Lo primero es recoger el coche en AVIS, en 161 Bay St. Aunque no lo sabemos, vamos a recoger el coche en Brookfield Place, un complejo de oficinas situado en el downtown, que comprende una manzana entera, con dos torres enlazadas por la galería Allen Lambert diseñada por Santiago Calatrava. Muy bonito todo, y muy buen lugar para perderse. Damos varias vueltas buscando la oficina de AVIS hasta que la encontramos en los sótanos, en la conexión con el PATH, un laberinto subterráneo por el que se mueven en invierno, que comunica los lugares principales de la ciudad con túneles parecidos a los del metro.
En Avis nos intentan colar un coche más grande, pero nos llevamos un Grand Cherokee con sólo 10000 Km, ampliamos los seguros y rechazamos el navegador que intentan colocarnos, a pesar de que, como descubriremos más tarde, el coche tiene su propio navegador y funciona estupendamente. ¡A conducir!.
Importante: en los cruces, los semáforos no están como aquí, sobre la raya en la que hay que detenerse; están lejos, en la calle por la que vas a circular, y el nombre que tienen encima no es el de la propia calle sino el de la calle transversal. Además, si giras a la derecha debes pasar con semáforo rojo, cediendo el paso, excepto si está prohibido expresamente. Un poco complicado al principio pero la la gente es amable y te lo hace más fácil. Por autovía el límite de velocidad son 100 Km/h. En poco más de una hora llegamos a Niágara Falls, directos a la Skylon Tower y dejamos el coche en el aparcamiento. La vista desde la torre es impresionante y además sirve para hacerse una idea del lugar.
Niágara Falls, 2018 by Pilar, en Flickr
En abril todavía no ha terminado el deshielo y no han comenzado la mayoría de las actividades. Hay muchísimas, de todo tipo, y comienzan en mayo y junio, cuando crece la afluencia de gente. Nos habría gustado hacer el viaje en barco, Maid of the Mist, pero no funcionaba todavía. Fuimos caminado hasta Clifton Hill, donde se concentran las atracciones de feria, hoteles, restaurantes temáticos, hamburgueserías, tiendas de souvenirs, etc...Bajamos hacia el Queen Victoria Park, desde donde se ven muy bien las cataratas del lado americano para continuar caminando hasta Table Rock, al lado de Horseshoe Fall, donde hay una de las mejores vistas de la caída del agua. Comimos en algún sitio de Clifton Hill que no vale la pena recordar, y volvimos al coche para visitar Niágara on the Lake.
Dejamos el coche a la entrada en el primer aparcamiento que nos encontramos y nos dimos un paseo por el centro histórico. Después de las estridencias de Clifton Hill, Niágara on the Lake nos sorprende con sus edificios bien conservados, de estilo colonial, dispuestos formando una cuadrícula (four-acre-block grid) tal como se planteaban las ciudades norteamericanas en la primera mitad del siglo XIX. El ambiente es tranquilo, las calles principales están llenas de tiendas y restaurantes; en Queen Street probamos una heladería, Cows, muy recomendable. Por la tarde regreso a Toronto. En algún momento entramos en la E-407, la única autopista de peaje de la zona, con sistema electrónico de peaje; ni nos enteramos, pero nos ha llegado una factura de $30CAD (peaje + gestión de AVIS).
Al llegar a Toronto nos acercamos al puerto y después de unas cuantas vueltas acabamos en Polson Pier, al final de Polson St, un sitio estupendo para fotografiar el skyline al atardecer. Previamente habíamos intentado aparcar en la zona en la que sale el ferry para Toronto Island pero había que pagar todo el fin de semana. Después de las fotos fuimos al hotel y nos encontramos el parking completo (aunque decían que no había que reservar) y terminamos aparcando muy cerca, en un parking público, al lado del Domino´s Pizza, que nos salió más barato y nos resolvió la cena. En general, aparcar en Toronto en días laborables es muy caro, en fines de semana muy barato, pero no pagas por horas sino por todo el fin de semana.
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