos nuestro paseo. Nos adentramos en el barrio del Pedró. Situado en la plaza del Pedró, el punto más alto de la villa, encontramos en una placita el depósito de aguas. Fue construido en 1930. Es un cuerpo cilíndrico, formado por tres cuerpos. El cuerpo central tiene una serie de aberturas verticales de arco de medio punto.
Muy cerca encontramos los restos del Convento de San Agustín. Inicialmente hubo una capilla, edificada en 1507 el promontorio de Sa Punta y dedicada a Nuestra Señora de Gracia. Después del saqueo de los turcos en 1543 se fundó el convento de los agustinos (1568) y la iglesia, restaurada unos años antes, fue adaptada como capilla del convento. El 1577 se terminó el claustro.
El convento gozó de gran prosperidad durante el siglo XVII, hasta que fue destruido durante el asedio de las tropas francesas, en 1695. Muchos años después, entre 1772 y 1791, se reconstruyó en el lugar donde estaba el Hospital de los pobres. Con la desamortización pasó a manos municipales. Entonces se transformó en escuela pero poco después fue arrendado para instalar una fábrica de corcho. Finalmente fue derribado en 1991. Una parte de los elementos recuperados han sido instalados en el parque del Pedró a modo de monumentos: la portada, con el escudo de los condes de Palamós, una parte del claustro y el rosetón.
Seguimos hasta el Faro de la Punta del Molí. Entró en servicio el 1 de septiembre de 1865, y actualmente está formado por una torre prismática hexagonal con cúpula gris. Desde 1917 dispuso de red eléctrica (fue unos de los primeros faros electrificados de España), y en 1975 sufrió una reforma en su estructura debido a las grietas que se habían creado principalmente por los bombardeos sufridos en la Guerra Civil española y la extracción de piedra de una cantera cercana.
En este mismo emplazamiento, en la parte más elevada, en su día se edificó la capilla de Nuestra Señora de Gracia (siglo XVI) y posteriormente, en el siglo XVII, la ciudadela. Ambas construcciones fueron destruidas por los franceses en 1695. Sus restos fueron eliminados en la construcción de un nuevo dique en 1902.
Se sitúa a 22 metros de altura sobre el nivel del mar y está orientado a mediodía. Tiene un alcance de 18 millas náuticas.

Bajamos unas escaleras hasta el puerto.
A comienzos del siglo XX se inició el proyecto de renovación del puerto de Palamós. Las obras se iniciaron en 1902 para dar cobertura al aumento del tráfico comercial portuario, muy ligado a la industria del corcho (en aquella época se llegó a los 500 barcos anuales). Unos cuantos años más tarde, en 1935, se construyó un cobertizo o almacén, donde también se subastaba el pescado. Un bombardeo lo destruyó en 1937 y pocos años después (1944) fue reconstruido.
En 1999 la Generalitat cedió el edificio al Ayuntamiento que lo convirtió en el actual Museo de la Pesca, inaugurado en 2002. El día de nuestra visita era gratis.
museudelapesca.org/

Consta de un audiovisual y dos plantas que giran entorno al mundo de la pesca, con un barco de vela como eje central. Se organizan varias actividades.
Al lado está el edificio de la lonja de pescado, cuya subasta puede verse algunos días (visitas concertadas en el Museo de la Pesca)

