![]() ![]() Un verano en Navarra y sus alrededores ✏️ Blogs de España
Recorrido en 2013 por una región llena de posibilidades para los viajerosAutor: Matahacas Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (3 Votos) Índice del Diario: Un verano en Navarra y sus alrededores
01: (I) Carretera y manta: de camino, Burgos.
02: (II) De Burgos a Navarra por la Rioja Alavesa
03: (III) Recogemos al resto de la tropa y, de camino, visitamos Getaria
04: (IV) De brujas por Zugarramurdi y el susto de Marcelo
05: (V) Santiago a ambos lados de los Pirineos:Roncesvalles, Saint Jean Pied de Port
06: (VI) Primero de vacas, quesos y leches.
07: (VII) Olite y los palacios
08: (VIII) Paseito por Pamplona
09: (IX) Monasterio de Iranzu, y Estella.
10: (X) Nos asomamos a la cosa francesa: Biarritz y San Juan de Luz
11: (XI) Palacio de Irurita
12: (XII) Realeza en Sos, espiritualidad en Leyre, y millones de estrellas
13: (XIII) San Sebastián en Semana Grande
14: (XIV) La agradable Vitoria
15: (XV) Cosas que comprar antes del regreso
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Etapas 4 a 6, total 15
El camino hacia Zugarramurdi es muy bonito. Hay que atravesar todo el valle de Baztán y salir de él por el lado opuesto al que entramos para llegar a Aniz. Al salir, el primer lugar que se cruza es Amaiur, con su monolito de la batalla, una de las últimas resistencias de Navarra a su conquista. Continuamos y la carretera se hace más montañosa, nos metemos en los Pirineos, aunque por Navarra es ya una cordillera más suave y que declina hacia el mar Cantábrico, no comparable a los enormes montañones de Aragón o Cataluña. Tras un rato de curvas, montañas, y grandes paisajes, desde los que incluso se divisa el mar en su costa francesa, llegamos a un valle que primero nos lleva a Urdax, uno de esos pueblos tan bonitos que parecen pintados, y comentamos la preciosidad que debe ser este sitio en Navidad, aunque igual en esa fecha hay que llegar aquí en helicóptero. Seguimos unos minutos más hasta llegar a Zugarramurdi, donde dejamos el coche en una zona de parking, desde la que se caminan unos 500 metros, pasando también por la puerta del museo de las brujas, hasta la entrada a las cuevas.
Te dan un plano y te recomiendan que lo recorras por el lado derecho. Deberían avisar que por ese lado el camino es difícil si vas con niños pequeños y personas mayores. La cueva está en el lado izquierdo de la entrada, pero ingenuamente seguimos la recomendación que te hacen y tiramos por la derecha, por un camino que sube y sube hasta llegar a un mirador que está altísimo pero que tiene unas vistas que ni fu ni fa. Mi madre estaba cansada, así que desde ahí me adelanté con Blanca por si la cosa seguía siendo difícil, y menos mal que lo hicimos, porque el descenso era muy complicado, imposible para mi madre o para Mariana. Así que llamamos a Olga por teléfono para que accedieran a la cueva volviendo a la entrada y tirando a la izquierda. Blanca y yo seguimos y lo flipamos con esta maravilla de la naturaleza, una inmensa cueva a nivel de superficie, creada por la acción milenaria del río, y famosa por haber albergado supuestamente los akelarres de las brujas de Zugarramurdi, que no eran sino fiestas paganas del pueblo que a la Iglesia del medievo les sirvieron para condenar y quemar a media región. A la salida nos esperaban mi madre, Olga y los niños. Me quedé con Marcelo y los demás bajaron más tranquilamente a ver la cueva por el camino fácil. Mientras Blanca fue a ver lo que le diera tiempo del museo de las brujas, yo me acerqué con el peque a por el coche para evitarles el camino de regreso a los demás. Poco después, una vez reunidos todos, emprendimos la vuelta hacia Elizondo. La fiesta organizada en el pueblo por la asociación de comerciantes consistía en sacar las tiendas a la calle y organizar actividades alrededor. Mariana se divirtió mucho en una mesa en la que con arroz, pimientos, tomate, guisantes, etc, los niños podían hacer platos y a la vez dibujar figuras y caritas. Dimos una vuelta por los expositores, hasta llegar al puente sobre el río Baztán, que más abajo pasa a llamarse Bidasoa, el sitio más conocido y bonito de Elizondo, con casas preciosas que parecen, o mejor dicho, están construidas sobre el mismo río, que salta una pequeña presa al pasar por el pueblo. Luego comimos de raciones por cuatro duros en el bar casino, junto al ayuntamiento. Txistorrras, albóndigas, todo estaba buenísimo, y el vinito navarro también. Al terminar, llegaban a la plaza los gigantes y cabezudos, acompañados por músicos y mujeres bailando y ataviadas con el traje típico de la zona. De pronto, Marcelo, que iba corriendo por ahí, se encontró de frente con un cabezudo de color verde y cara de extraterreste, que le pegó el susto de su vida. Se dio la vuelta y salió disparado con la cara descompuesta. Cuando la abuela lo cogió en brazos, el cabezudo siguió detrás de él y el niño se puso a llorar como un poseso. Vamos, el susto de su vida. Cada vez que ve el vídeo se pone a llorar. Después fuimos a la chocolatería más famosa de Navarra, Malkorra, que estaba abriendo en ese momento. Tomamos cafelito con chocolate de avellanas y almendras, espectacular, y con pastel vasco, que está relleno y es muy rico. De ahí vamos al trinquete, un bar que tiene al fondo una cancha de pelota vasca en la que han instalado hoy colchonetas y castillos hinchables para los niños. Tras un rato viendo como Mariana se lo pasa como un mono, cogimos el coche en dirección Aniz. Etapas 4 a 6, total 15
