A la mañana siguiente la rodilla estaba un poco mejor, pero seguía bastante inflamada. Era consciente de que lo sensato hubiese sido hacer reposo, pero decidimos intentar alguna ruta, a ver hasta dónde podía llegar.
Desayunamos en el alojamiento, donde me dejaron un bastón, ya que nosotros no habíamos llevado. Y fuimos hasta el inicio de la ruta del Blue Eye, hasta donde se llega fácilmente por una carretera asfaltada, a unos 7 km de Theth. Hay un gran aparcamiento (he leído que en verano hay que pagar) y varios restaurantes allí, y la vista ya es bonita nada más llegar.
La ruta al Blue Eye es de unos 6 km ida y vuelta, con algo de desnivel, y se tarda unas 2 horas en condiciones normales. Comenzamos a caminar, poco a poco, midiendo cada paso y parando mil veces. Creo que hubiese parado igualmente, porque el paisaje de la ruta era bien bonito, siempre junto al río. El color del agua era una maravilla de azul turquesa, y en verano debe ser un gustazo bañarse allí.
Yo fui muy poco a poco, despacio, pero conseguí llegar hasta el final, hasta el Blue Eye, esa pequeña cascada que vierte a un lago de un azul intenso. Mi marido se fue a explorar y yo me quedé descansando y disfrutando del paisaje. Cruzando el río y subiendo unas escaleras hay varios miradores y un bar, aunque fuera de temporada estaba cerrado. Eso no fue impedimento para tomarnos una cerveza fría, ya que allí mismo había una señora que vendía bebidas frías, que cogía directamente del agua del río.
Con un poco más de esfuerzo llegué hasta la parte alta de la cascada, para ver la laguna desde arriba, y también un pequeño cañón que forma el río antes de caer. Me pareció súper bonito.
Había un puente de dudosa seguridad, que yo no me atreví a cruzar. Desde allí también se podía acceder al bar y a los miradores.
El regreso se hace por el mismo camino y fue lo más duro del ida. Bajar me costó más que subir, pero con paciencia y descansando a cada poco llegué de una pieza. Nos sentamos en uno de los restaurantes del inicio de la ruta y comimos con unas vistas increíbles. Todo un lujo.
Justo estábamos comiendo y empezó a diluviar, menos mal que estábamos a cubierto.
Volvimos a Theth y pasamos el resto de la tarde descansando. Yo necesitaba un poco de hielo y reposo. Además, poco podíamos hacer lloviendo. Antes de cenar ya había dejado de llover y nos acercamos a ver la iglesia de Theth, que es una de las imágenes más conocidas de la región. La iglesia es muy cuqui, tan pequeña, y sobre todo el entorno en el que está, que es una maravilla.
Cenamos sopa, trucha y tave dheu, un plato típico de Albania, que estaba muy bueno. Estábamos cenando y se puso a diluviar otra vez, con una gran tormenta. Se fue la luz y nos quedamos a oscuras unos minutos, parece que es algo habitual en Theth. Estuvo lloviendo toda la noche.