Ámsterdam en tres dias con bebé en Noviembre ✏️ Blogs de Holanda

Intentaré resumir mi viaje de 3 días en Ámsterdam, por si a alguien le pueden servir mis indicaciones.

Lo primero explicar que este viaje iba ser en un principio un viaje a Bruselas, Brujas y Ámsterdam. Pero que, por tema económico, se quedo en solo Ámsterdam. La verdad es que en algunos temas el foro me ha sido de mucha ayuda, así como algunos díarios, por lo que me he decidido a escribir mi díario.

Día 1: en Ámsterdam se pierde hasta la madre de Wally.
Salimos el lunes 28 desde Barajas T4 con un vuelo de Iberia Express a las 8:50. El vuelo salió a su hora y además la azafata de tierra nos ayudó para que nos asignaran asientos juntos, ya que al hacer el check in online no me lo habían permitido. Viajamos en la última fila de asientos, porque ahí tienen una mascarilla extra (en este caso para nuestro bebe de 10 meses y medio). Tengo que decir que si viajáis con niños, Ámsterdam es un lugar ideal. Aunque también es cierto que si el niño es muy peque, depende también de cada uno. Porque Ámsterdam es para callejearla y si vais con carro a veces la acera es pequeña y si vais con mochila (como nuestro caso) el bebe puede acabar cansado de estar ahí dentro. Aun así es una buena opción para escapada corta.
Nuestro vuelo llego un poco retrasado por tema de viento en contra que nos encontramos, y eso nos condiciono un poco todo. Llegamos sobre las 12 menos algo a Schiphol (que aeropuerto más enorme y que bien montado lo tienen), cogemos la línea 197 de bus (5€ por barba por trayecto) y en medía hora nos plantamos en la parada del Rijk Museum. Durante el trayecto hablamos con una española muy “Hippie”, que nos recomienda recorrer la ciudad en bici. La idea me hubiera encantado, pero la verdad conocía como van en bici los Amsterdamers y entre que íbamos con bebé, que nuestro bebé no se queda quieto en ningún lado (como bebé que es) y que la parienta no la veía capaz de hacer más de medía hora en bici sin quejarse, descarté la opción. En dos minutos llegamos al hotel.
Tras mirar muchos hoteles (y mira que hay, pero que precios, por dios) nos decantamos por el Vossius Vondelpark. Un hotel a la vera de la entrada del parque. La verdad, el hotel se ve porque hay dos lonas puestas, sino, pasaría desapercibido, entre una fila de bloques adosados, todos idénticos. Llegamos sobre las 12 y medía y el chico que nos atiende (ruso por la pinta y por su acento de inglés), nos dice que va a mirar si el apartamento está disponible (con lo fácil, digo yo, que sería darles un walkie o comunicarse por whatssap y no dejar al cliente solo allí). La recepción es súper pequeña y la verdad el trato del chico es bastante seco, pero correcto. Nos da la llave y la verdad solo nos explica el funcionamiento de la puerta principal y adiós (que no sé si es por defecto profesional como recepcionista, pero un bienvenidos, una sonrisa, un darte un mapa (o al menos preguntarte si lo quieres) y situarte en la ciudad, no estaría mal). Subimos por el ascensor (lo más positivo del hotel viendo las escaleras)y usamos el tiempo justo para dejar cosas y correr porque queremos llegar al tour de Sandemans de las 14.15. Pero claro, lo primero es lo primero: son las una y es la hora de comer de la peque, asi que hay que busca un super para pillar un potito para ella y luego buscar donde calentarlo y donde poder comer nosotros. Callejeamos y damos con el famoso sitio de patatas belgas, pillamos un cucurucho medíano con mahonesa y la verdad es que merecen la fama que tienen...

