Salgo de Pakse a eso de las 8, el billete costó apenas 45.000 Kip por dos horitas de viaje en un Bus V.I.P según la señora que vendía los tickets en la puerta. Una vez allí el paisaje es algo increíble, el Rio Mekong tiene una anchura impresionante, en su cauce se forman algunas islas, algunas de ellas de varios kilómetros, y todas ellas cubiertas de exuberante vegetación. Eso, junto al hermoso azúl del cielo hace de ese paisaje una de las más bellas zonas de nuestro planeta.
Tras esperar casi una hora y un paseo en barca (incluido en el precio del bus) de unos 10 minutillos, aparezco en medio de una islita con unos barracones de madera sobre pilotes a la ribera del rio. Nada más descender, por la única calle que se divisa observo varios restaurantes, guesthouses y comercios. Welcome to Don Det. Como siempre, me tomo una Beerlao para calibrar un poco el terreno y aclimatarme. Don Det es la menor de las principales islas de la frontera. Esta unida a Don Khon por un viejo puente de ferrocarril de la época colonial francesa, así que casi podemos decir que son lo mismo. A la que me alejo un poco del embarcadero el ambiente “turístico” decae, y es por allí donde encuentro una de esas casitas por solo 30.000 kip día, baño compartido y electricidad desde que se pone el sol hasta las 22.00.
Después de tirarme dos horitas largas a la bartola en la hamaca de mi bungalow, me entra un hambre de mil demonios, alquilo una bici x 10.000 Kip y me doy un paseo hasta un restaurante llamado Café Rouge en la misma ribera que mi alojamiento. Cocina tradicional Lao, y según qué días existe la posibilidad de “Alta cocina Inglesa”…. A veces el dueño si pesca algo (es Ingles) hace fish and chips e invita a la parroquia. La vista desde cualquier terraza es sencillamente hermosa, si encima la amenizas con Beerlao y Pink Floyd ni te cuento. A la que termino de comer coincido con una sueca que ha vivido algún tiempo en Barcelona y a la que presento a todo el mundo como “Suiza” ya que según su novio se ponía muy guapa cuando se enfadaba (un abrazo si leéis esto). Al rato apareció Ullie el suizo, acababa de llegar y estaba recién instalado y ávido de Beerlao. Como mi estomago no tiene fondo procedo a realizar una segunda ingesta de comida Laosiana realmente “Spicy”. Eso conlleva más Beerlao y más risas con mis compañeros de mesa, lo cual provoca que es resto del bar se una a la conversación y prolongue la sobremesa hasta casi la hora de la cena. A eso de las 23.30 nos sacan casi a rastras de allí tras abonar la increíble factura de 1.300.000 kips. Aclarar que era la cuenta de Ullie y sus dos amigas, la parejilla Sueca y un colega suyo de no sé donde, dos holligans inglesas, una troll de Noruega y un servidor. Unos 11€ por cabeza.
De camino al bungalow se produce un espectáculo que no se puede describir, cientos de sapos comienzan a croar, emitiendo un “cric cric” o “croac croac” impresionante. Por momentos te parece estar rodeado de ellos. De golpe, tal y como comenzó, los bichos progresivamente se van silenciando hasta que se produce un vacio sobrecogedor, solo roto por algún que otro sonido procedente de la jungla, y tras un breve instante todo vuelve a la normalidad.
La mañana siguiente fui despertado por mis ya colegas los gallos, y algo más temprano de lo habitual me doy una vuelta por la zona. Como he comentado al principio, la isla de Don Det es la menor de las dos islas mayores de la zona. Tiene un perímetro que tardé una media horita en recorrer en bici, el paseo es una delicia, vas por un caminito de tierra que va bordeando la ribera de la isla y no tiene apenas dificultad. Como quería ver la isla mayor con más calma me alquile una moto, fue más que nada por capricho (o pereza) ya que en bici es factible llegar a cualquier punto de las islas en un ratillo.
En Don Khon el ambiente es más calmado, previo pago de 3.000 kip cruzas el puente de ferrocarril que da acceso y solo ves un par de guesthouses, un albergue, escuela, una docena de casas y varias villas de la época colonial francesa, no están en muy buen estado pero no es que haya mucho que ver. Por un camino forestal que deja atrás un templo se accede a una autentica playa de blanca y fina arena, allí te puedes embarcar en unas barquitas a motor que te llevan a ver los rápidos y si tienes suerte a los “Irrawady”, los únicos delfines del mundo que habitan en agua dulce. Estarian haciendo la siesta, pues yo no vi ni uno, ni tan siquiera de lejos, pero dicen que hay. El precio de la barca depende de tu habilidad para negociar. Si lo haces a la hora de la siesta es mas caro.
En otra de las riberas hay otro pueblecito habitado exclusivamente por laosianos.
Es bastante pintoresco. Para llegar allí el camino pasa por una autentica jungla, plantas de mil variedades, arboles enormes que compiten entre sí por un trozo de cielo, es algo digno de ver. Y el otro lado de la isla también es muy hermoso, hay infinidad de arrozales y pequeñas aldeas. En una de ellas, frente a lo que parecía ser un viejo dique hay un restaurante en medio de una diminuta población, comida exclusivamente “de mercado”, o sea, no hay carta, comes lo que han preparado y punto. Allí comí un pescado al jengibre como no había probado en todo el viaje, y una agüita que hay que conducir.
Una vez visitada la isla mayor no quedaba nada mas por ver allí, devolví la moto y durante el resto de la jornada me dedique a holgazanear en mi cabaña, darme un baño en el rio con los últimos rayos de sol y a dormitar en mi hamaca. Idílico. Ya pensaba yo en cenar algo e irme a dormir (entre que “salgo a tomar una cañita y me liaron” y los gallos, apenas he dormido estas dos últimas semanas), cuando aparece toda la tropa del día anterior para llevarme a una fiesta en un “hammok lounge” a pocos minutos de allí.
La isla entera estaba allí, había barbacoa, música, luces de colores y como no, Beerlao fresquita. El resto de la noche lo pase haciendo amigos. xD
No eran ni las jodidas 5 de la mañana cuando el primero de los malditos gallos comenzó con sus canticos…. Y al rato los sapos, luego los gallos otra vez. Era un sin vivir, entre la resaca y los animalejos del demonio no podía dormir, y en eso que dan las 7 y decido largarme de allí. La duda era si volver hacia Pakse para ver las ruinas de la antigua ciudad Khmer y lo que me deje en el camino, o me iba ya hacia Camboya. Evidentemente lo lógico era volver a Pakse, así que hice la mochila y me dispuse a cruzar la frontera y meterme en Camboya.
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