Día 25 de julio.
Nos viene a recoger al hotel, Tim la guía, que habla español y que nos ha proporcionado Nong, acompañada de un chófer, a las 7 de la mañana.
Después de desayunar, salimos con dirección a Chiang Rai. La ruta es larga, o al menos se nos hace larga. Porque no son muchos kilómetros. Total 170 y pico, pero aquí hay que tener en cuenta varios factores. La carretera que no es precisamente una autopista. Son carreteras con un trazado muy complicado y los conductores en ningún caso se saltan los limites de velocidad, más bien al contrario. Esto hace que cualquier otra licencia, de las muchas que a nosotros nos parecen una barbaridad, no tengan mucho peligro. De hecho no hemos visto ningún accidente.
Después de una parada técnica, llegamos al que se anuncia como el géiser más alto de Tailandia.
Como se ve en las fotos es una especie de fuente circular, que en el centro tiene la boca de salida del agua. Y cada cinco minutos aproximadamente suelta un chorro espectacular, quizás 15 o 20 metros. Es difícil precisar, porque sobrepasaba bastante las casas, pero no se veía con precisión la altura.
Alrededor del surtidor se ha establecido una serie de negocios para aprovechar la parada de los turistas. Nosotros comimos algo y nos dimos un masajito de pies con peces.
Como curiosidad no está mal, pero como veréis mas adelante se pueden hacer en otros sitios con peces en su estado natural y gratis. Para mí, lo mejor fue la cara de la parienta en una foto desenfocada, pero que no tiene precio.
Pasado el susto inicial, y comprobado que sólo hacen cosquillas, la cosa cambió un poco.
A poca distancia de allí y ya cerca de Chiang Rai, llegamos al templo blanco.
Su nombre es Wat Rong Khun
Este templo es muy curioso, porque rompe moldes con cualquier otro. Templos, vamos a ver muchos y todos muy bonitos, pero éste, al ser completamente diferente, perdura en la memoria con mucha más fuerza.
En esta foto, se ven las manos que salen del infierno pidiendo ayuda.
Pero no se si es obra del autor o de algún gracioso, que le ha puesto color a una de las uñas de un dedo de una mano...
A mi me recordaba, salvando las distancias, a la Sagrada Familia. Es un templo nuevo, de reciente construcción, obra de un genio. Un pintor de mucho prestigio en Tailandia, que ahora cuenta con 55 años.
El templo está en una fase muy avanzada, pero aún les queda una parte importante del decorado.
Los interiores los están pintando con un estilo muy cargado de color y de contenido. Allí cabe todo, desde Superman hasta las Torres Gemelas, en un mensaje difícil de asimilar con tanto contenido.
El exterior está íntegramente realizado en color blanco, en un estilo muy personal, recargado y en el que se rematan todas las aristas con trocitos de espejo, lo que también me recuerda a los mosaicos fracturados que empleaba Gaudí en sus obras.
Otro parecido es que también se financia con aportaciones populares.
Una vez visitado el templo, paseando por sus jardines, tropezamos con una curiosa lagartija, o más bien lagarto, que estaba en el tronco de un árbol.
Nos regaló todo un reportaje fotográfico, con cambio de ropa incluido. Estaba en el tronco de un árbol y subió y bajó, cambiando progresivamente de color.
Después de visitar el templo, visitamos una exposición anexa con cuadros y esculturas del autor del templo y ademas de poder apreciar lo exquisito de estas obras, apreciamos también lo exquisito del precio. Me interesé por una litografía numerada, pero su precio, en euros me pareció prohibitivo, así que tuve que conformar con un poster impreso, que tampoco era barato.
El trayecto desde el templo blanco hasta Chiang Rai, se hace muy corto. Después de dejar el equipaje en el hotel, nos fuimos a buscar un poblado en el norte, Los Karen. Para ello tomamos una barca en el río, en un paseo que dura más de una hora.
