La Antártida, el viaje de mi vida ✏️ Blogs de AntartidaCuando dije a mis amigos “nos vamos a la Antártida”, el comentario más repetido era “¿Te vas a gastar tanto dinero para ver hielo?”. No, señores. Uno no se va hasta la Antártida, es decir, hasta el Fin del Mundo, para ver hielo. Porque la Antártida es mucho, muchísimo más que hielo. En la Antártida encontramos los mayores glaciares del mundo. Además de muchísimos animales, como pingüinos, focas, ballenas y aves de distintas especies. El paisaje es increíble, de una belleza indescriptible. Los picos nevados se reflejan en las aguas de tranquilas bahías donde es un gusto poder salir con el kayak un par de horas. A continuación os queremos explicar nuestro viaje. Esperamos que nuestro relato os ayude a haceros una idea de la belleza del lugar. Que ayude a decidirse a aquellos que están pensando viajar, pero que no lo tienen claro. Que ayude a entender nuestras decisiones a aquellos que nunca viajarían a un lugar tan lejano, tan frío y tan supuestamente caro.Autor: Marionadeviaje Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.7 (27 Votos) Índice del Diario: La Antártida, el viaje de mi vida
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Día 1: Barcelona – Madrid – Buenos Aires – Ushuaia.
Llegamos a Buenos Aires. En principio, con tiempo suficiente para cambiar de aeropuerto. Sin embargo, nadie había previsto que se rompieran los carruseles por donde salen las maletas, y los operarios del aeropuerto tuvieran que sacarlas una a una, a peso. Así que, lo que era tiempo suficiente para hacer la escala, se convirtió en un margen ridículo de tiempo para recoger maletas, cruzar la ciudad en hora punta y volver a facturar. Tras 2 horas de espera, finalmente salieron las maletas de todos los miembros del grupo. Corrimos hacia fuera, la guía -Bea- reservó los taxis para el traslado y llegamos a Aeroparque tan solo 20 minutos antes de la salida de nuestro vuelo. Todavía no sabemos cómo, pero nos vimos todos cargando con las maletas y siguiendo a Bea, que nos guió entre cientos de personas, cada una con sus respectivas 5 maletas, hasta los mostradores de facturación. Le plantó los pasaportes en la cara al agente de Aerolíneas Argentinas y en 5 minutos teníamos todos las maletas facturadas y estábamos de camino a la puerta de embarque. Era la primera vez que viajábamos con una guía. Es más, era también la primera vez que reservábamos un viaje organizado. Y la verdad es que en ese momento vimos muy clarito cuáles son las ventajas de viajar con guía. A lo que íbamos, que embarcamos y en 4 horas estábamos en Ushuaia, en Tierra del Fuego, la que se conoce como el Fin del Mundo, pero nada más lejos de la realidad porque la auténtica última frontera es la Antártida. Llegamos con tiempo suficiente para visitar esa misma tarde el Parque Nacional, que es precioso, dicho sea de paso. Merece muchísimo la pena dar el paseo que bordea la ensenada. Dormíamos en un hotelito pequeño, pero muy acogedor, regentado por un matrimonio de Sabadell (nuestra ciudad). Día 2: Lagos Fagnano y Perdido. Estábamos tan eufóricos por estar en Ushuaia, que apenas pudimos dormir. Desayunamos y a primera hora de la mañana nos recogió un 4x4 que nos llevó hasta los Lagos Fagnano y Perdido. La excursión no siguió la ruta habitual que siguen los autobuses, sino que tomó los antiguos caminos de montaña que utilizaban los militares. Así pudimos ver las presas que construyen los castores y el daño que están haciendo en el ecosistema local. Finalmente llegamos al lago Fagnano, a orillas del cual pudimos disfrutar de un delicioso asado. Y, tras la comida, a falta de siesta, dimos un agradable paseo por la orilla de este precioso lago glaciar. Si la noche anterior no pudimos dormir, esa aún menos. Estábamos a tan solo unas horas de subir al barco y zarpar rumbo a la Antártida. Por