Nos levantamos muy pronto, porque queríamos ir al lago Konigssee y habíamos leído que se peta enseguida de gente. Teníamos que hacer unos 150 kms, y cuando llegamos allí no había mucha gente todavía.
Aparcamos en el parking y fuimos a comprar los tickets para el barquito que te lleva a la ermita de San Bartolomé.
El viaje en el barquito es muy chulo ya que son barcos eléctricos y no hacen nada de ruido. Además, al ser tan pronto por la mañana, había una especie de bruma sobre el lago que le daba un toque muy chulo.
Llegamos a la ermita de San Bartolomé, estuvimos un rato dando una vuelta por allí y nos fuimos a hacer una ruta que lleva hacia el valle y nos gustó mucho.
Luego, volvimos con el barquito al pueblo, recogimos el coche y volvimos al lago Walchensee, a comer en la cervecería que habíamos estado uno de los días anteriores (la que estaba en los bajos de lo que parecía un monasterio, con las dos torres).
Comimos genial, dos codillos asados, con dos cervezas y todo por unos 25 euros aproximadamente, en la terracita. Buena comida de despedida de Alemania, porque al día siguiente ya volvíamos hacia España.
Volvimos al apartamento, y el resto de la tarde estuvimos descansando, haciendo la maleta y dando una última vueltecilla por el pueblo (lo cierto es que nos gustó más el pueblo de la Selva Negra, pero este tampoco estaba mal).