Ya estábamos viviendo las últimas horas en Cantabria, podríamos haber seguido haciendo rutas y senderos… pero también nos apetecía descansar y vaguear un poco. Dedicamos medio día a visitar algunos pueblos encantadores con esa mezcla de lo viejo a medio derruir y lo nuevo que descubrimos en estas tierras y que tanto nos gusta.
En Espinama paramos a comprar en Casa Clara quesos de todo tipo. ¡Nos podrían haber detenido por contrabando! ¡Y qué buenos estaban! También sobaos de los de verdad.
Hay un hórreo en el pueblo; llegamos hasta un pequeño riachuelillo del río Nevandi bajo el puente de piedra (aquí, por supuesto, ver temperatura, tirar piedras, ¿me puedo meter?... ) y callejeamos sin rumbo fijo.
La iglesia también parecía estar abandonada, no así un restaurante asador que ya estaba en marcha, a pesar de lo temprano que era. Mientras, viendo pasar la vida...
A continuación, Cosgaya. Habíamos leído que había un senderillo que valía la pena por aquí. Encontramos un gran aparcamiento a la derecha de la carretera principal y un letrero a la izquierda que indica la subida al pueblo por una una pista asfaltada. Así que cuesta arriba llegamos a la iglesia y al merendero-área recreativa, donde está la estatua de Don Pelayo.
Vistas otras vez de infarto. Hay un parque chiquitito en el pequeño merendero aquí. Después de jugar un rato y ver el mecanismo del tapón que tapaba el chorrillo de la fuente, bajamos hasta encontrar una pista sin asfaltar que sigue el curso del río por un bosque de avellanos, que en algunos puntos forman una especie de pasadizo.
A nuestras espaldas quedan unas buenas perspectivas del Macizo Oriental de Picos de Europa, a nuestra derecha extrañas formaciones de rocas con curiosas formas. Habíamos leído que era un paseo espectacular, pero creo que había demasiada vegetación…
Nuestro siguiente destino era Treviño; el día que fuimos a Fuente Dé vimos que las vistas de los Picos a la altura de esta zona eran impresionantes, de modo que nos lo apuntamos para volver. Y no nos equivocamos.
Después de subir y encontrar una casa con escudos de piedra en las paredes, una casa rural preciosa arriba y enfrente otra a medio vivir… Maravillosa combinación.
Camaleño nos pareció pequeño y con la misma mezcla, casas rehabilitándose y otras a medio derruir.
Pasando la ermita de San Ildefonso hay un parque infantil.
La tarde la dedicamos a pasear por Torices y a vaguear en la piscina. Nuestro hijo con los amiguitos que hizo estaba servido.
En Espinama paramos a comprar en Casa Clara quesos de todo tipo. ¡Nos podrían haber detenido por contrabando! ¡Y qué buenos estaban! También sobaos de los de verdad.
Hay un hórreo en el pueblo; llegamos hasta un pequeño riachuelillo del río Nevandi bajo el puente de piedra (aquí, por supuesto, ver temperatura, tirar piedras, ¿me puedo meter?...
La iglesia también parecía estar abandonada, no así un restaurante asador que ya estaba en marcha, a pesar de lo temprano que era. Mientras, viendo pasar la vida...
A continuación, Cosgaya. Habíamos leído que había un senderillo que valía la pena por aquí. Encontramos un gran aparcamiento a la derecha de la carretera principal y un letrero a la izquierda que indica la subida al pueblo por una una pista asfaltada. Así que cuesta arriba llegamos a la iglesia y al merendero-área recreativa, donde está la estatua de Don Pelayo.
Vistas otras vez de infarto. Hay un parque chiquitito en el pequeño merendero aquí. Después de jugar un rato y ver el mecanismo del tapón que tapaba el chorrillo de la fuente, bajamos hasta encontrar una pista sin asfaltar que sigue el curso del río por un bosque de avellanos, que en algunos puntos forman una especie de pasadizo.
A nuestras espaldas quedan unas buenas perspectivas del Macizo Oriental de Picos de Europa, a nuestra derecha extrañas formaciones de rocas con curiosas formas. Habíamos leído que era un paseo espectacular, pero creo que había demasiada vegetación…
Nuestro siguiente destino era Treviño; el día que fuimos a Fuente Dé vimos que las vistas de los Picos a la altura de esta zona eran impresionantes, de modo que nos lo apuntamos para volver. Y no nos equivocamos.
Después de subir y encontrar una casa con escudos de piedra en las paredes, una casa rural preciosa arriba y enfrente otra a medio vivir… Maravillosa combinación.
Camaleño nos pareció pequeño y con la misma mezcla, casas rehabilitándose y otras a medio derruir.
Pasando la ermita de San Ildefonso hay un parque infantil.
La tarde la dedicamos a pasear por Torices y a vaguear en la piscina. Nuestro hijo con los amiguitos que hizo estaba servido.