fin, tras dos años de ahorrar y de quitarnos de todo, estábamos a punto de conseguirlo, a punto de empezar nuestro gran viaje, el viaje de nuestras vidas. Día 3: Embarcamos. Por la mañana teníamos tiempo libre, así que estuvimos paseando por Ushuaia, que son 4 calles. La calle principal está llena de tiendas de souvenirs, cafeterías, etc. Tiene su encanto, aunque cuando ya llevas 2 horas allí, cuesta verlo, la verdad. Aprovechamos para ver el Museo Naval y el Museo de Historia. Visitas totalmente recomendables porque son muy interesantes. Paseamos también por el puerto y pudimos ver nuestro barco, en el que viajaríamos hasta la Antártida. Ese día comí el mejor postre de mi vida: flan de huevo casero con dulce de leche. Por favor, nunca hubiese dicho que el dulce de leche me gustaría tanto. Pero tanto, que me comí el mío y el de mi marido jeje. Y llegó el momento de embarcar. Así que regresamos al hotel, recogimos las maletas y cogimos un taxi hacia el puerto. En el muelle encontramos al resto de los miembros del grupo y a nuestra guía. Subimos al barco y empezamos a andar de arriba a abajo, mirándolo todo, como dos niños con zapatos nuevos. La guía nos reunió a todos en el bar y nos explicó todo lo que teníamos que saber sobre el barco, las normas de convivencia, la seguridad, etc, etc. Alrededor de las 7 de la tarde zarpamos. A medida que avanzábamos por el Canal de Beagle, íbamos dejando atrás Ushuaia. Las ventanas del comedor son amplísimas, así que mientras cenábamos podíamos disfrutar de la navegación por el Canal de Beagle. Vimos nuestros primeros pingüinos. Pingüinos de Magallanes! La navegación fue tranquila. A la salida del Canal de Beagle el mar estaba ligeramente más movidito, pero nada grave. Como no habíamos dormido las dos noches anteriores, esa noche dormimos como dos angelitos jeje. Día 4: Pasaje de Drake. Tuvimos una suerte increíble. Encontramos el temido Pasaje de Drake en calma completa. Tanto que no nos hizo falta tomar ni una Biodramina. Bea había organizado el día para darnos distintas charlas sobre distintos temas. Todas interesantísimas. La formación geológica de la Antártida, la historia del descubrimiento de la Antártida y los animales que viven en la Antártida. Todo el mundo en el grupo estaba excitadísimo. Nadie se había mareado y al día siguiente, si todo iba bien, estaríamos desembarcando en las Islas Shetland del Sur. La vida en el barco es muy cómoda. Es un barco nuevo, así que pudimos vivir la expedición sin tener que renunciar a las comodidades que a una determinada edad ya empezamos a necesitar. Las cabinas eran amplias, como el baño. Las camas muy confortables. En el bar había siempre comida: fruta fresca, galletas y bebidas calientes (café, café con leche, chocolate y agua para infusiones). El bar es un buen sitio para relajarse y pasar el día, porque las ventanas son muy amplias también y se puede ver perfectamente el paisaje desde cualquier punto. Cuando nosotros reservamos el viaje, dudábamos entre qué categoría de cabina reservar. Finalmente reservamos la doble estandard porque la chica de la agencia nos advirtió que a bordo apenas pasaríamos tiempo en la cabina, así que no valía la pena pagar más por una cabina doble superior. Le hicimos caso y nos alegramos de ello, porque es verdad. A la cabina vas a dormir, a descargarte las fotos y a cargar la batería. Para todo lo demás, como dice el anuncio, no Master Card, pero sí el Bar jeje. Día 5: Isla Decepción. Por la mañana vimos nuestro primer iceberg. Nos estábamos acercando a las Islas Shetland del Sur. Por la tarde entramos con el barco al cráter de Isla Decepción y desembarcamos en la estación ballenera, destruida por la última erupción del volcán. Pudimos dar un bonito paseo hasta los Fuelles de Neptuno y, de camino, vimos nuestras primeras focas y muchos petreles. *** Imagen borrada de Tinypic ***
