Suecia entre islas: un paseo deliciosamente nórdico por sus joyas flotantes
Suecia tiene muchas cosas que hacen pensar que fue diseñada por alguien con mucho tiempo libre y un excelente sentido del gusto: bosques interminables, lagos que parecen espejos limpios, gente que recicla hasta las emociones... Y más de 267.000 islas. Sí, islas. Tantas, que uno empieza a sospechar que los mapas suecos se dibujan con un salero en la mano.
Aunque no todas estas islas son exactamente lo que se entendería por “habitables” —muchas son poco más que una roca con pretensiones—, hay algunas que se han ganado su lugar en el corazón de los viajeros.
Islas que combinan historia vikinga, arquitectura encantadora, museos improbables, bicicletas, café fuerte y una calma que se podría embotellar como antídoto contra el estrés.
Aquí están algunas de las más turísticas y, por fortuna, más encantadoras.
Djurgården – Donde la realeza se mezcla con osos de peluche
Ubicada a un breve y bellísimo paseo desde el centro de
Estocolmo, Djurgården parece haber sido diseñada por alguien que no podía decidirse entre crear un parque, un museo o un lugar para que los alces se sientan cómodos. Así que hizo todo a la vez.
La isla alberga el museo Vasa, que exhibe un barco del siglo XVII que se hundió a los 20 minutos de zarpar —una hazaña de incompetencia naval tan impresionante que se ha convertido en un monumento nacional.
También está el ABBA Museum, que brilla con lentejuelas y nostalgia pop. Y si todo esto parece demasiado cultural, también hay un parque de atracciones, Skansen, y senderos donde se pueden observar ciervos sin sentirse culpable por comerse después una albóndiga.
Södermalm – Hipsters, historia y fika
Técnicamente parte del centro de Estocolmo, Södermalm es una isla, aunque a veces se olvida, probablemente porque está tan llena de tiendas vintage, cafés orgánicos y barbas bien cuidadas, que parece más una galería de arte viviente que una porción de tierra rodeada de agua.
Es el lugar donde los creativos suecos pasean en bici, beben café filtrado y escriben novelas oscuramente introspectivas mientras miran al agua con expresión melancólica.
Entre casas de madera del siglo XVIII y galerías minimalistas, Södermalm ofrece una mezcla embriagadora de historia, diseño y existencialismo escandinavo. Ideal para quien quiere experimentar Suecia sin mojarse los pies, pero con suficiente introspección como para justificar un diario.
Vaxholm – La puerta del archipiélago (y de las fotos de postal)
Vaxholm es lo que ocurre cuando alguien agarra un pueblo encantador, lo pone en una isla y lo rodea de mar, cafés junto al muelle y casitas pintadas en tonos pastel que parecen salidas de un catálogo de “vida feliz”.
Se puede llegar en barco desde Estocolmo en menos de una hora, lo cual es perfecto para quienes quieren sentir que se han alejado mucho sin tener que aprender a usar un compás náutico.
El fuerte de Vaxholm, que alguna vez defendió la entrada a la capital, ahora recibe a turistas con cámaras, no con cañones. La isla ofrece kayak, baños helados para valientes y más fika (esa pausa sagrada del café sueco con pastelito) de lo que un ser humano razonable debería consumir en un día. Pero nadie va a Suecia a ser razonable.
Fjäderholmarna – Las islas del “no da tiempo, pero vamos igual”
A solo 30 minutos en barco desde Estocolmo, Fjäderholmarna son como el aperitivo del archipiélago. Pequeñas, encantadoras y fáciles de recorrer antes de que el estómago empiece a pedir albóndigas.
Perfectas para una excursión exprés, ofrecen talleres de artesanía, restaurantes que sirven mariscos como si fueran una religión, y suficientes rincones fotogénicos para saturar cualquier red social. Son ideales para quienes quieren una dosis de naturaleza y tranquilidad, pero tienen una reserva para cenar a las 8 en la ciudad.
Gotland – Vírgenes medievales, murallas y ovejas con estilo
Gotland es la diva de las islas suecas. Una estrella de
mar Báltico con ruinas medievales, playas doradas, pueblos de piedra y una inclinación por las ovejas decorativas. La isla más grande del país se encuentra a unos 90 km del continente y se accede por ferry o por avión (para quienes no temen a los aterrizajes con viento lateral).
La capital, Visby, parece una ciudad sacada de una novela histórica, con murallas del siglo XIII, calles adoquinadas y una catedral que se niega a retirarse.
En verano, Gotland se convierte en el escenario favorito de escritores, políticos y adolescentes con corona de flores. Hay festivales medievales, mercados artesanales y más bicicletas que automóviles. Incluso las ovejas, símbolo de la isla, parecen tener una actitud ligeramente artística.
Öland – Molinos, monarcas y mar en horizontal
Justo al este de Kalmar, Öland está conectada al continente por el puente más largo de Suecia, lo cual es útil porque uno puede llegar sin mojarse ni una suela. La isla es una mezcla curiosa de patrimonio real y paisajes que parecen inventados por un geólogo con sentido del humor seco.
Aquí se encuentra la residencia veraniega de la familia real sueca, lo cual añade un toque regio al ambiente bucólico. También hay cientos de molinos de viento, piedras neolíticas, y alces que parecen posar para las cámaras.
En verano, Öland se llena de veraneantes que pasean en sandalias con calcetines, una tradición escandinava inexplicablemente resistente al cambio climático y al buen gusto.
Explorar las islas suecas es como entrar en una realidad paralela donde todo es un poco más ordenado, más tranquilo y mucho más fotogénico. Algunas se visitan en una tarde, otras merecen varios días, pero todas comparten ese extraño magnetismo nórdico que convierte cualquier paseo en una escena digna de novela. Y aunque el clima pueda jugar bromas —el sol a medianoche o la lluvia en diagonal—, algo queda claro: en Suecia, las mejores historias siempre están rodeadas de agua.
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