Cogimos nuestro coche tempranito y nos dispusimos a hacer nuestro viaje. Desde donde vivimos, un pueblo del interior de la provincia de Málaga, solo teníamos que hacer 10 km de carretera convencional. El resto del viaje es todo por autovía y autopistas.
Para mí fue un viaje muy bonito. Nunca había estado más allá de la ciudad de Sevilla y vi por primera vez la provincia de Huelva. ¡Qué distinta es! ¡Y qué playas tan lindas!
Pasamos el famoso pueblo de Lepe, que no sabía yo que era fronterizo, y cruzamos un puente...¡ya estábamos en territorio luso!
¡Qué bonito también el Algarve portugués! Me reservo algunas vacaciones de mi vida para este lugar

En este momento, ya teníamos medio viaje realizado y era prontito (en Portugal le ganamos una hora al día, ya que hay que retrasar los relojes).
Paramos a comernos un bocata y en menos de tres horas nos vimos atravesando el puente 25 de Abril con el Cristo Rey de espaldas (porque desde donde entramos nos dio la bienvenida así :S)
Nos alojamos en un hotel de tres estrellas en el centro de Lisboa, de la parte comercial. El hotel estaba muy bien comunicado con el resto de la ciudad a través del metro ( de hecho, justo había una parada en frente del hotel, pero cuando nosotros fuimos estaba cerrada por obras). De todas formas, aún con el impedimento de tener esta parada inactiva, tan solo debíamos caminar unos 300 metros desde el hotel hasta la siguiente parada de metro.

Sí, hay una foto del baño porque yo soy muy maniática con estas cosas...tienen que estar muy limpios

La cama era enorme y el servicio fue correcto. Los desayunos los he tomado mejores pero por 60€ la noche con parking y desayuno no creo que encontrase nada mejor.
Una vez deshechas las maletas, nos dispusimos a visitar el famoso barrio de Belém. Los exploradores famosos portugueses partieron de este barrio para dar a Portugal fama por sus descubrimientos. En él, se encuentran además, varias de las joyas arquitectónicas de la capital portuguesa.
Nosotros decidimos que lo primero que teníamos que hacer es tomarnos un cafelito acompañado de los conocidos pastéis de Belém o pastéis de nata en la pequeñita y antigua cafetería que lleva el mismo nombre.
Los pastéis de nata no son de nata

Se comen calentitos espolvoreados con canela y azúcar glas. Si pasáis por Lisboa, vuestra visita no estará completa sin pasar por esta pastelería. Y por los precios no hay que preocuparse demasiado. Lisboa es muy barata.
Con nuestros deseos dulces saciados, nos dispusimos a iniciar nuestra visita turística por el precioso barrio de Belém, comenzando por el imponente Monasterio de los Jerónimos.
Se trata de un edificio de estilo manuelino construido en el siglo XVI para conmemorar el regreso de la India de Vasco de Gama (cuya tumba se encuentra en el interior de la Iglesia junto a la de Luis de Camoes).
Seguimos nuestro recorrido, visitando la Torre de Belém:
Es también de estilo manuelino. Está ubicada en la desembocadura del Tajo y sirvió en un principio para defender a la ciudad para convertirse después en aduana y faro.
Siguiendo nuestro paseo a la orilla del Tajo, llegamos hasta el monumento a los Descubridores:
Este monumento tiene 52 metros de altura y se puede acceder a él porque es un mirador, desde donde podemos obtener una imponente panorámica de la ciudad. Nosotros nos subimos jejejeej (los pastéis pesaban...)
Fue construido en 1960 para conmemorar el quinientos aniversario de Henrique el Navegante, descubridor de Madeira, Cabo Verde y Las Azores.
Terminada nuestra visita y con un calor terrible (no era normal, estábamos en Febrero y nos íbamos a asar como pollitos), cogimos un autobús y nos dispusimos a ir a un centro comercial a comprar ropa de verano (en serio ejejejej). Aprovechamos para comprar también el vino verde y el Oporto en el Continente (a Lisboa no ha llegado todavía Carrefour) y ya nos quedamos a cenar allí.
Entramos en un buffet libre brasileño: 7 € por persona con bebida incluida. Había carne y pescado... mmm el bacalao... jamás lo he comido tan rico. Y de postre un helado, también riquísimo y un cigarro en la zona de fumadores en el centro comercial (sí, sí, se puede fumar dentro).
Cogimos el autobús de vuelta y llegamos hechos polvos al hotel. Hemos pasado mucha calor pero ha merecido la pena.
Mañana nos toca descubrir la auténtica Lisboa (como yo la llamo), la de las calles empinadas y empedradas con tranvías, coches y autobuses usando los mismos carriles en una desordenada armonía.