Recientemente he visitado las
Cuevas de Covalanas y
Cullalvera en
Ramales de la Victoria.
Muy bien las dos pero Covalanas, con sus ciervas galopantes, me roba el corazón. Eso se debe mucho al buen hacer de Victoria, nuestra guía. No se me había ocurrido pensar que aquellos hombres y mujeres se alumbraban con luces trémulas y eso lleva a máximos la sensación de los animales en movimiento. Victoria emula una llama con la linterna y nos sitúa en medio de dos ciervas a la carrera. Y más efectos ópticos que aquellos pintores dominaban. Ella lo siente y lo hace sentir. Ahora entendemos la broma de que cerráramos bien la puerta, no fueran a escaparse las ciervas
Hasta hace poco, Covalanas se visitaba en grupos de seis. Ahora han bajado a cuatro y más adelante quién sabe, pero suena a que podría dejar de visitarse.
La organización regular, pues hacen llegar primero a la taquilla de Cullalvera a canjear la reserva por las entradas físicas (no hay aparcamiento y sí un trecho de unos 600 m cuesta arriba desde el pueblo), luego a Covalanas con otra cuesta de 600 m y, en nuestro caso, otra vez a Cullalvera para visitar ésta. Creo que con un lector de códigos QR se podría simplificar.
Yo reservé la única posibilidad de ver ambas en el día que dejaba 45 min entre visitas. Teniendo en cuenta que distan 3,8 km por carretera, no me pareció descabellado. Luego, desde la entidad me dijeron que no me iba a dar tiempo pero qué va, todo bien. Mi mayor incógnita era si sería complicado aparcar en Ramales de la Victoria y esto no fue problema, teniendo el supermercado Covirán como referencia. Luego, un poco de ritmo en las cuestas y listo, fin de la gymkana. Pero deberían montarlo mejor. Entiendo que las cuevas están donde están pero ahórrennos la taquilla física para Covalanas.
Unas joyitas del arte rupestre para conocer mientras se pueda.