Al día siguiente, domingo, 4 de agosto, decidimos afrontar otra etapa pirenaica en nuestro tour de Navarra, en este caso la más montañosa del viaje. Se trataba de subir hasta Roncesvalles, para después, bajando por el lado francés, visitar Saint Jean Pied de Port, es decir, los dos puntos de partida más clásicos del camino de Santiago. Decidimos ir por la ruta que pasa por Zubiri. Curvas, montañas, y preciosos paisajes se sucedieron durante todo el camino, al igual que pequeñas aldeas de esas que te preguntas que cómo es posible vivir tan alejado de todo. Aunque en el mapa se ve cerca, el camino se hace largo.
Roncesvalles es un sitio que desprende espiritualidad. Visitamos su espectacular Colegiata Real de Santa María, del siglo XIII, de un gótico francés puro, luego rehecho en el barroco. Había unos músicos que interpretaban y teatralizaban en distintos lugares del templo y del claustro motetes, cantigas y otras composiciones del medievo que embellecían aun más la visita. Nos encantó. Había muchos peregrinos dispuestos a iniciar el camino en este punto, donde secularmente lo han iniciado millones de cristianos a lo largo de la Historia. La bajada por el otro lado es de quitar el hipo. Se descienden 800 metros en un pis pas, nos pitaban los oídos, pero aun así nos cruzamos con muchos ciclistas subiendo, algunos además con mochilas en las bicicletas. Solo de pensarlo me pongo malo. Al llegar abajo, paramos a comer en un pueblito, Valcarlos, aun Navarra pero en la misma frontera con Francia. Tomamos un menú correcto y barato (en mi caso alubias pochas, ternera y yogur casero, 12 euros), rodeados de mesas en las que todo el mundo hablaba francés. A quince minutos de allí se llega a Saint Jean Pied de Port, localidad francesa cuya importancia histórica se comprueba solo mirando un mapa, y es que es la confluencia de todos los caminos de esta parte del Pirineo francés, y también la puerta de inicio del camino de Santiago antes de entrar en España, en una etapa que cubre los 25 kilómetros que llevan hasta Roncesvalles. Caminamos por sus calles medievales, empedradas y llenas de turistas y de comercios con productos artesanales y gastronómicos de la zona: quesos, salchichones, pasteles vascos, y unas mantelerías de rayas muy bonitas que se repiten en cada escaparate. Así, llegamos al cruce de un puente precioso sobre un río que daba acceso a la empinada ciudadela antigua. Las casas, aunque son del mismo aire que en el norte de Navarra, tienen ya el sello francés, con las contraventanas rojas y de otros colores vivos. A Olga se le antojó tomar una crèpe, y entramos en un sitio muy chulo que daba por sus ventanas a ese río. Pido como puedo en mi francés, chapucero pero efectivo. Siempre me ha sorprendido que por el hecho de traspasar una línea en un mapa, en diez minutos pasas de estar en un sitio donde todo el mundo habla un idioma, a otro donde no lo habla nadie. Y las costumbres lo mismo: aquí pides un café con hielo o un aquarius y no parecen entender lo que quieres, cuando a cinco kilómetros lo toma todo el mundo. Terminamos y nos dirigimos hacia el coche, pasando por un macroparque infantil donde Mariana y Marcelo toman su dosis diaria de columpios y toboganes. El camino de vuelta a Aniz, mirado en un mapa, se ve muy cerca, al lado. Pero claro, está el pequeño detalle de que hay que cruzar los Pirineos. Ese camino que tomamos, el más directo desde Saint Jean hacia Baztán, pasando por la bellísima localidad francesa de San Esteban de Baigorry, y atravesando los Pirineos por el puerto de Izpegi, nos ofrece los paisajes más impresionantes de todo el viaje. La carretera se estrecha al máximo y se abre camino como puede entre las inmensas montañas verdes. Precioso de verdad. Descendemos por el otro lado y llegamos al momento a Erratxu, ya en el valle de Baztán y junto a Elizondo. De ahí a casita, que han sido 138 kilómetros pero de los de montaña, que valen por dos o por tres. Etapas 4 a 6, total 15
El día siguiente, 5 de agosto, nos lo vamos a tomar con tranquilidad, porque apetece y lo pide el cuerpo. Es además el santo de las Blancas, con lo que le damos a Blancuchi su regalo: el libro de Dan Brown Inferno, que tanto quería. A la abuela le debemos el regalito.