Las barcas, que son muy parecidas en toda Tailandia, al principio me llamaron mucho la atención. Son muy estrechas y muy largas y en popa llevan un motor de coche, o al menos lo parecen. Del motor sale un tubo muy largo, al final del cual está la hélice. Como el motor pivota sobre su soporte, moviendo el motor se consigue controlar la hélice, que a su vez hace de timón. La velocidad de estas barcas, en este río, fue la más alta de todas las que vi en Tailandia.
Pero como nada es perfecto, a nosotros al cabo de media hora de trayecto, se nos paró el motor de la barca. Después de varios intentos infructuosos de arrancarla, el barquero acabó sacando el móvil y llamando a otro barquero. Mientras esperamos en la orilla amarrados a un manojo de juncos.
Una vez en el poblado, la primera sopresa fue ver que los niños van al colegio uniformados, como en toda Tailandia.
Aunque vayan descalzos.
Pero también los hay que van en moto...
Es la curiosa mezcla de las sociedades menos desarrolladas con el progreso, en las que éste entra a borbotones.
La gasolinera...
Y así nos encontramos con que esta gente vive en principio de sus fuentes de ingresos tradicionales, la agricultura, el arroz y los frutales.
Pero no le hacen ascos a las nuevas y jugosas fuentes de ingresos. La artesanía.
Somos nosotros los que invadimos su espacio llenos de curiosidad y ellos satisfacen nuestra avidez con chucherías, que para nosotros son calderilla y ellos les supone una ayuda económica. Por ello es cada vez más dificil encontrar poblaciones donde no haya un tenderete con sus abalorios.
Yo no llevaba ninguna intención de comprar nada, pero esta cría me desarmó.
Son cinco baths, me dijo en perfecto castellano. Me quedé sin palabras y con una pulsera que llevé casi todo el viaje. Hasta que se rompió.
Justo detrás de la parada de artesanía, suelen tener una tumbona donde duermen o matan el rato.
Y próximo está el cerdo, al lado o debajo de la casa, que no es mucho más que una tarima, sobre pilotes de madera, para protegerse de roedores y otros animales, con techo de hojas de teka y paredes de madera. Aquí no hay que protegerse del frío. Las construcciones son muy simples, la mínima expresión.
Lar marquesas, que aquí son plantas de interior, allí crecen con libertad alcanzando un tamaño más que considerable.
A un lado de la casa vimos una familia que tenía una especie de depósito con agua y nenúfares. Pregunté para que era y uno de los chavales se metío dentro de un salto, con una especie de salabre y no paró hasta sacar uno de los peces gato que guardaban allí como alimento vivo.
Después de dar una vuelta por el poblado, acabamos en el río en una especie bar/tienda/comidas y variedades. Entre otras cosas tenía su propio "zoo". Recogía reptiles que arrastra el rio en los dias de crecida. Y tenía varias pitones y alguna iguana, con las que te podías fotografiar por un módico precio.
Concluida la visita, volvimos a Chiang Rai con nuestro conductor, que había venido por carretera a buscarnos. En Chiang Rai, el masajito de rigor, paseo nocturno y cena sin complicaciones.
Dia 26 de Julio
El hotel donde nos alojamos no tenía desayuno. Por 12€ no se podía pedir más. Por lo que nos fuimos a desayunar a otro sitio, al primero que encontramos. Y de allí, Tim nos llevó a dar una vuelta por Chiang Rai. Pudimos comprobar que la influencia del templo blaco ha llegado hasta aquí
O quizás que el autor del diseño es el mismo que el del templo blanco..
Por la calle nos encontramos a este preocupado caballero. No pude reprimirme. No me quedó más remedio que inmortalizarlo. La foto es casi de concurso.
Después nos fuimos a ver un templo próximo... del que no me acuerdo del nombre, en su lugar os dejo unas fotos. Si no se apunta, es imposible acordarse de los nombres, de todos los nombres.
Este templo se encuentra en un estado de integridad precario, debido al algún terremoto reciente. Pero no por ello abandonado.