Todavía no habíamos llegado a la Antártida, pero era nuestro primer desembarco y nos supo maravilloso. Día 6: Foyn Harbour & Cuverville Island. Nos despertamos al grito de “¡ballenas!”. Bea nos llamó una a una, a todas las cabinas. Saltamos de la cama, nos pusimos los pantalones, las chaquetas, las zapatillas, los guantes, cogimos las cámaras y salimos volando hacia la cubierta. Y efectivamente, ¡allí estaban! 15 ballenas jorobadas, alimentándose, entrando y saliendo, perfectamente sincronizadas, como auténticas vedettes. Y allí estaba también Bea, más a la proa del barco imposible porque se caía jeje, haciendo fotos de las ballenas como una poseída. Fotos que después tuvo la cortesía de compartir con nosotros y podéis ver algunas aquí. Tras una hora de pasar frío y hacer fotos como japoneses jeje, decidimos dejar ahí las ballenas e ir a desayunar. Tras el desayuno, volvimos a salir y ahí seguían las ballenas! Increíble, pero cierto. Así que nos pusimos toda la ropa que teníamos y nos dirigimos hacia la tercera cubierta para subir en las zodiacs. ¡Sí, lo habéis leído bien! Nos subieron a todos a las lanchas y salimos en busca de las ballenas. Bea nos iba indicando “ahora están respirando”, “la primera, la segunda, alerta que ahora sale la cola”, “veis esos círculos? Esas son las huellas de las ballenas. Ahí va a salir. ¡Alerta! ¡Ahora!”. Y, con tanta emoción, nos metimos justo en medio del círculo que dibujaban las 3 ballenas. Y pasó, ¡salió la ballena justo por debajo nuestra! ¡Ese creo que ha sido uno de los momentos más memorables de mi vida! Bea retrocedió y no pasó nada. Además, la ballena se volvió a sumergir porque parece ser que tienen la piel muy sensible y ellas son las primeras que no quieren tocar las lanchas, por eso es tan seguro. Bueno, el grupo estaba eufórico, gritando como poseídos, mirándonos unos a otros, con cara de incredulidad porque todavía no podíamos creer que habíamos tenido la ballena a tan solo 30 centímetros de nuestras narices. *** Imagen borrada de Tinypic ***
A las 3 horas de estar observando las ballenas, ya nadie tenía batería, ni memoria para más fotos, así que regresamos al barco. Donde nos habían preparado un chocolate caliente con ron para cada uno. El barco levó anclas, dejó atrás Foyn Harbour, y allí seguían las ballenas, entrando y saliendo, enseñándonos sus preciosas colas. Yuri, el capitán, dijo no haber visto nunca en su vida algo igual. Por la tarde llegamos a Cuverville Island y vimos nuestra primera colonia de pingüinos papúa. Son preciosos, divertidos, tiernos, patosos hasta llegar a tontos jeje. Antes de desembarcar Bea nos dijo lo que podíamos y no podíamos hacer, dónde estaban los límites, dónde podíamos acceder y dónde no. Era la primera vez en nuestra vida que veíamos “Autopistas de pingüinos” y nos pareció divertidísimo ver como los pingüinos se pasan el rato recogiendo piedrecitas y andando de una colonia a otra. Aprovechamos que íbamos con guía para hacerle algunas preguntas y la verdad es que es cómodo viajar con guía porque es como llevar la wikipedia al lado jeje. Tuvimos que volver al barco, porque un banco de niebla se aproximaba y eso podía impedir que pudiésemos volver al barco más tarde. Día 7: Puerto Neko y Bahia Paraíso. ¡Por fin! ¡Llegamos a la Antártida! Era nuestro primer día en la Antártida y qué día. Teníamos que desembarcar a las 9 y allí estábamos, en la cubierta, esperando a que Bea viniese con la zodiac a recogernos. Puerto Neko es una cala preciosa, muy pequeña, donde hay también una colonia de pingüinos papua. La playa es pequeñísima y justo enfrente, a unos metros, hay un glaciar espectacular. Así que Bea no nos permitió bajar a la playa porque era peligroso. Nos explicó que en caso de que cayese un trozo de hielo del glaciar, la ola que provocaría llegaría a la playa en cuestión de segundos y, por muy rápido que fuéramos, nos arrastraría seguro al mar. Así que, la playa estaba fuera de límites jeje. *** Imagen borrada de Tinypic ***
