Ya de vuelta, finalmente hicimos la excursión a Corvo con
Extremocidente. La recogida fue a las 9 en el muelle Cais das Poças, al que se llega desde la Rua da Conceiçao (la calle de la igreja matriz). El trayecto duró una hora y fuimos recorriendo la costa de Flores hacia el norte, desde Santa Cruz a los Cedros más o menos, sin llegar a Ponta Delgada, la bahía de Alagoa, los islotes, algún farallón, entramos en una gruta... Velocidad rapidita, pero nos dio tiempo a hacer alguna foto y grabar vídeos. Solo esta parte ya mereció la pena, la navegación por ese Atlántico oscuro que te atrapa en cada salto que daba la lancha neumática
A la llegada al puerto de Corvo, había 5-6 furgonetas grandes (taxis-carrinhas) para los que quieren subir a ver el Caldeirão. Dentro de los taxis están los precios: 10€ ida; 15€ ida y vuelta y recogida más tarde. Lo cierto es que nos cobraron 10€ y fijamos la recogida a las 13.30 horas.
El día tuvimos la suerte de que estaba despejadísimo, así que allá nos fuimos cruzando los dedos para que siguiera así. Son unos 10' de subida. Calculamos que para las 13.30 podríamos haber acabado la ruta que baja al cráter y lo rodea desde abajo. Es una caminata preciosa, de bajada al principio durante unos 10' más o menos., bien señalizada. La referencia nos dijeron que la tomáramos en una piedra grande con una marca de continuar a la derecha. Si seguimos este sentido, iremos primero por parte de las lagunas, viendo peces, vacas, toros... Más o menos a la mitad del trayecto, las lagunas dejan de verse y el camino transcurre por una zona desde la que vemos las pequeñas elevaciones verdes y humedales.
Un grupo hizo la visita guiada con Extremocidente y empezó al revés, primero hacia la izquierda de la roca para continuar por la zona de las lagunas. Creo que así es más atractivo. Igualmente, con el diazo que teníamos despejado y con un sol brillante, fue espectacular.
Cuando acabamos a la 13.00 ya el cielo se estaba cubriendo, poniendo oscuro y empezaba a soltar algunas gotas. Nuestro taxista iba a bajar, por lo que aprovechamos para hacerlo ya antes de que cayera el gran chaparrón. En el camino de vuelta paramos en un mirador con vistas a la Vila do Corvo, en otros cercano a la costa, con una fajana volcánica negra y finalmente en los molinos, donde nos bajamos.
Tras pasear por estos, comimos en el restaurante-pastelería Caldeirão (creo que es el único), junto al mini-aeropuerto, con servicio de bufé, pequeño, pero variado (crema de verduras, pescado al horno, muslos de pollo al horno que después fueron sustituidos por pechuga, arroz blanco, papas fritas, ensalada, frijoles...) 16€ el menú, con bebida y café. Estaba bien y el mousse de chocolate de postre muy rico tb.
Tras un pequeño paseo por el pueblo, la iglesia, ecomuseo... A las 3 nos recogieron. En la vuelta, paramos 4 veces para ver cetáceos. No vimos peces voladores, como Anniemoon, sí algunas carabelas portuguesas flotando.
Un día magnífico que no olvidaremos