Este va a ser uno de los días más relajados del viaje. Por la mañana nos levantamos temprano, desayunamos tranquilamente y nos vamos a buscar un supermercado croata, porque aunque hay un mini market en el cámping éste nos parece demasiado caro y poco surtido. Encontramos uno de camino a Zadar y nos divertimos un buen rato haciendo la compra. Entre los productos croatas destaco el paté y el Maraschino, licor hecho a partir de las cerezas que solo se producen en la zona de Zadar. Había una cerveza que estaba buena también, pero no recuerdo la marca.
Cerca de donde estábamos podríamos haber hecho una excursión a la isla de Pag, que venía recomendado en nuestra guía. Pero por esta vez, preferimos volver al cámping y pasar el día tumbados a la bartola en la playa. Así pasamos el tiempo hasta que sobre las 17.30 nos encaminamos de nuevo hacia Zadar. Todos los alrededores del centro son de pago hasta las 22h, así que tenemos que poner ticket, lo cual es un incordio porque te obliga a estar pendiente de volver a renovarlo cuando se te acaba el tiempo y no puedes meter dinero para más de 2 horas. Parece que no se andan con bromas respecto a las multa, pues hemos visto varios coches con un bonito cepo acoplado a la rueda. Una de las cosas que más me llamó la atención de Zadar es la blancura de la piedra con la que están edificadas las iglesias, las casas e incluso el adoquinado de las calles. Cuando el sol mediterráneo incide sobre ellas, relucen blancas como la nieve. Destacan las iglesias de S. Donato, S. Miguel, S. Simeón,Sta. María y la catedral de Sta. Anastasia.
Cerca de donde estábamos podríamos haber hecho una excursión a la isla de Pag, que venía recomendado en nuestra guía. Pero por esta vez, preferimos volver al cámping y pasar el día tumbados a la bartola en la playa. Así pasamos el tiempo hasta que sobre las 17.30 nos encaminamos de nuevo hacia Zadar. Todos los alrededores del centro son de pago hasta las 22h, así que tenemos que poner ticket, lo cual es un incordio porque te obliga a estar pendiente de volver a renovarlo cuando se te acaba el tiempo y no puedes meter dinero para más de 2 horas. Parece que no se andan con bromas respecto a las multa, pues hemos visto varios coches con un bonito cepo acoplado a la rueda. Una de las cosas que más me llamó la atención de Zadar es la blancura de la piedra con la que están edificadas las iglesias, las casas e incluso el adoquinado de las calles. Cuando el sol mediterráneo incide sobre ellas, relucen blancas como la nieve. Destacan las iglesias de S. Donato, S. Miguel, S. Simeón,Sta. María y la catedral de Sta. Anastasia.
Subimos al campanario de S. Donato (1,35€), la vista de Zadar desde allí arriba merece la pena.
Callejeamos un poco más y sobre las 19.30h nos dirigimos al muelle para ver la puesta de sol (fijaos en el mes de julio lo temprano que anochece). Esta fue una de las experiencias más bonitas del viaje. Allí está instalado desde el año 2005 el órgano del mar, un ingenio que consiste en un sistema de tubos y agujeros que con el vaivén del agua y el viento prenetrando por ellos produce una suave melodía. Este sonido, acompasado por el mecer de las olas y los destellos dorados del sol desapareciendo en el horizonte es un espectáculo que nunca voy a olvidar.
Disfrutamos un rato más de Zadar, cenamos en una terraza y volvemos al cámping antes del toque de silencio.