Ayer Jose nos dijo que hoy, por la tarde, podremos visitar una manyatta, la aldea tradicional de Masai Mara. Un maasai de Enkewa, Lemara, hará de anfitrión y nos invitará a su casa. Va a ser una experiencia auténtica e inolvidable. Pero eso será por la tarde.
Por la mañana ha llegado una pareja a Enkewa. Jose les enseña el Camp, y tras dejar sus cosas en su tienda, vienen a presentarse. Son Pilar y Emilio, madrileños que llegan desde la isla de Lamu, donde realizan una labor de cooperación en un orfanato de niños. Vienen a pasar tres días y esperan hacer buenos safaris. Les decimos que no se preocupen, han llegado al lugar idóneo.
Jose nos avisa de que está el coche listo para salir de safari. Hoy vamos a hacer una incursión por la frontera de Tanzania, haremos safari pisando tierra de Serengueti.
Por el camino vemos muchos ñus. Un grupo de ñus y topis que sale corriendo en estampida cuando nos acercamos con el coche. Un poco de ejercicio mañanero tampoco les viene mal.
Tipira nos muestra un zorro de la sabana que está buscando el desayuno. Que haya suerte.
Hemos pasado la frontera en plan “piratillas” y estamos en tierra de Serengueti. En realidad el paisaje no cambia en absoluto, ya que es la continuación física de Masai Mara. Después de un buen rato, hemos hecho hambre y paramos para tomar el almuerzo. La vista desde aquí abarca un amplio valle, con sus correspondientes acacias tanzanas.
Después del reconfortante almuerzo, Jose nos lleva junto al cauce del Sand River, donde vemos un grupo de cebras pastando y bebiendo en el río.
Seguimos avanzando, y hacemos parada obligada, ya que junto a unas rocas una familia de leones descansa plácidamente.
Y otro macho, que aparece tras un arbusto, trata de explicarnos quien manda en estas tierras.
Ok. Mensaje recibido. Toca volver al camp, comer y descansar un poco antes de visitar la manyatta.
A las cinco de la tarde salimos caminando hacia la manyatta. Nos acompañan Lemara, maasai que nos enseñará su casa, también viene Sam, otro maasai de Enkewa (socio de Jose y Marta y un buen guía de safaris) y Marta. Son unos cuarenta minutos caminando y es la hora en que los maasais recogen el ganado y lo dirigen a la manyatta.
Al llegar a la manyatta dos niños nos reciben alegres y les regalamos unos caramelos. Hace días habíamos conseguido unos paquetes de caramelos en una tienda de gasolinera en Narok, el día en que llegamos a Enkewa. Sabíamos que a los niños maasai, como seguramente a todos los niños del mundo, les gustan los caramelos. En Enkewa, preguntamos a Sam y Lemara si era posible regalarles los caramelos a los niños, y nos dijeron que no había problema, que podíamos repartirlos entre los niños.
Ya dentro del poblado se juntan todos los niños, y Sam junto a Lemara nos ayudan a repartir todos los caramelos. Los niños transmiten alegría y sonrisas. Nos tocan, nos agarran, quieren jugar…Pero nos sorprende que todo es de una forma muy educada, están muy bien educados, existe mucho respeto hacia los mayores. Vemos que al llegar a nuestro lado inclinan la cabeza para que se la toquemos y Marta nos explica que es el saludo respetuoso de los niños hacia los mayores.
Gema les pide a dos mujeres maasai si puede sacarse una foto junto a ellas y acceden sonrientes.
Sam nos va explicando todo acerca de la manyatta: su situación cercana a zona de pastos para el ganado, la estructura rodeada de ramas de acacia, el corral interior donde meten el ganado (también rodeado de ramas de acacia para evitar incursiones de depredadores), la construcción de las chozas con barro y estiércol (las construyen las mujeres), la organización de las familias maasai y cómo se distribuyen dentro de la manyatta, etc…
Dentro del corral para el ganado, Lemara nos dice que hace 15 dias un leopardo entró en la manyatta, saltó el cercado de acacias del corral e hirió a dos ovejas. Los perros ladraron, los maasai salieron con sus lanzas y el leopardo tuvo que huir sin causar bajas en el ganado maasai. En el interior del corral me saco una foto con dos niños maasai que ya se encargan del ganado, mientras Lemara, al fondo, supervisa el cercado de ramas.
Lemara nos invita a entrar a la casa de su segunda esposa (un maasai tiene tantas mujeres como puede mantener, y la riqueza maasai está representada por el número de cabezas de ganado).
Dentro de la choza nos explican la distribución (habitación del marido, habitación de la mujer y niños, y una especie de habitación donde por la noche meten su ganado más joven, como cabras recién paridas que sería peligroso dejarlas en el corral central de la manyatta).
La mujer de Lemara está hirviendo agua para preparar la comida, que se trata de maíz hervido para crear una pasta que cenarán esta noche.
Tras agradecerles su hospitalidad, nos despedimos de las mujeres, hombres y niños de la manyatta. Mientras nos vamos, observamos cómo Lemara les indica a los niños que recojan todos los papeles de los caramelos del suelo. Humildes, sí; pero ante todo, educados y civilizados. Mucho más de lo que estamos acostumbrados en España.
Al alejarnos, una de las niñas, que no tendrá más de siete u ocho años, nos observa con esa mirada curiosa característica en los niños maasai. Carga a su espalda otro bebé, que, curiosamente, nos observa con esa misma mirada. Esa mirada que transmite tanto, esa mirada que nos muestra con plena naturalidad, el alma maasai, el ALMA AFRICANA.
Fuera de la manyatta nos espera el 4x4 de Enkewa. Han llegado Tipira y Lesaloi para trasladarnos al campamento. Le entregamos a Lemara una propina en agradecimiento a su invitación y subimos al coche.
Volvemos en silencio, recapacitando sobre lo que ha sido una experiencia totalmente diferente hasta ahora. Una experiencia que, inevitablemente, te hace reflexionar en muchos sentidos. Pero este tipo de situaciones simplemente son para vivirlas teniendo un contacto directo con esta gente, su forma de vida, sus gestos, miradas, sonrisas… Totalmente enriquecedor y recomendable.
Ayer vimos el cruce del río Mara y el Big Five, tuvimos contacto con ese CORAZÓN SALVAJE de Kenia, y hoy, hemos visitado la manyatta maasai, y tenido contacto con hombres, mujeres, niños y sus gestos, sonrisas, miradas… hemos podido contemplar el ALMA AFRICANA maasai.
Ya en el camp, después de cenar, Jose nos dice: “Bueno chicos, vosotros, después del cruce del Mara, Big Five, visita a la manyatta, etc… si pudieseis elegir, ¿qué os gustaría ver mañana?” Nos quedamos pensando un poco y le contestamos que todo lo que viniese a partir de ahora sería de regalo, pero si pudiésemos elegir, sería increíble poder ver una cacería en directo (pero evidentemente, sabemos que ahí interviene el factor suerte de estar en el lugar exacto en el momento exacto).
Ahora nos reímos, pero después de lo que ocurrió el día siguiente, no puedo más que llegar a la inevitable conclusión de que los dioses del Mara trabajan para ENKEWA.