Yo había mirado en google todo, me había hecho un mapita en el programa, pero claro, al llegar a Ámsterdam mi móvil tiene batería por la mitad (dichosos iphone) y en el hotel solo me da tiempo a mirar más o menos como llegar allí. Andando, andando, llegamos hasta el mercado de las flores sin problema y antes de llegar ahí, entramos en un Albert Hein a comprar un potito y una botella de agua. La verdad, salvo la fruta, no veo gran diferencia de precios con Madrid o Barcelona (otra cosa serian los sueldos, pero bueno). Tras comprar el potito, buscamos un sitio para dárselo. Yo había oído hablar bien de la cadena vegetariana Maoz que venden falafel en pita, pero el que había al lado del mercado no tenía microondas, así que seguimos andando y damos con un Febo. Allí el chico nos dice que nos puede calentar el chisme y nosotros cogemos una hamburguesas ella y yo una croqueta (que tenía muchas ganas de probarla). Al final damos vueltas para nada, porque mi hija, que solo come purés preparados en casa por mi pareja, escupe el puré biológico del súper, así que nada, fruta y teta todo el viaje para ella (diréis: pues haber cogido un apartamento. Esa era mi primera opción, pero eran todos prohibitivos y los más baratos eran barcazas cutres que compartías con el dueño). Después del tentempié seguimos andando y aquí empieza el lio: yo el mapa me le había mirado mucho, había leído cien libros, pero una cosa es la teoría y otra la práctica: está ciudad son canales y puentes y las calles a veces te llevan de oeste a este y no de norte a sur (depende si sigues los canales o atraviesas puentes). Tras unos minutos andando, llego a Rembrandtplein y, recordando mi mapa, me extraño porque lo situaba más al este…. Veo el reloj y entre el súper, calentar el potito, que si tal, que si pascual (parada de rigor en el banco de la peli de Bajo la misma estrella, porque quería tener un detalle con mi chica, ya que justo fue la primera pelicula que vimos juntos, y entre ir allá, encontrar el banco, soltar el discurso, poner el candado, hacerse fotos....), ya son las 13:50 y el tour empieza en nada. Desistimos de él y decidimos seguir andando…. Y vaya que sí andamos.
De Rembrandtplein llegamos más abajo del Hortus, de ahí vemos la sinagoga por fuera y acabamos en el mercadillo de Waterlooplein (la verdad bastante cutre, pero si vas buscando alguna ganga, está muy bien). Seguimos andando y conseguimos volver al centro y llegamos a la Kalverstraat y de ahí subimos a la plaza Dam (a buenas horas). Seguimos andando y damos con otra calle comercial y de ahí llegamos a la tienda de patitos (que teníamos curiosidad por verla y por comprarle uno a la niña). Antes, paramos en una pastelería y compramos un gofre (cuanto dulce se vende, normal, con la gusa que suele dar el ir fumado todo el día).La tienda de patos es carísima, pero al final nos llevamos uno (que la niña al entrar se puso tan contenta al ver tanto pato que aplaudió y no era cuestión irnos de vacío de la tienda). Seguimos caminando sin rumbo y damos con la casa de Anna Frank y la Westerkerk. No tengo intención de ir a la casa, pero al menos verla por fuera (que ella quería entrar, pero ya le dije que yo prefería gastar mi dinero en otras cosas) queríamos verla. Tras ver la estatua homo y parar en el Pink point (que me lo espera más grande y con más merchandising), vamos en busca de un turco bien recomendado (Diván), pero justo ahí se me apaga el móvil (me cago en la manzana mordida, en Blanca nieves y en el cuello cisne de Steve Jobs). Intento recordar la calle, pero ya es de noche (y con la iluminación de allí se nota mucho cuando entra la noche) y el Jordaan es una sucesión de calles todas iguales. Mi pareja está agotada, así que volvemos para el centro y buscamos donde cenar. Queremos un sitio para sentarnos (más que nada porque ella está rendida) y comer con calma, pero en la calle justo con la que damos solo hay argentinos caros, italianos con pinta de timo y después de dar vueltas, acabamos en un sitio halal de kebab. Un donner y un durum (aunque allí le llaman roll y burguer, será porque serian marroquíes) en menú nos sale por 19€ y nos saben a gloria (igual porque llevabamos horas dando vueltas sin parar). Comemos y nos volvemos al hotel. Llevamos desde las 12 y medía andando sin parar y son las 8 y medía de la tarde cuando llegamos al hotel.
En recepción pido un mapa (Porque el que tenían en el stand, era del bus de hop on hop off y es un mapa cutrisimo). El chico (aun más seco que el anterior) le pregunto si me puede dar un mapa y me dice que ahí los tengo, que me sirva y si tengo alguna duda que le pregunte (sin levantar la mirada de la pantalla y sin siquiera decírmelo de manera amable o con una sonrisa, hago yo eso en Madrid y en booking me ponen un 2 de nota). Nos damos una ducha los 3 y nos acostamos, no sin antes mirar en google como llegar a los sitios y hacer pantallazos del mapa y las indicaciones para no hacer el tonto del día anterior…… la cama al menos es cómoda, o puede ser que el cansancio pudiera con todo.

