Como habiamos decidido antes de comenzar el viaje, nos volvimos a levantar tempranito para aprovechar el día, cogimos el coche y nos desplazamos al pueblo cercano de Oberkich. Llegaríamos en poco más de 30 min.
Lo primero que destaca de Oberkich es un hotelito en la vía principal frente a la información turística, muy característico del lugar.
Para conocer este pueblo hay que callejear un poco. La parte más bonita se haya al borde de un mini rio que pasa por el centro del pueblo. No os perdereis si cogeis la calle que está justo enfrente de la puerta de entrada de la información turística y seguis el curso del rio.
Es un pueblo pequeño, por lo que no se necesita mucho tiempo para verlo y disfrutar de sus calles, por lo que tras poco más de hora y media decidimos salir hacia Oppenau.
Al poco tiempo, unos 30 min de coche, estabamos en Oppenau por un camino lleno de árboles y paisajes verdes.
Lo que es el pueblo en si, no esconde mucho, todo se ve desde la misma carretera de entrada y tan solo es un rio con una casa muy bonita al fondo y poco más, pero si después de hacer esa miniparada en el pueblo continuais hacia el monasterio partido a unos 10 km del pueblo, sobre los 7 km en dirección al monasterio encontrareis una explanada a la derecha para aparcar el coche. Dirigiros hacia un camino al fondo del lugar y seguir el curso del rio. Este camino os llevará a unas cascadas muy bonitas, pero prepararos para subir escaleras. Si seguis este camino durante un buen rato podreis llegar al monasterio en ruinas, pero mi consejo es q despues de ver las cascadas os deis media vuelta y cojais el coche porq sino..... tendreis q volver caminando a por el coche y quizás ya no hayan tantas ganas de caminar y ahorrareis tiempo.
Muy cerca del monasterio en ruinas hay un restaurante (todo en alemán) y una tienda de productos naturales de la zona (miel, cera, madera, licores). Podeis probarlos todos, pero... ojito con los licores.... ufff, podriais enceder fuego con ellos....
Sobre las 13:30 estabamos cogiendo rumbo a Gengenbach, camino que se nos hizo eterno ya que llegamos sobre las 15:45 de la tarde y eso que está practicamente al lado en el mapa, pero tras parar en un supermercado y para comer en plena selva negra unos 30 min podriamos decir que más o menos estará como a una hora de camino entre montañas....
Nosotros no habíamos encontrado mucha información sobre Gengenbach y no nos esperábamos apenas nada, casi que íbamos a ir de pasada, pero al llegar nos sorprendió bastante, parece un pueblo de cuentos, de hecho hay una película que se inspiró en este pueblo "Charlie y la fabrica de chocolate"
Lo primero que se ve nada más entrar en el pueblo es su torre de entrada y una vez dentro una gran plaza con unas casas muy monas y unos riachuelos a modo de alcantarillado pero de agua limpia rodando por el pueblo. Tened cuidado porque están al aire libre y podéis meter el pie dentro y salir empapados.
Perderos por sus callejuelas, no os arrepentiréis.
Sobre las 18.00 de la tarde estábamos en Friburgo.
Quizás podéis pensar que íbamos un poco a la carrera, y quizás tengáis un poco de razón, pero lo cierto es que lo único que nos quedó ganas de dedicar más tiempo fue Heidelberg y a éste último, Gengenbach, porque al resto de los lugares nos dio tiempo de sobra y en ningún momento tuvimos la sensación de ir corriendo.
Friburgo es una ciudad que fue totalmente destruida por los aliados en la segunda guerra mundial y las casas son de reciente construcción, pero aún así tiene un par de cosillas por ver. Según entráis a la ciudad os encontrareis con una torre que le da un toque de distinción, más adelante encontrareis la catedral en cuyo interior existe una foto de la ciudad arrasada por los aliados y poco más. Merece más la pena dedicar más tiempo a Gengenbach que a Friburgo.
La ciudad no fue de las mejores del viaje pero nos pillaba de camino hacia nuestro hotel, cerca del lago Titise en Lenzkirch. En realidad era una pensión metida en un pueblo entre las montañas en plena selva negra con unas vistas estupendas, un aire limpio, un matrimonio encantador que lo regentaba, una decoración típica alemana estupenda y un desayuno para campeones, sin duda, el mejor lugar donde pasamos la noche, y que nos quedó pena no pegarnos algún día más. Muy difícil de encontrar sin un GPS.
Este sin duda, había sido nuestro día más fuerte, así que cenamos, nos tomamos unas cervecitas alemanas en el porche de nuestra habitación con vistas al ocaso entre las montañas de la selva negra y nos fuimos a dormir temprano.