Segundo capítulo sobre el viaje por los Balcanes.
"Conociendo a Sofía".
En la primera de las mañanas búlgaras, la curiosidad y el inquieto nerviosismo por seguir conociéndote, Sofía, desarmaron predeciblemente al despertador de su infinitivo natural, despertar, tomando prestado su significado verbal, y el típico sudor mañanero-veraniego entre sábanas de habitación-horno fue la única alarma perceptible en el solitario dormitorio; pegajoso sudor sustituido por agua fría en un cuarto de baño microscópico donde ducharse y soltar por ahí abajo un cd de Reggaeton, al unísono, eran actividades totalmente compatibles.
En esta mañana me di cuenta de lo asequible que es moverse por el centro de la capital búlgara y cómo, según se va cogiendo desenvoltura, los carteles y demás señales pasan a ser más inteligibles. El origen del alfabeto cirílico es búlgaro y no ruso como generalmente se cree, no obstante, si al llegar no tenías ni pura idea, como fue mi caso, ya se encargará algún paisano de comentártelo, y de paso, tras mantener conversación, confirmar la simpatía generalizada que las habladurías habladurean sobre los búlgaros.
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