Originariamente, la iglesia parroquial de Palamós era de Santa Eugenia de Vila-romà, bastante alejada del pueblo. Durante el siglo XIV los habitantes de Palamós reclamaron una parroquia propia y el 1334 el rey Alfonso el Benigno les concedió el permiso, aunque la oposición del obispado no lo puso fácil. En 1376 que se terminó un nuevo templo, aunque sufragáneo de Vila-romà, y se celebró la primera misa. Esto no hizo desfallecer los vecinos, que durante el primer tercio del siglo XV lucharon para conseguir la independencia religiosa, finalmente alcanzada en sentencia arbitral del obispado de 1429.
Unos años después, en 1439, debido al crecimiento experimentado por la ciudad, se decidió derribar la capilla del siglo XIV y edificar un nuevo templo que se inició a continuación. El año 1446 ya se había terminado el presbiterio y durante todo el resto de siglo se fueron haciendo la nave y las capillas laterales.
En 1521 se inició una segunda etapa constructiva, con cuatro nuevas capillas, el coro, el vestíbulo, las puertas de levante y mediodía y finalmente un nuevo campanario, de planta rectangular, coronado con una barandilla de balaustres (a principios del siglo XX se levantó la torrecilla que lo remata). El campanario integró la antigua Torre del Consejo, donde se reunía el consejo de jurados de la villa, aunque visible junto a la puerta. El 1543, sin embargo, el ataque de los turcos de Barbarroja provocó el incendio y el expolio de la nueva iglesia. Sin embargo, las obras se pudieron reanudar poco después.
Se trata de un templo gótico de nave única, cubierto con bóveda de crucería, con cabecera poligonal en el interior y semicircular por fuera con seis capillas laterales (tres en cada lado). En 1779 se construyó una capilla cubierta con cúpula, la llamada Capilla Fonda. Tiene dos portadas. La de mediodía es adintelada, de arco rebajado, y la de levante, que queda debajo del campanario, de estilo gótico florido.
En la fachada de levante, la que da al carrer de l'Esglèsia, vemos una maravillosa portada de estilo gótico tardío. La puerta es de arco carpanel (un tipo de arco que queda aplanado por arriba) y está flanqueada por dos pilastras nervadas que suben hasta la cornisa, entre las que se dibujan dos gabletes, con corona y pináculo, y otro pináculo central, idéntico al tramo superior de las pilastras. Un gablete es un remate de forma triangular. Los dos gabletes hacen la función de hornacina y albergan las imágenes de San José con el Niño y San Nicolás de Bari vestido de obispo. Ambas figuras son modernas. En la parte externa hay sendos relieves con parejas de ángeles. A principios del siglo XX se hizo una restauración un poco chapucera.
Es una portada gótica con algunos elementos renacentistas. Fue construida junto con el campanario y el vestíbulo, entre 1521 y 1540.
Ya en el interior vemos el retablo mayor. Fue encargado por los jurados de la ciudad en 1580 al maestro Joan Ballester, con quien colaboraron Perris Bolender (cantero), Lleonard Serrador, Pere Barrufet (carpintero), Agustín Manacet ( escultor) y Pere Ballester. Se terminó el año 1586. Las pinturas fueron obra del flamenco Isaac Hermes Vermey, hechas en Tarragona y entregadas en 1595. El retablo, de ocho tablas, resultó muy dañado en 1936 y se repuso en 1947 con las partes originales conservadas: la jamba y siete casillas pintadas con escenas de la vida de la Virgen (Anunciación, Epifanía, Adoración de los Pastores, Pentecostés, Ascensión de Cristo, Resurrección y Coronación de María). El medallón se perdió. Fue restaurado en 1999.
Vale la pena destacar la Capilla Fronda. Es el nombre popular que se da a la capilla del Santo Cristo, construida entre los años 1766 y 1770. Durante el reinado de Carlos III la ciudad vivió una época de gran prosperidad y los señores de Palamós, los condes de Bellpuig, promovieron nuevos proyectos urbanísticos y arquitectónicos, de los que esta capilla es un ejemplo.
La nueva capilla debía acoger la imagen del Santo Cristo, a la que se atribuían facultades milagrosas. El proyecto se encargó al maestro de obras Miquel Basart, de Sant Feliu de Guíxols. La primera piedra se puso el 25 de mayo de 1766. Tiene planta de cruz griega, con cúpula octogonal sobre pechinas. El retablo fue destruido en la Guerra civil.

