UN PASEO POR LA MINERÍA, LA AGRICULTURA Y LA LITERATURA EN EL CABO DE GATA
Ruta a pie de 17,7 Km / 6 horas, circular, dificultad media, con las Negras como punto de partida y de llegada. Mejor época el invierno e imprescindible llevar agua.
La salida más directa de la autovía A-7 para llegar al pueblecillo de
Las Negras es la de Campohermoso. Antes de entrar en la pequeña población costera aconsejo desviar hacia la derecha en dirección al camping. Hay espacio para aparcar al final de la desviación, junto al acantilado y en el entorno del camping y el sitio es perfecto parea echar a andar. Nosotros practicamos antes de nada desayuno con vistas en el paseo marítimo.
La
Senda de la Molata, bien señalizada, viene a prolongar el paseo marítimo por el sur, en dirección al Playazo de Rodalquilar. Primero se llega a la Cala del Cuervo y, a continuación se remontan una serie de riscos que la separan del playazo. Si prestamos atención percibiremos los restos de una gran caldera en los relieves erosionados. Un camino para estar atento al todo y al detalle.
Con más precisión:
www.parquenatural.com/ruta/230
Una vez en
El Playazo se trata de abandonar la costa por la carretera de acceso para vehículos que se reconoce por el piso cementado. Hay que reparar en unas viejas norias a la izquierda y en los abundantes azufaifos que jalonan la rambla.
Tras cruzar la carretera que va de Las Negras a Rodalquilar y Hortichuelas nos desviamos hacia la derecha buscando una senda ascendente que acompaña al
Barranco del Granadillo. Me dicen que no es raro ver un hilo de agua en este cauce. No es el caso en este invierno tan seco aunque un reguero de palmitos, aulagas y cañaverales testimonian que el agua no anda lejos bajo el lecho pedregoso.
Un panel nos llama la atención sobre el método de cultivo en bancales que aprovecha la exigua presencia de agua arrancando huertecillos a las abruptas laderas. Solo las flores de la primavera adelantada ponen una nota gentil en un entorno que todo él es dureza.
Me cuentan que estamos en la vereda que servía para abastecer de pescado fresco al Cortijo del Fraile pues es su comunicación natural con el playazo. Automáticamente paso a imaginar lo que sería remontar esta cuesta con calzado deficiente y un cargamento de pescado.
Al coronar la parte alta, tenemos una panorámica espléndida del valle interior. Los cultivos extensivos de lechuga ponen una nota verde inusitada. En el paisaje vacío una construcción atrae la mirada. Se trata del
Cortijo del Fraile, uno de los escenarios del suceso real que inspiró a Federico García Lorca su drama “Bodas de Sangre”. El tamaño del conjunto y algún detalle como lacapilla con su campanario habla de la importancia que llegó a tener en sus buenos días. Ahora su estado de ruina es lamentable.
Si fuéramos los antiguos porteadores de pescado descenderíamos desde este punto hacia el valle pero una flecha señala una alternativa más atractiva para amantes de la montaña y es continuar ascendiendo hacia una nueva cumbre que se dibuja ahora a nuestra izquierda. Este tramo es el de pendiente más acusada hasta que súbitamente llanea entre jaras y desciende después, conduciéndonos a un paisaje diferente que algunas bocas mineras y los tonos caprichosos de las rocas nos venían anunciando. A través de una
zona minera, nuestro camino desemboca en una de las amplias pistas labradas a mediados del pasado siglo durante los años dorados de la minería. Tienen anchura suficiente para permitir cómodamente el cruce de dos camiones. Por cierto, que ésta en concreto que enlazamos ahora une Rodalquilar con la barriada de Los Albaricoques y en algún mapa de carreteras aparece como tal. En Los Albaricoques, un cartel al inicio y algunos metros asfaltados también inducen a entrar pero la desaconsejo para turismos por el firme pedregoso. Preferible, en todos los sentidos, aparcar y caminar.
Iniciamos el descenso hacia
Rodalquilar y, a mano derecha, un pasadizo horadado en la roca nos llama la atención. Conduce a un mirador sobre los restos del poblado minero de San Diego y nos acercamos a curiosear.
Justo donde termina una hilera de mojones nos desviamos a la derecha y continuamos flanqueando un barranco de paredes casi verticales. Un solitario cortijo primorosamente encalado busca el frescor al hondo. Sin duda, está habitado. Un lugar donde perderse del mundo, desde luego.
Llegamos a Rodalquilar por su parte alta, atravesando la zona industrial. Buena ocasión para visitar su jardín botánico y percibir el eco de los esplendores pasados.
Seguimos camino hacia el Playazo, esta vez a la orilla de la carretera, que está muy tranquila ahora en invierno. De camino avistamos la Torre de los Alumbres. De ella leo que es la construcción más antigua del parque y que protegía en el incierto siglo XVI las riquezas minerales de los ataques de piratas berberiscos. Junto al Castillo de San Ramón nos demoramos en unos acantilados amarillentos propios de un planeta desolado. Es una delicia perderse un rato en el vaivén de la ola larga que caracteriza a esta playa. Puñetera la falta que hace un chiringuito en estos paraísos, señores de la Junta. Hacer de un tesoro más de lo mismo.
Apuramos las últimas luces en la Cala del Cuervo y nos vamos a Las Negras en busca de una merecida cerveza; con su tapa, como se estila en los sitios civilizados
. Recalamos en el bar las Arenas y, tras probar varias, los allí presentes coincidimos en declarar el Cherigan Arenas (Cherigan es una versión almeriense de la tosta. Este llevaba magra con queso fundido) como la mejor tapa. Un buen remate para un día bueno que salió así, uniendo retales de varias rutas e improvisando.