En este templo Tim me explicó algo que me intrigaba desde el primer día. Veía a la gente agitando unas vasijas que estaban llenas de palitos. Yo interpretaba que era algún tipo de ofrenda o plegaria.
No exactamente una plegaria, o al menos yo no lo entendí así.
Se trata de agitar el recipiente hasta que cae un palito. Solo uno, de lo contrario hay que volver a empezar. El palito que ha caído, tiene un número, y en un mueble auxiliar hay unos cajones con el número de cada palito y en cada cajón hay unos papelitos... en tailandés, por supuesto. Pues bien, del cajón con el número del palito que ha caído, sacamos un papel. Y aquí hay una especie de ....horóscopo, que dice cosas buenas o no tan buenas. Como todos los horóscopos.
Tim traduciendo mi horóscopo
Otra cosa curiosa por la que nos interesamos, fue estos adornos que veíamos en ciertos árboles.
Tim nos explicó que son árboles en los que habitan espíritus y no se pueden talar. Los hay por toda Tailandia. Les atan alrededor del tronco unas cintas o tiras de tela y quedan protegidos. Y parece ser que se respeta.
A pesar del delicado estado de la estructura del templo, como ya he dicho, no se encuentra abandonado.
Está conservado y mantenido
De aquí nos fuimos a hacer una visita al mercado local. Aquí, como en cualquier otro sitio, estaban los puestos con huevos, carnes, verduras, pescados, que como en toda Tailandia, están vivos o casi vivos. Especies, noodles y frutas conviven en armonía, no muy diferente a nuestros mercados.
Saliendo del mercado nos acercamos a ver el Triángulo de Oro. No hay mucho que ver, aparte de admirar el impresionante río Mekong. Este es un gran río, que yo no imaginaba tan caudaloso. Pero claro, viene del Himalaya y resulta ser el 8º río más largo del mundo. Y aquí todavía le queda un largo trecho hasta el mar. Tiene que pasar todo Vietnam. Cuando llega a este punto ya ha bajado 4500 metros de desnivel, desde su nacimiento y eso hace que su caudal te deje boquiabierto.
Aparte del río, otra curiosidad es la confluencia de las fronteras de Tailandia, Laos y Myanmar o Birmania, que tanto da.
La confluencia del Mekong con uno de sus afluentes, establece la frontera entre los dos países, quedando Birmania a la izquierda y Laos en la orilla de enfrente. Pero mejor lo vemos en una foto
Birmania, en este punto, no ofrece ningún atractivo visible y Laos sólo unos casinos que se han establecido a la orilla del río, aprovechando la prohibición para este tema en Tailandia.
Por lo que respecta a la parte tailandesa, podemos ver la presencia de un gran Buda, visible desde lejos.
Os dejo una imagen de uno de los motores con los que equipan a las rápidas lanchas del Mekong. Si no son motores de coche, a mi me lo parecen..
En esta zona aprovechamos para visitar el museo del opio, donde no nos dejaron hacer fotos. El opio es el producto que enriquecía esta zona, para que se le diera el apelativo de Triángulo de Oro. Pero Tailandia, todo lo relativo al comercio de estupefacientes, se lo han tomado en serio. Y si no han erradicado el comercio, no le falta mucho. El consumo es otra cosa, porque vimos varios nativos, a lo largo del país, fumando unas pipas de caña de bambú altamente sospechosas.
Para acabar las visitas de la zona, estuvimos en el templo de los monos, que como su nombre indica, está poblado de monos. Estos animales están razonablemente sociabilizados. De forma que esperan que las visitas les den cacahuetes, que previamente han comprado, llegando a cogerlos de la mano.
su voracidad es tal, que van almacenando los cacahuetes en una especie de bolsa, en el cuello y acabada la visita de los turistas, se los van tragando..
Cuando nos cansamos de monadas, nos dedicamos al templo, que como todos es precioso.
El viaje de vuelta se hizo largo. Casi cuatro horas. Pero había merecido la pena. Muchas gracias a Tim, porque es un lujo de guía.