Cuando regresábamos al barco, ¡sorpresa! Dos ballenas Fin, una madre y una cría. Ese también fue un momento precioso. La madre enseñaba a la cría a respirar. Se acercaron tranquilamente a las lanchas, sin miedo. Se dejaron observar y fotografiar durante más de una hora. Despertaban una ternura inmensa. Por la tarde llegamos a Bahía Paraíso, uno de los rincones de mayor belleza de la Antártida. El sol lucía en el cielo, que era de un azul intenso. El hielo era blanco, completamente blanco. Los glaciares parecían merengues. Las focas yacían pacíficamente en los bloques de hielo. Vimos una foca leopardo, una de Weddell y una cangrejera. Tuvimos una suerte magnífica. Dimos un paseo de 3 horas con las lanchas. La bahía era un remanso de paz. El agua era un espejo donde se reflejaban los picos nevados del alrededor. Y al final del fiordo, la Base argentina Almirante Brown. ¡Qué estampa! ¡Una foto de postal! *** Imagen borrada de Tinypic ***
Día 8: Canal de Lemaire, Port Charcot y Port Lockroy. El Canal de Lemaire es más conocido como el Canal Kodak. Eso ya te dice mucho, porque imaginas que debe ser impresionante. ¡Pero imaginas poco! Sí, se ha ganado a pulso el título de “El lugar más bonito de la Antártida”. Lo cruzamos y justo a continuación nos encontramos un grupo de pequeños islotes, en cuyas bahías se amontonaban pequeños icebergs que formaban un paisaje muy bonito. Desembarcamos en Port Charcot y aquí vimos por primera vez pingüinos barbijo y pingüinos adélia. Paseamos por la isla, desde la playa hasta la cima y desde la cima hasta el otro extremo. Nos mirábamos alucinados. Estábamos totalmente impresionados por la belleza del lugar, por la paz que sentíamos, por la felicidad de verlo. Volvimos a cruzar el Canal de Lemaire y nos dirigimos hacia Port Lockroy, la única oficina de correos que hay hoy en día en la Antártida. El único lugar donde se pueden comprar souvenirs. A su alrededor encontramos una colonia de pingüinos papua, varios cormoranes imperiales y palomas antárticas. El cormorán imperial, ¡qué preciosidad de ojos! Días 9 y 10: Pasaje de Drake. Hoy era nuestro último día en la Antártida. Pero la predicción meteorológica era muy mala y tuvimos que cancelar el último desembarco y salir “corriendo” hacia Ushuaia. ¡Y tan mala que era! Encontramos una tormenta de fuerza 12 y tardamos casi 3 días en cruzar el Pasaje de Drake. No sabíamos dónde ponernos, ni cómo. Cerraron todas las puertas y ventanas del barco. Nos traían la comida a las cabinas. Allí se mareó hasta el apuntador jeje. Por suerte Bea tenía unos parques buenísimos y así fue como pudimos aguantar esos tres días. *** Imagen borrada de Tinypic ***
Día 11: Ushuaia. Llegamos por la noche a las tranquilas aguas del Canal de Beagle. ¡Qué gusto! De madrugada llegamos al muelle de Ushuaia, pero no nos dejaron bajar del barco hasta las 9. Salieron todos a despedirnos: los cocineros, las limpiadoras, los guías, el Capitán y el Jefe de la Expedición. Teníamos un traslado contratado hasta el aeropuerto. Llegamos con tiempo suficiente para facturar y embarcar. Nuestro viaje había llegado a su fin. ¡Qué pena! ¡Qué tristeza! Dos años ahorrando, toda una vida soñando con él, y en tan solo 10 días había pasado todo. Es un viaje precioso. El viaje de nuestras vidas, sin duda. Un viaje que recomiendo a todo el mundo y que ojalá todos pudiesen disfrutar. Solamente hay un aspecto que mejoraría, y es que desplazarse hasta allí abajo por tan solo 5 días en la Antártida, es demasiado poco. Sobre todo después de saber lo que cuesta cruzar el Drake en condiciones normales, es decir, con tormenta jeje. 📊 Estadísticas de Diario ⭐ 4.7 (27 Votos)
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