Nos despertamos con ganas, hoy toca actividad especial. Vamos a realizar una buena caminata con varios maasai de Enkewa y esperamos aprender muchas cosas del entorno del Masai Mara.
Tras un completo desayuno montamos en el coche, salimos del campamento y varios kilómetros más adelante nos bajamos para iniciar la instructiva marcha.
Nos acompañan tres maasai. La zona por donde vamos a caminar está fuera de peligro, pero para aumentar la seguridad ellos van armados con su tradicional lanza maasai y el arco con flechas. Al parecer, la punta de las flechas está impregnada de algún tipo de veneno o toxina que al clavarse y entrar en contacto con la sangre de un posible “animal agresivo” o depredador de turno lo dejaría fuera de combate durante un buen rato. Esto acojona un poco, pero por otra parte tranquiliza.


Comenzamos la caminata con Tipira abriendo camino, vigilando y controlando el territorio. Lesaloi, en un correcto inglés, nos va explicando rastros y huellas de animales que vamos viendo (de babuinos, de cebras, de impalas…).

También vemos madrigueras, termiteros, y agujeros que los babuinos hacen en el suelo para desenterrar raíces y tubérculos.

Nos explican diferentes tipos de árboles y arbustos, y el uso que dan a sus hojas y frutos. La hoja de un árbol hace las funciones de lija para la madera de lanzas, arcos y flechas, las hojas de otro arbusto hacen de desodorante natural para las axilas y cumplen la función de toallitas refrescantes para los bebés, el jugo del aloe vera para refrescar y cicatrizar, etc.

En un momento, con el machete, fabrican un cepillo de dientes natural con una rama de árbol de olivo. Evidentemente, cada uno queremos nuestro auténtico cepillo de dientes del Masai Mara. Igual que niños.

Continuamos camino y nos muestran un tipo de acacia típica del Masai Mara, la Acacia Silbadora, llamada así porque su fruto (como una cáscara hueca) tiene un agujero, por donde al pasar el viento, emite un sonido sibilante. Ese agujero es producido por hormigas, que luego viven dentro de esa cáscara y establecen una curiosa asociación planta-insecto, ya que cuando un animal como la jirafa intenta comer los tallos de la planta, las hormigas atacan literalmente el hocico de la jirafa para preservar su habitáculo.

Más adelante nos encontramos con la cornamenta de un impala, que todavía conserva restos de piel y carne. Tipira nos indica que por las señales que presenta ha sido devorado por un leopardo hace unos dos días.

Terminamos la caminata junto a un pequeño arroyo, donde el todoterreno nos recogerá para llevarnos a un lugar especial, las cascadas de Sand River. Pero antes de ir, los maasai nos enseñan las marcas que los leones dejan en las cortezas de los árboles. Esto es Masai Mara y las uñas tienen que estar bien afiladas.


Tras unos kilómetros de por senderos por donde no me imagino que puedan acceder las matatus de otros campamentos, llegamos a las cascadas.

Es un lugar con un atractivo especial, ya que las corrientes han ido erosionando las rocas creando formas de una belleza singular. Los últimos dos días ha llovido por la noche, y el agua baja con fuerte caudal y bastante turbia.


Íbamos preparados con trajes de baño, ya que es zona libre de peligro (aquí no hay cocodrilos), pero preferimos dejarlo para otra ocasión. Lesaloi nos comenta que a él le gustaría aprender a nadar, algo que a nosotros nos puede parecer sencillo, pero que se convierte en algo muy complicado si vives en el Masai Mara.
También nos llama la atención un árbol que ha ido literalmente escalando por las rocas, como queriendo asomarse a ver el paisaje.


Después de la visita a las cascadas, volvemos al campamento, degustamos unos exquisitos platos y tenemos un rato para descansar antes de salir de safari. Esta tarde pisaremos Tanzania, ya que iremos a la frontera para visualizar la continuación del Masai Mara, es decir, el Serengueti.
El safari comienza con unas jirafas que nos miran impasibles. La jirafa maasai se diferencia de la del parque Nakuru en que la maasai presenta sus características manchas en la piel hasta los tobillos, mientras que la de Nakuru tiene las patas blancas de rodillas hacia abajo.

Un poco más adelante, Tipira nos enseña un pájaro secretario, llamado así porque en su cabeza presenta un penacho de plumas como las que antes se utilizaban para escribir, aunque también se le llama serpentario, porque es un depredador nato de serpientes. Puede llegar a medir 1m y lo que más llama su atención es su manera de caminar, en postura erguida (como un auténtico funcionario de oficina, vaya).

Vemos en un árbol una especie de reunión de comunidad, y un poco más adelante parece ser que algunos vecinos han encontrado un preciado botín.


Más adelante aparece un grupo de topis, y en una roca vemos al curioso lagarto de Agama, que nos explican que es muy territorial para defender su piedra y las hembras de su territorio.


Pero lo que desde luego no falta en Masai Mara son los miles de ñus que decoran su paisaje. Al final te acostumbras a ello, pero no deja de ser espectacular.

Llegamos por fin al punto de frontera con Tanzania, con el Serengueti. Parece que el cielo amenaza tormenta y no estábamos muy seguros de si íbamos a poder ver una buena puesta de sol, pero al parecer los dioses del Mara empiezan a confabular a nuestro favor y el horizonte se va tiñendo de un colorido espectacular.

Realmente sientes que en pocos lugares del mundo puedes apreciar algo así.

Tipira y Jose se encargan de preparar la mesa de picnic y momentos después podemos brindar junto a la piedra que marca el punto de frontera entre ambos países. Técnicamente, ahora mismo somos inmigrantes ilegales.

Nos hacemos la foto de rigor todo el grupo (con la cámara apoyada en el capó del coche, estos coches valen para todo).

Tras unos momentos en soledad, observando esa puesta de sol apoyado en una acacia de postal, piensas que son estos momentos, estas pequeñas cosas, las que verdaderamente valen la pena en la vida.

Volvemos al campamento todavía con las imágenes de la puesta de sol en la retina. Las siluetas de los ñus son como sombras de un decorado irreal, conectadas al paisaje milenario del Mara.

Por supuesto, volvemos al camp haciendo safari nocturno, con Tipira alumbrando aquí y allá con el foco y tú pensando, ¿pero cómo lo ha podido ver?
Entre otras muchas sombras, ruidos, ojos que se iluminan y demás efectos nocturnos africanos, una hiena aparece entre los arbustos como buscando el foco del escenario pidiendo protagonismo. Porque, lo que comentábamos entre risas, qué daño le ha hecho a la hiena Walt Disney y su rey león.

Al llegar al campamento ya tenemos preparada la ducha caliente, así que tras un rato de charla alrededor de la hoguera con los maasai y Jose (el maasai blanco), degustamos nuevamente los espectaculares platos del chef Charles. Dios, esto es el paraíso.
Y todavía no sabíamos que lo que nos esperaba al día siguiente iba a superar todas nuestras expectativas…