Por la tarde nuestros caseros nos van a enseñar su quesería y su ganadería, así que tenemos que volver antes de las cinco. Salimos tarde, con idea de comer en Elizondo. Primero paramos en Irurita, para visitar una casa palacio con muy buena pinta y que me recomienda Maider, pero está cerrada y hay que concertar visita por teléfono para las 11 de la mañana o las cinco de la tarde. Tomamos nota y aprovechamos para visitar la iglesia, que está en su exterior algo deteriorada. Un chico muy jovencillo del pueblo espera dentro y dice que nos la puede enseñar a cambio de un donativo. La visita es de risa porque el chaval no tiene ni idea, va con un cuaderno leyendo cosas que han debido apuntarle. A cualquier cosa básica que le preguntábamos el pobre contestaba “no lo sé”, y tuvimos que contener la risa más de una vez. Pero bueno, vimos la iglesia, que tiene un retablo interesante del XVIII con relieves de la adoración de los Magos y de los Pastores. Nos llevamos unas estampas de esos relieves y dejamos cinco euretes, que nuestro cicerone celebró, incrédulo, como si se tratase de una fortuna. Después subimos desde la iglesia por un caminito que lleva a una tienda-casa de antigüedades. Tiene cosas interesantes, sobre todo mobiliario antiguo a precio de risa. Parecen cosas de la zona que ha debido ir acumulando este señor y aquí, tan alejado de todo, o lo vende barato o no lo vende. Veo parte de una vajilla antigua de la cartuja de Sevilla que casi compro porque está a precio de ganga. Los restaurantes del valle no parecen estar muy organizados entre sí, y nos encontramos que, por el hecho de ser lunes, y aunque estemos en pleno agosto, la mayoría están cerrados. Acabamos almorzando en el restaurante Galarza, uno de los clásicos de Elizondo. El comedor es amplio y bonito, y está a tope porque, como digo, es casi el único que ha abierto hoy. Comemos muy bien, y en concreto Blanca y yo nos zampamos sendas chuletas que bien podrían haberse llamado chuletones. En su punto y regadas con Azpilicueta en mi caso. Los espárragos que pide mi madre son los mejores que he comido nunca. Pido de postre cuajada y me avisan de su sabor a quemado, porque en la zona se elabora de una manera ancestral consistente en introducir en la leche, antes de echarle el cuajo, unas piedras puestas al fuego, que la hacen hervir pero que también le transmiten ese particular sabor. Me pareció muy buena, a Olga para nada. La sirven en plato hondo, en cantidad estratosférica a la que le sumo la miel. Comida opípara, a la que invita la abuela Blanca por ser su santo, y que importa 96 euros. Tenemos que salir deprisa hacia Aniz porque se nos echa la hora encima. La propia Maider nos reúne en la puerta junto a los inquilinos de la otra vivienda que conforma la casa rural Jauregia. Nos muestran el proceso de elaboración de leche, quesos, yogures y yogures batidos. Olga se tiene que llevar a Marcelo porque la está formando. Después subimos a ver las vacas, que a esta hora están comiendo y que van a pasarlas a ordeñar. Mariana y Marcelo se lo pasan en grande. Lo que nos cuenta Maider es la historia de una familia que ha tenido y tiene que trabajar mucho. Sus productos son perecederos y ecológicos, sin conservantes y caros de producir. Se niegan a vender a cadenas grandes que les acaban poniendo los precios y vampirizando los beneficios. Ellos llevan toda la cadena de producción y comercialización, desde la vaca hasta que se vende el yogur. O sea, encárgate de las vacas (ganadero), elabora el producto (industrial), coge la furgoneta y véndelo (comerciante), y entre medias de todo eso también dedícate a llevar la casa rural (hostelero). Todo ello entre los hermanos y sus mujeres ¡Tela del telón! Etapas 4 a 6, total 15
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