Dormimos como niños pequeños y cuando despertamos nos fuimos a desayunar para recargar la energía que necesitábamos para seguir descubriendo la bonita capital portuguesa.
El plan de este día era tomar un tranvía, pero esta vez de los antiguos que surcan las calles de Lisboa. Decidimos tomar el mítico nº28, que realiza un recorrido por todos los lugares emblemáticos de esta ciudad.
Existe un tranvía turístico, cuyo precio es de 16 € (12 € si has comprado la Lisboa Card).
Mi consejo es que no lo cojáis, porque no merece la pena. Podéis hacer el mismo recorrido mediante los tranvías "de línea" o regulares que hay por la capital.
Además, resulta tremendamente fácil moverse por Lisboa. Era una de las cosas que más nos llamó la atención. Lisboa a veces se torna añeja, como la España de hace más de veinte años, era como dar un salto atrás en el tiempo. Pero de repente, observabas unas pinceladas de modernidad que en ocasiones superaba con creces a la España actual. Una de estas cosas es sin duda el transporte: autobuses, tranvía, metro, ascensores...todo lo necesario (y yo creo que incluso más de la cuenta) para moverse cómodamente por la ciudad.
Nos fuimos en metro hasta el centro de Lisboa, donde cogimos nuestro tranvía y nos dispusimos a hacer la ruta del 28.
Era temprano (seguíamos con la hora española, lo que nos sirvió para madrugar y aprovechar más el día) e íbamos casi solos en el tranvía.
Nuestra primera parada fue en Graça, donde nos dispusimos a visitar el mirador que lleva el mismo nombre, para conseguir esta bonita panorámica de la ciudad:
Nuestra segunda parada era Voz Operario. En ésta, teníamos muy cerquita dos monumentos que queríamos visitar: el monasterio de San Vicente de Fora y el Panteón Nacional.
Empezamos por el Monasterio de San Vicente de Fora está dedicada al patrón de Lisboa, San Vicente de Zaragoza.
Fue diseñado por el arquitecto Filippo Terzi y dentro, podemos ver las reliquias del patrón de la ciudad. El monasterio agustino tiene anexo una cisterna del siglo XVI donde podemos encontrar los sarcófagos de casi todos sus reyes.
Seguimos nuestra visita por el Panteón Nacional, edificio con una larga historia de retrasos y remodelaciones en su construcción.
La iglesia se destinó para acoger los restos de los héroes republicanos lisboetas y allí podemos encontrar las tumbas de grandes figuras de la historia militar y republicana de Lisboa.
He de confesaros que no entramos a ninguna de las dos iglesias anteriores y es que para ver tumbas... como que no jejejejeje
Muy cerca del Panteón Nacional, se encuentra el Campo de Santa Clara, que dos veces a la semana (los sábados y los martes) acoge numerosos puestos callejeros constituyendo la famosa Feira da Ladra (mercado de los ladrones). Su nombre se debe a que "antiguamente" (se supone) las cosas que allí se vendían eran robadas.
Más que un mercadillo es un rastrillo, apto para curiosos. Y aunque hay puestos de productos nuevos, los que más abundan son los de segunda mano. Lo único que compramos fue un CD de fados (encargo de mi padre jejejeje) pero podríamos haber comprado cualquier cosa: desde lápices de colores atados con una goma hasta alguna lámpara, pasando por cientos de cargadores de móviles
Después del empinado paseo por el mercadillo, nos dispusimos a seguir nuestra ruta en tranvía, pero finalmente, nos pusimos a andar (ahora cuesta abajo :P) y llegamos a la Catedral de Santa María la Mayor o más conocida como la Sé, de Lisboa.
Esta visita es otra de las imprescindibles en la capital lusa y lo que más llama la atención es el descuido que sufre. Y es que la pobre, aunque ha sufrido varias remodelaciones, también ha padecido numerosas catástrofes naturales que le han dejado huella.
Su estilo predominante es el románico y posee un claustro con restos árabes, romanos y medievales.
Es gratis entrar a la iglesia y para ver el claustro, deberemos pagar 2'50 €.
Completada nuestra visita a la catedral, ahora sí cogemos el tranvía, que esta vez está abarrotado de gente, ¡parecíamos sardinas en lata!
Llevamos rumbo hacia la Rua Augusta, que es una calle céntrica comercial amurallada por un gran arco:
Cotilleé algunas tiendas y puestecillos callejeros y nos dio la hora de la comida. Os cuento: en pleno centro de Lisboa nos sentamos en un restaurante y comimos por 20€ los dos!!!!!!!!
Para empezar unas tapitas de queso; de primero mi marido, solomillo con patatas y yo un arroz con marisco que estaba exageradamente bueno. Además, no me trajeron un platito, no, no, sino la cacerola entera para mí sola:
De postre, buscamos una cafetería ya que tenía necesidad de pasteles de Belem (:P)
Después del festín, decidimos montar en el elevador de Santa Justa que une la parte baja con la alta de la ciudad además de ser un mirador bastante alto.
Se construyó a finales del S.XX y es de estilo neogótico.
Continuamos nuestra visita en la parte alta de la ciudad, El Chiado, donde pasamos por la puerta de la cafetería más mítica de Lisboa:
Pero estábamos demasiado llenos para tomarnos un café allí... en la próxima visita será
Volvimos a coger el tranvía para subir de nuevo hasta el Mirador de Santa Lucía y desde allí visitar el Castillo de San Jorge.
La parada en el mirador de Santa Lucía fue muy bonita: la calle estaba llena de gente que pintaba, que cantaba, que bailaba... el aire que se respiraba era bohemio y a la vez decadente... pero esa decadencia que gusta, parecida a la de Nápoles, y que hace que la ciudad en cuestión sea aún más especial.
Subimos hasta el castillo de San Jorge y decidimos entrar para verlo con más detalle (realmente estas cosas de los castillos las decide mi marido que yo creo que intenta ver todos los del mundo- y yo con miedo a las alturas jejejejjeej):
La entrada al castillo nos costó alrededor de 7 € por persona y la verdad es que mereció la pena. Desde arriba pudimos obtener otra maravillosa vista de esta mágica ciudad:
Y después de la conquista al castillo, decidimos volver al hotel. Hemos aprovechado el día muchísimo y ya estamos reventados.
Nos queda un sabor de boca buenísimo porque la ciudad nos ha ofrecido mucho más de lo que esperábamos, la gente ha sido muy amable y en ningún momento nos hemos sentido extraños.
Hablamos así porque ya despedimos Lisboa, nos queda otro "medio" día que vamos a aprovechar para visitar uno de los lugares más bonitos que conozco: Sintra.