Para este día teníamos reservada la última excursión del viaje, de una hora y media a dos horas de camino aproximadamente en tren desde Budapest hasta llegar a Balatonfüred.
El Lago Balaton ocupa una superficie de 596 km2 con una longitud de 77 km y una anchura de entre 2 y 14 km. Es el mayor lago de Centroeuropa con una extensión de costas de 197 km. En cuanto a su profundidad, oscila entre los 2 y los 12 metros. Es por eso que sus aguas no son muy frías y lo han convertido en destino preferido de mucha gente para pasar sus vacaciones. Nosotros escogimos visitar Balatonfüred, la ciudad balnearia más antigua de Hungría. No tiene mayor encanto, eso sí, que el propio lago.
Desde la estación de tiene que ir por una calle empinada hacia abajo que nos lleva hasta una calle llena de comercios y hoteles. Desde allí es sencillo encontrar el puerto y la orilla del lago. No nos costó mucho encontrar dónde se cogen los barcos que te llevan a dar paseos por el lago o te acercan a la península de Tihany.
En primer lugar nos decantamos por comprar un paseo de una hora (para los que no dispongan de mucho tiempo es una buena opción si no van a bajar en la península porque podrán ver de cerca la abadía sin salir del barco). Nos costó 1600 florines y tenía salida (la primera de la mañana) a las 10. Para ver más horarios se puede entrar en la página web www.balatonihojozas.
A las 11:30 cogimos un barco a Tihany que llegó a las 11:50. Para subir a la abadía sólo vimos un trenecito turístico o la opción de seguir un camino que sube (bastante empinado) hasta arriba de todo de la colina. Y, aunque no lo parezca, toda la vida de Tihany está ahí. Tiendas y restaurantes por doquier.
Además de sus características geológicas, la península es famosa por su excepcional vida silvestre: el área se convirtió en la primera reserva natural de Hungría en 1952. Los yacimientos arqueológicos de la zona muestran que la península ha estado habitada desde la prehistoria. A la gente de la Edad del Bronce, de la Edad del Hierro y de la Era Romana le gustaba este lugar. Los romanos lo llamaron Balaton Lacus Pelso y tenían un vado en Tihany. El antiguo pueblo de Tihany se fundó en la Edad Media, cuando el Rey Andrés I fundó aquí, en 1055, un lugar de enterramiento para la familia real y construyó un monasterio en el que se establecieron los monjes benedictinos. En el siglo XIII se autorizó a la Abadía de Tihany a emitir escrituras oficiales (locus authenticus).
Durante la época de los turcos, en los siglos XVI y XVII, el monasterio, que se había transformado en una fortaleza, fue demolido. Se reconstruyó en estilo barroco en el siglo XVIII y se convirtió en un símbolo de Tihany. Hace pocos años los monjes benedictinos volvieron a hacerse cargo del monasterio y del Museo de la Abadía.
La iglesia barroca, construida bajo supervisión del abad Ágoston Lécs, tiene 46 m. de largo, 16 m. de ancho y cuenta con dos torres de 34,5 m. de altura, lo que hace que esté entre las iglesias de tamaño medio de Hungría. De su decoración interior se encargó el tallista y ebanista Sebastion Stulhoff entre 1754 y 1779. Se puede visitar (previo pago de la entrada en el centro de atención al visitante) con audioguía o sin ella.
Los enseres y las esculturas de madera dorada son dos piezas excelentes del arte barroco de Europa Central, igual que los frescos pintados por Károly Lotz, Bertalan Székely, Lajos Deák-Ébner durante las obras de restauración en 1889 y 1890. El interior quedó completamente restaurado en 1996, después de que la iglesia volviera a manos de la Abadía Benedictina en 1994. La restauración de la iglesia (frescos, altares, etc.) comenzó en 1992 y finalizó cuatro años después. 1996 marca el inicio de una restauración integral del monasterio. El convento, construido al mismo tiempo que la iglesia, alberga el Museo de la Abadía Benedictina. El edificio cuadrado de una planta se comunica con el muro sur de la iglesia, y sus alas contienen un patio interior cuadrado. Entre el 26 y el 31 de octubre de 1921, el convento también alojó al último monarca de Hungría, el Rey Karl de Habsburgo IV y a la Reina Zita, cuando las Potencias Aliadas los internaron en las instalaciones de la abadía antes de su exilio a la Isla de Madeira. La abadía celebró su 950 aniversario en 2005. Acoge conciertos en verano y exposiciones y programas culturales durante el resto del año. El museo suele ofrecer exposiciones temporales.
Bajando por una escalera desde la iglesia encontramos la cripta romana, que construyó el Rey Andrés I en la época en que se fundó el monasterio, en 1055, y que es el único lugar de enterramiento real de Hungría que permanece intacto. Aquí yace el rey, que murió en 1060. Aquí se conserva una copia de la escritura de fundación de la abadía, que también es nuestra reliquia lingüística más antigua.
La cultura tradicional de Tihany, que se remonta a la Edad Media, permaneció viva hasta la década de 1950. Los habitantes típicos del pueblo que trabajaban en las dependencias de la Fortaleza y de la Abadía eran pobres y, de hecho, esto se expresa en su arquitectura.
No era extraño que en un mismo sitio se construyeran varias casas campesinas pequeñas. Las casas se construían sin chimenea y el humo procedente de la cocina central ("cocina humeante") salía a través del tejado y de la puerta hasta que, en el siglo XIX, se construyeron cocinas con chimenea. Junto a la cocina había una habitación en un lado y una despensa, y en el otro lado había un granero y un cobertizo. La cocina se calentaba con el horno, y las habitaciones con estufas de ladrillo alimentadas con carbón. Las paredes eran de yeso entramado y encalado o muros de piedra construidos con toba basáltica de un gris característico. El tejado estaba hecho a base de paja y cañizo. El mobiliario se hacía con madera dura y servía para varias generaciones. Los turistas pueden visitar algunas de las casas campesinas con su mobiliario original (la casa Parasztgazda y la casa Halászcéh yendo por el camino a pie de Pisky, la casa de la Alfarería al final de la calle Batthyány J.), pero otras aún están ocupadas o sirven para otros fines turísticos.
Para comer nos decantamos por un restaurante cercano a la abadía. Escogimos sendas sopas (en mi caso una de cerezas pero, a diferencia de la noche anterior, llevaba helado de vainilla y nata), Javi pescado y yo un plato con carne y verduras a la brasa con dos huevos fritos. Nos gastamos unos 17 euros por persona. Para el postre comimos luego un helado (sorprende uno hecho de mazapán, muy bueno, y sobre todos varios elaborados con lavanda, muy abundante en la península y con la que se hacen muchos productos de higiene personal).
Ya de vuelta en Balatonfüred dimos un paseo y aprovechamos para comprar algo para la cena, porque llegamos a Budapest bastante tarde.