---

Segundo día. Son las 7 y medía de la mañana. Después de dormir desde las 10 de la noche, mi reloj biológico me despierta, así que me doy una ducha y primer problema: el agua sale templada tirando a fría. Yo soy chicarrón del norte y no me importa ducharme con agua fría, pero si luego tiene que ducharse ella y esa noche queremos una ducha caliente después de pasar todo el día a 2 grados, pues no es plan. Bajo a recepción y está el mismo chico de la mañana anterior. Me dice que va a ver qué pasa, le acompaño, me dice que no hace falta, el chico iba a otra planta a “resetear” el sistema de agua y me dice: si es que otro cliente ya me ha dicho lo mismo…… vamos que hasta que no han bajado cuatro a quejarse, no ha hecho nada (no sé cómo les pagaran allí, pero vamos, un poco de atención a las quejas del cliente se debe tener, sobre todo en temas de agua caliente). Subo y le aviso a mi chica. Son las 8 menos diez y como el lidl abría a las 8 y había uno cerca, me decido a dar un paseo hasta allí y comprar algo de desayuno. La ciudad me saluda con una ligera brisa fría y su eterno ir y venir de bicicletas, todas en sincronía (que mira que con lo rápido que van, no sé cómo no se chocan más bicis) como en un ballet a dos ruedas. El Lidl no tiene perdida y consigo avituallarme con algunas cosas (hablo algo de neerlandés, pero aun así tengo que intentar acordarme de como se dicen las cosas para no traer algo equivocado, ya que los alimentos solo están escritos en su idioma). Después de un desayuno rápido, salimos pitando que a las 10 hay tour de Sandemans y esta vez, no quiero llegar tarde. Esta vez consigo dar con la plaza Spui a la primera (ya habíamos conseguido orientarnos algo) y de ahí a la Kalverstraat hasta llegar a la plaza. Son las diez en punto, pero claro, los españoles nunca llegamos a tiempo, así que conseguimos llegar para el tour (y no somos los últimos en llegar). El tour nos lo hace una chica muy maja catalana (aunque no le vi el acento por ningún lado y he vivido diez años en tierras catalanoparlantes, pero es lógico, te vas fuera y tu acento se queda neutro). La verdad es que nada de lo que me cuenta me es nuevo (un poco de historia general y de la ciudad adornado con alguna anécdota graciosa) pero al menos nos ayuda a situarnos en los canales y nos da alguna info interesante. El tour dura algo más de 3 horas (con parada de medía hora en La Place) y la verdad es que es recomendable, más que nada, el primer día para situarte en la ciudad. Y además tiene la ventaja de que, como es a voluntad, tú le das lo que tú creas que se merece (y la verdad se mereció lo pagado, la chica sabe como captar la atención de la gente y sabe llevar al grupo, algo que no es fácil, por experiencia propia). Acabado el tour en la casa de Anna, andamos hasta el Jordaan para comer en el Burguermeester, que es una hamburguesería bien recomendado tanto en el foro como en la guía de Lonely Planet. Nos recibe un chico alto con bigotito que es camarero y cocinero a la vez (total el local son cuatro mesas escasas). El local es pequeño pero acogedor y la carta es corta pero la verdad es que es bastante buena. Pedimos dos hamburguesas y bebida (lo raro es que no vendan patatas fritas, que allí las venden hasta en las ferreterías, pero por un día que no comiéramos nos vendría hasta bien para el colesterol) y la verdad es que estaban deliciosas: el pan crujiente, la carne en su justo punto y bien sazonada, aparte de ser de buena calidad. Pagamos y seguimos nuestro camino (resulta que antes de encontrar el burguer, doy con el turco que buscaba