En el verano de 2011 probamos una nueva forma de ir de vacaciones: el camping. El plan inicial era llegar en coche hasta Croacia y pasar allí la mayor parte del mes que iba a durar este viaje. Por el camino, queríamos ir parando por alguna ciudad de Europa de las que quedaban de paso y así aprovechar el largo trayecto hasta allí para conocer más sitios.
Preparamos todo con mucha ilusión, ibámos cargados de trastos hasta arriba ya que para quedarte de cámping tienes que llevar media casa a cuestas: tienda, mesas, sillas, nevera, hornillo, utensilios de cocina, sacos, colchones, almohadas, comida, bártulos de playa y todo lo inimaginable, además de las maletas con nuestra ropa.
Nuestro coche por aquel entonces era un utilitario pequeño casi sin maletero ni aire acondicionado, para que pudiéramos hacer el viaje más confortablemente el padre de Samuel se brindó amablemente a prestarnos el suyo, un coche grande con todas las comodidades. Estas vacaciones iban a ser totalmente a nuestro aire, parando donde nos apeteciera tanto tiempo como quisiéramos, por ello no llevábamos absolutamente nada reservado, a excepción de las 4 primeras noches del viaje de ida, ya que como íbamos a hacer bastantes km cada día no queríamos perder tiempo en montar y desmontar el campamento y nos pareció más conveniente quedarnos de hotel.
Tampoco teníamos GPS, sólo mi inseparable mapa michelin de carreteras de Europa. Y he de decir que en los más de 3500km que recorrimos no nos perdimos ni una sola vez. Normalmente esto no es así, pero en aquel viaje debíamos de estar de suerte (después quedó claro que suerte en esto y poco más).
Salimos tempranísimo por dos motivos: los casi 900km que teníamos por delante y evitar en la medida de lo posible encontrarnos con todo el tráfico que circula hacia Francia, así que a las 4.30 de la mañana ya estábamos en pie.
El camino discurrió sin más contratiempos, con bastante lluvia en el País Vasco. Antes de la cruzar la frontera rellenamos el depósito en Irún. Nosotros para ir a Carcassonne seguimos la ruta recomendada por Pedro, experto conductor y caravanista. Para evitarnos algún peaje cogimos la carretera en dirección Mont-de-Marsan, Auch, Toulouse, Carcassonne, que aunque es una nacional en algunos tramos es de doble carril. Hay bastante tráfico ese día, luego lo supimos, debido a que una etapa del tour de Francia se estaba disputando en las cercanías. Paramos en un área de descanso y aprovechamos para comer la tortilla y la empanada que nos había preparado la madre de Samuel para el camino (son mis platos favoritos). Recuperadas las fuerzas y desentumecidas las piernas proseguimos rumbo a Carcassonne, llegando al hotel para hacer el check-in a las 15h. El hotel en el que nos alojamos fue el Première-classe que está a las afueras, en un polígono industrial. Es un hotel con las comodidades básicas, pero que para la gente que está de paso como nosotros es perfecto. La tarifa que obtuvimos al hacer la reserva por internet para esta noche nos exigía el pago adelantado con tarjeta de los 39€ que costaba. Pues bien, al ir a recepción a por la llave la recepcionista nos dice que el precio ha bajado desde que nos hicieron el cargo y que no sería justo cobrarnos de más, así que nos devuelve 6 euros y pico. Qué bien! Es un detalle por su parte, nunca me había sucedido algo así.
Dejamos las maletas y sin perder más tiempo nos vamos a visitar la Cité. Yo ya había estado en otras 2 ocasiones, pero no por ello deja de parecerme una maravilla contemplar la impresionante mole de piedra dorada de las murallas y las torres surgiendo en lo alto de la colina. Pasamos allí el resto de la tarde paseando por las callejuelas como siempre atestadas de gente.
Sobre las 19 emprendemos el descenso con la intención de visitar el pueblo bajo que también es interesante, pero empieza a llover y como estamos cansados, decidimos coger el coche para regresar al hotel. Descansamos hasta el día siguiente, que con la kilometrada que nos habíamos pegado nos vino estupendamente.
Hoy la etapa es mucho más corta (470km), por lo que no madrugamos tanto como el día anterior. Es más, ni siquiera madrugamos, nos ponemos en ruta hacia las 9 de la mañana. A las afueras de Carcassonne volvemos a llenar el depósito en la gasolinera de un supermercado (Hyper-U) que es algo más barato que en los puestos de carretera.
Desde Carcassonna a Narbona seguimos por carreteras nacionales para evitar el peaje, al ser día laborable hay bastante tráfico y nos ralentiza un poco la marcha. Una vez tomamos la autopista A9 el tráfico se vuelve infernal, los 3 carriles atestados de coches, camiones, autobuses, caravanas, remolques... además hay bastantes puestos de peaje y con tantísimo tráfico se tarda muchísmo tiempo en cruzarlos. Paramos en un área de servicio para comer y por fin sobre las 15.30 llegamos a la siempre soleada Niza. Habíamos reservado en el Hotel Première-Classe del paseo de los Ingleses (65€+ 6,5€ de párking), hacemos el check-in, dejamos las maletas y cogemos el bus urbano que nos indican en recepción para ir al centro (2€). Nos apeamos cerca de la plaza Massena y desde ahí empezamos a caminar para visitar todo el centro (mercado de las flores, vieux quartier, subida la colina del castillo para disfrutar de la vista panorámica de la ciudad, el Hotel Negresco...) Nos da mucha envidia la gente que vemos en la playa... Encontramos un restaurante italiano de take-away y aunque estamos en Francia no me puedo aguantar sin pedir unas arancini para llevar (pa matarme, ya lo sé…). Las comemos sentados en el Paseo de los Ingleses, y esa fue nuestra merienda-cena. Como todavía es pronto decidimos volver caminando al hotel por el Paseo de los Ingleses, que hasta el final (aeropuerto) deben ser unos 6km, pero no nos importa, disfrutamos del paseo a la orilla del mar.
Cuando a nuestra llegada subimos a la habitación a dejar el equipaje, habíamos detectado que la cisterna perdía agua. Lo comuniqué en recepción y nos dijeron que alguien de mantenimiento pasaría a repararlo. De vuelta en el hotel comprobamos que no han hecho nada, y que un charco de agua se extiende hasta el medio del suelo del baño. Aviso nuevamente a recepción y como por la hora ya no hay nadie en mantenimiento deciden cambiarnos de habitación (a una bastante peor, por cierto). Bueno, pues resulta que en esta nueva ubicación la cisterna funciona sin problema, pero tenemos unos vecinos armando barullo en la habitación de al lado. Aguantamos un buen rato, tampoco somos de quejarnos y ya habíamos hecho que nos cambiaran de habitación una vez, pero sobre la 1 de la mañana el alboroto continua y Samuel decide llamar a recepción para que les den un toque. Se hace el silencio y respiramos aliviados creyendo que por fin vamos a poder dormir y descansar para la paliza de coche que nos espera mañana, pero al poco rato vuelven a empezar las voces y las carcajadas, etc. Aguantamos un poco más, pero a las 2 de la mañana ya nos parece intolerable que todavía no hayamos podido pegar ojo, así que Samuel se viste y se presenta en recepción exigiendo ya una solución. El recepcionista le acompaña hasta el cuarto de los juerguistas, les llama a la puerta y les echa la bronca por alborotadores. Esta vez parece que si surte efecto y por fin podemos comenzar nuestro ansiado descanso.