Por el casco antiguo de la ciudad podemos ir descubriendo casas de los siglos XVI a XIX.
En la calle Mayor encontramos el Ayuntamiento, quizás más pequeño de lo que esperaba. La Casa de la Villa ha estado en el mismo sitio desde el siglo XVII, en una finca que incluía tres hornos públicos y una fuente. La remodelación de la parte noble, la que da a la calle Mayor, se hizo en 1906. Es un edificio de estilo ecléctico, con un balcón con balaustrada en el primer piso, con un frontón donde está el escudo de la villa. Las ventanas de la planta baja fueron remodeladas modernamente. La fachada es blanca y de color crema.
En el interior hay una pintura de Josep M. Sert, del año 1935, que se titula La República de los Pescadores. Fue retocada por el mismo autor después de la Guerra para adecuarla a los nuevos tiempos que corrían, eliminando la bandera republicana. También hay un bajorrelieve de Miquel Blay.
No puedo dejar de hablar del paseo marítimo, atestado de gente. Es un amplio paseo que se alarga desde la plaza Murada, frente al casco antiguo, hasta llegar al término municipal de Sant Antoni de Calonge. Una barandilla, con escaleras de acceso a la arena y miradores semicirculares, separa la playa de las construcciones situadas en primera línea del frente marítimo.
En el centro hay una parte sin asfaltar con árboles plataneros de esos que dan alergia a mucha gente.
El paseo fue diseñado y construido por el ingeniero Palamós Zoilo Costart a partir de 1904 pero su aspecto actual es fruto de un nuevo proyecto del mismo ingeniero hecho diez años después. Posteriormente ha sido ampliado y modificado muchas veces.
Corría el 26 de abril de 1960 y un hombre entraba en la recepción del Hotel Trias, que aún sigue en pie. Y no era un hombre cualquiera sino el famoso escritor Truman Capote. Dicen que venía acompañado de un bulldog, un terrier (algunas versiones dicen que era caniche y además ciego), un gato siamés y 25 maletas, y le acompañaba su compañero sentimental, Jack Dunphy. El excéntrico estadounidense venía huyendo de la desenfrenada vida que llevaba en su tierra y buscaba en la Costa Brava la calma suficiente como para escribir. Y lo hizo. De esa estancia surgió una de sus obras más importantes, "A sangre fría". Fue Robert Ruark, periodista del The Washington Post, quien le recomendó el Hotel Trias.
Pasaron en Palamós tres veranos y apenas se le dedicó unas líneas en la prensa local. Y no es que no fuera famoso. Ya por entonces había publicado Breakfast at Tiffany’s y se estaba rodando la película homónima.
Su estancia en el hotel Trias se prolongó lo suficiente hasta que les acondicionaron una casa en la playa de La Catifa.

La primera carta que Capote envió desde Palamós decía, entre otras cosas:
“Lástima que la comida española no sea muy buena, a no ser que te guste cocinarlo todo con aceite de oliva. A mí no, sin embargo, la casa tiene su encanto. Está en un pueblo de pescadores, justo al lado de la playa. El agua es tan azul y cristalina como el ojo de una sirena. Me levanto muy temprano, porque los pescadores salen a la mar a las cinco de la mañana, y arman un jaleo que ni Rip van Winkle podría seguir durmiendo [se refiere al protagonista de un cuento de Washington Irving sobre un hombre que despierta después de veinteaños]...".
"Pero me va bien para trabajar, n’est ce pas? Todos mis animales, los dos perros y la gata, han sobrevivido perfectamente al viaje. Les chifla ir en coche, sobre todo a la gata. Siempre que se escapa la acabamos encontrando instalada dentro del coche. He alquilado esta casa solo hasta el 15 de junio. Después iré a otra parte de la costa española, o quizás a Portugal. O Italia. O Francia, quién sabe”.
La comida española acabó apasionándole y lo mismo se puede decir de la Costa Brava. Durante el tiempo pasado en la Costa Brava vivió en cuatro lugares distintos: en un casa frente a la playa de La Catifa en Palamós, en Sant Jordi en Platja d’Aro, en un chalet en Sant Antoni de Calonge y en Cala Senià de Palamós. No se dejó ver demasiado. Solo salía lo justo para comprar alcohol, aceitunas para el martini o la prensa en inglés y para ir a comer al Hotel Trias, donde dicen que no era raro verle con un zumo de naranja en la mano (los que le conocían bien intuían que había algo más que naranja en los vasos). Y se mezclaba entre la gente en fiesta mayor para ir a ver bailar sardanas, dicen.
En 1962 abandonó definitivamente España. Su novela tardaría aún tres años más en ver la luz.
En medio del paseo del mar se encuentra la escultura Monumento a los pescadores. Es obra del escultor y ceramista de La Bisbal Joan Abras y fue inaugurada en 1990. Es un grupo escultórico de tres figuras de bronce, un hombre joven, un hombre mayor y una mujer, evocando las actividades relacionadas con la pesca. Originalmente era también una fuente.
Entre 1963 y 1967 fueron sacados a la superficie por la armada española 13 cañones que unos submarinistas de Palamós habían localizado unos años antes en el sector de la Llosa. No se sabe si formaban parte de las defensas de la Ciutadella de Palamós destruidas por los franceses a finales del siglo XVIII o de algún barco de guerra hundido en esa parte de la costa.
Los cañones fueron repartidos entre diferentes poblaciones. Dos de ellos se encuentran en Girona y otro en Blanes. En Palamós solo han quedado tres, dos de ellos ubicados en el Paseo del Mar y el otro en las escaleras de la calle del Cañón.