el día anterior, pero solo abre por las noches, así que nada, se deja pendiente para otro viaje, porque una cosa es comer un kebab y otra comer comida turca, que yo que viví en el Maresme, tenía un turco en el pueblo donde vivía y era excelente) de regreso al hotel, ya que justo al salir a la mañana, nos damos cuenta que tenemos el blue boat enfrente y es justo la compañía que había contratado para hacer el tour por el canal (de las recomendadas en el foro fue la que más me gusto). Así que volvemos al hotel para dejar algunas cosas y cogemos el bote de las 3. La verdad es que el barco tiene calefacción, esta techado y es una manera ideal de conocer la ciudad desde otra perspectiva. La señora que nos valida los tickets es muy maja, nos chapurrea dos palabras en español y le da un kit de dibujo a nuestro bebe (amabilidad extrema, quizás ahí se nota alguien que ha trabajado cara al público toda la vida, porque la señora tiene sus cincuenta largos). El tour es maravilloso y además nos sirve para relajar las piernas una horita, además a la peque le encanta ver el agua y el traqueteo del baco. El recorrido igual es el típico, pero bueno, también es un buen modo para entender mejor esa medía rueda de bicicleta que es el centro de la ciudad. Al acabar el tour aún es temprano, así que seguimos andando y volvemos a la plaza Dam. Mi chica el día anterior había visto un vestido precioso en un escaparate de Primark y quería verlo….. Pero resultó que era un lugar de próxima apertura, así que se quedo con las ganas (y eso que de precio no era caro, era como los precios de España). Ya que estábamos por allí, volvimos al barrio rojo para ver un poco el ambiente y de paso ver el templo budista (que a mí me hacía ilusión), de ahí pensé ir a cenar a un lugar cercano. Antes hicimos parada en la Condomerie, tienda especializada en codones que tiene más fama que lo que en realidad es (condones de durex y luego una sección de condones customizados, pero no era lo que al menos yo me esperaba), pasamos por los stands de las chicas (alguna no mejora lo que hay en la Montera y mira que las de la Montera tampoco son ángeles de Victoria Secret) y justo encontramos el templo. Está cerrado, así que ya me lo guardo para verlo en otra ocasión. Justo enfrente vimos el restaurante chino Nam Kee (el chino más famoso de la ciudad y el más antiguo). Así que como era pronto, pero habíamos comido poco, decidimos cenar ya (en horario típico neerlandés). El sitio es diminuto y huele a comida asiática desde la puerta (pero asiática de verdad). Nos atienda una señora china amable (para el estándar de amabilidad de los chinos que suelen ser más secos que el co.. de una camella) que nos da la carta. Nos pedimos dos rollos de primavera, unos tallarines con ternera y un arroz con cerdo crujiente y pato. La verdad es que nada que ver con lo que ponen en los chinos de aquí: los rollos no echaban “grasaza” (que diría chicote) y estaban súper buenos. El arroz en su punto y bien condimentado. El pato estaba súper tierno y el cerdo crujiente y bien especiado (además que veías los patos asados colgados boca abajo, vamos que al menos sabías que no te estaban dando gato ni ratón como en algunos restaurantes de aquí). La ternera con tallarines estaba deliciosa y pagamos 33 euros por todo más 3 bebidas (que para ser Ámsterdam no es caro). Después de llenar bien el buche, continuamos andando un poco hasta regresar al hotel y ya a la cama (que llevábamos desde las 9 andando, salvo la horita del barco y eran ya casi las 9 de la noche). Duchita y organizar un poco el día siguiente.

---

Nuestro ultimo día amaneció algo nublado (ya era demasiada suerte tres días soleados en esta época del año), pero daba igual. Teníamos entradas para el Van Gogh a las 9 y nos levantamos súper temprano para dejar todo recogido, hacer el check out y marchar al museo. Desayunamos lo que nos quedaba del día anterior y empacamos todo para bajarlo a recepción. El chico amablemente me imprimió los check in del vuelo y tras dejar las mochilas en una especie de salita de espera chiquita, nos fuimos al museo. A las 9 puntuales nos abrieron las puertas y entramos.
A mí, tengo que decir, que Van Gogh no es de mis pintores favoritos (estudie historia del arte y la verdad el impresionismo no es de mis épocas favoritas) pero a mi pareja si le apetecía ir y, además, para ver cuadros de Rubens, Rembrandt y demás ya está el Prado (que para eso los reyes españoles eran alguno de los mejores clientes de los pintores de la época). El museo en si está muy bien organizado, pero yo, la verdad, me esperaba algo más. Al menos en cuanto a cuadros de Van Gogh. De todos modos era increíble estar en frente de sus obras y admirar esa pincelada tan esquizofrénica que acabó desarrollando el artista (porque esos trazos y esos brochazos tan agresivos no son de una persona demasiado cuerda). Estuvimos 2 horas (más que nada porque tuvimos que hacer todos parada de baño) y la verdad es que para mi gusto me dejo un sabor agridulce (igual por 17 euros te esperas algo más. O quizás es que a mí personalmente me hubieran llenado más otro museo), pero fue interesante (el cuadro de la habitación de Arles es una pasada en directo). Acabada la visita, nos fuimos caminando hacia el Albert Cuyp market y de casualidad dimos con el famoso sitio de De Taarte van m’n taante, aun era temprano y tocaba más comer que merendar así que dejamos la tarta para otro momento y nos fuimos a dar una vuelta por el mercado. Este me gusto más que el de Waterloo (aunque el de Waterloo tenia cosas más originales), más que nada por sus puestos de comida típica y por las gangas que pudimos encontrar (3 desodorantes axe grandes por 6 euros, que no compramos más cosas por las restricciones de los líquidos en viaje, pero había cremas y maquillajes y champús a precios que ni de coña en España). Decidimos seguir andando (aún era pronto y el vuelo no salía hasta las 19:20), no sin antes coger un cucurucho de papas con mahonesa (algo quemadas para mi gusto y mucho peores que las del Vlemickx) y una “cocreta” (algo más artesanal que las de febo).
Anduvimos hasta llegar a Rembrandtplein (nos empezamos a orientar justo a mitad del segundo día y hoy ya iba por la ciudad como Pedro por su casa, también hace que la ciudad, al menos lo turístico, no es muy grande) y de ahí paramos a comprar una pita con falafel en el Maoz. El falafel era bueno y su salsa de yogur aceptable. Como el día anterior nos había quedado pendiente ir al Begijnhof fuimos hacia allá (la guía no nos llevo y es lógico, los españoles montamos mucha bulla allá donde vamos y ese sitio es un remanso de paz y calma). El sitio impresiona porque es como coger el delorean y dar un viaje en el tiempo. Es como meterte en una comunidad amish después de ver Las Vegas. Mi pareja estaba agotada, así que decidimos volver al hotel a por las cosas y pasar un rato en el Vondelpark. Yo tenía pensado recorrer el parque, pero mi pareja estaba con la espalda fatal, así que cogí a la niña y fuimos a ver si había patos o algún animalito (que a ella le encantan) y nos dimos una vuelta. El parque (lo poco que vi) es precioso. Eso sí, en días nublados y fríos como ese, si no vas en bici o vas a andar, te quedas pajarito. Así que viendo el panorama, decidimos ir cogiendo el camino para el aeropuerto. Llegados a la parada, vimos que era pronto y mi chica se había quedado con antojo de tarta, así que me convenció para que fuéramos hasta allí (que para andar por una tarta no le dolía la espalda: P). El sitio es bastante peculiar, con manteles de hule con colorines y tartas de pega por las mesas. Había una chica detrás de una pequeña cocina preparando las bebidas y nos atendió en cuanto pudo (que se tomaba su tiempo en hacer los pedidos). Pedimos dos trozos de tarta: una la típica tarta de chocolate francesa con una mora y ella una tarta de chocolate que llevaba semilla de amapola. La dos buenísimas, aunque algo caras: por los dos cachos pague 10,20€ (en España por ese precio me compro una tarta entera en un obrador, pero bueno, un día era un día). Ya solo nos quedaba decir adiós a Ámsterdam y tomar el bus de regreso. Ámsterdam se despidió de nosotros con una puesta de sol increíble mientras nos acercábamos al aeropuerto. Ya en el, todo correcto (la seguridad allí es increíble. Y ojo, si lleváis líquidos ponerlos fuera de las maletas, porque la amable chica que me atendió me lo dijo y es algo que a mí en ningún vuelo en España me han pedido. Ya que igual aquí con llevarlas en una bolsa transparente, vale) y regresamos a Madrid aun con el sonido del silbar del tranvía y el tintineo de los timbres de las bicis resonando en nuestras cabezas (y con un olor a porro en la ropa que no me explico yo, porque no entramos ni a un coffe shop, pero se ve que todo lo que viene de Holanda huele demasiado a planta que cantaba Melendi en sus años más locos).

Tot ziens Amsterdam.

---