Por fin escuché la llamada a la oración de las cuatro de la madrugada. Pero no fue precisamente la llamada a la oración lo que me despertó, sino la tormenta que estaba cayendo
Cuando sonó el despertador seguía lloviendo y hacía niebla. Lo típico en un día de desierto
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Desayunamos, subimos a por las maletas e hicimos el check out. A las 7:30 ya nos estaba esperando el chófer que mandaron los de Jordan Tracks, la empresa con la que teníamos contratado el día en el desierto, para llevarnos a Wadi Rum. La pregunta era inevitable, “¿sabe si el tiempo estará igual en Wadi Rum?” La respuesta fue justo la que nos temíamos: “más o menos como aquí”
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Con la tormenta la carretera estaba horrorosa, había mucha gente con palas despejando algunos trozos: habían caído muchos trozos de roca y arena. Nos paró la policía para avisarnos de que tuviéramos cuidado durante algunos kilómetros. A pesar del desastre, nos tuvimos que reír durante el camino: vimos a un dromedario en medio de la niebla muy cerca del borde de la carretera con una cara de pena que daban ganas de bajarse a consolarlo
Sobre las nueve llegamos a Wadi Rum, a medida que nos acercábamos el paisaje era más y más bonito pese a los nubarrones. La llegada no se nos olvidará. Caía agua de las rocas y había un follón tremendo en el pueblo.
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Con el agua se había inundado un wadi seco de forma que los coches que querían salir no podían y los que querían entrar tampoco. Nuestro conductor nos dijo que él no podía pasar, que avisaría a los de Jordan Tracks para que trajeran un jeep. Lo trajeron y nos llevaron a las oficinas para dejar las maletas (excepto la mochila que habíamos preparado para ese día y esa noche) y esperar al guía.
Mientras esperábamos, coincidimos con unos americanos que venían de dormir en nuestro campamento y decían que menudo miedo habían pasado en las tiendas con la tormenta. Eso nos dejó mucho más tranquilos
Y mientras estábamos allí dentro con ellos...salió el sol y se quedó un día estupendo
El desierto es alucinante
El Wadi Rum nos pareció una maravilla. No es un desierto típico de arena. Arena hay, claro, pero entre rocas y montañas de arenisca, piedra y granito.
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Lo primero que vimos fue el manantial de Lawrence de Arabia (o al menos eso le entendimos a Habis). Después llegamos a la primera gran duna de arena roja. Si ya son impresionantes las dunas vistas desde abajo, el desierto visto desde arriba te deja sin palabras
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Poco después llegamos al cañón de Khazali. Sin cuerdas solo se puede entrar unos 100 metros, pero es suficiente para ver las inscripciones. Se conservan por todo el Wadi Rum dibujos e inscripciones nabateas: caravanas de camellos, animales, guerreros y cazadores. En concreto en Khazali hay hasta un dibujo de una mujer dando a luz, pero no lo vimos.
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Para entonces ya nos entendíamos algo mejor y Habis dijo algo que me hizo reír: que él no le tenía miedo a nada en el mundo (me recordaba a la película del rey león cuando decía siendo un cachorrillo que se reía en la cara del peligro
Después llegamos a la famosa casa de Lawrence de Arabia. De la casa queda media pared siendo generosos
Thomas Edward Lawrence, nació en Gales en 1888 y sintió curiosidad por lo relacionado con Oriente Próximo desde la infancia. Estudió historia en Oxford y pasó algún tiempo en la región documentándose para su tesis sobre los castillos de los cruzados. Años más tarde estalló la primera guerra mundial y Lawrence participó de forma activa ayudando a los árabes en los enfrentamientos contra los turcos. Aunque su figura fue controvertida, se podría decir que su verdadero legado fue la forma en que describió a los beduinos y la belleza de su tierra, el Wadi Rum, que causó fascinación en Occidente.
Vaya si causa fascinación, por lo menos en nosotros
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Hicimos muchas paradas más: inscripciones y dibujos, rocas con formas curiosas... cualquier excusa era buena para hacer una parada y relajarse y disfrutar del paisaje.
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A la hora de comer tuvimos restaurante de lujo
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Seguimos trayecto, de vez en cuando veíamos camellos, rebaños de cabras y tiendas de los beduinos que siguen viviendo en el desierto. Nos acercamos a ver uno de los arcos más famosos de Wadi Rum: el puente de roca de Burdah, de unos 80 metros de altura.
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Paramos a tomar el té. Habis buscó las ramitas para hacer la fogata y sacó la tetera y la alfombra del jeep. Solo faltaba que después de lo que tardó en prepararlo no lo hubiéramos tomado y aunque no me gusta demasiado hay que reconocer que aquel estaba bueno. Tan solo apareció otro jeep durante el té. Qué paz se respiraba en medio del desierto, sin prisas, ni móviles, ni el pitido del whatssap...solo el paisaje y nosotros. Es una sensación impagable
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De nuevo Habis nos hizo reír con sus cosas, nos dijo que prefería dormir en el desierto que en Rum pueblo, que allí había mucha gente. Cuando le expliqué que donde yo había nacido, Salamanca, hay unos 150.000 habitantes y que eso en España se considera una ciudad más bien pequeña, abrió los ojos como platos y dijo que esos eran todos los habitantes de Jordania. Obviamente no, pero nos hizo gracia...
Menos gracia nos hizo lo que ocurrió después. Llegamos a otro cañón y nos dijo que lo cruzáramos, que nos esperaría al otro lado.
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Nos imaginamos que sería un paseíto, pero al poco tiempo de empezar a cruzarlo nos encontramos con una pared de piedras.
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Mi marido se asomó un poco más y me dijo que después de la pared había muchas más rocas, así que pensé que sería una broma de Habis. Tampoco es que hubiera que tener pezuñas de cabra para hacerlo, pero no era nada fácil y yo con la rodilla como la tenía después de Petra no pensaba ponerme a escalar eso. Ya os dije que el inglés no era su fuerte y como me reconoció mas tarde no me había entendido cuando se lo expliqué por la mañana, así que de broma nada, se había ido.
Buenoo, pues estábamos solos en el desierto y por supuesto, las mochilas con el agua y todo lo demás se habían quedado en el jeep. Baah, no pasa nada, Habis volverá cuando vea que no llegamos
¿Cuanto tiempo tardaría en darse cuenta de que no llegábamos si se había dormido? Porque ya habíamos visto su facilidad para quedarse frito ¿Y cuanto mediría de largo el cañón?
Le propuse a mi marido ir a buscar a algún pastor en vez de quedarnos justo donde estábamos. Nos entró la risa acordándonos de cuantas veces pensamos en el sofá viendo alguna película de miedo que los protagonistas lo empeoran todo haciendo tonterías: noooo, no entres en la casa, no bajes al sótano, pero, ¿por qué os separáiiiis??!!
Al fin llegó “nuestra salvación”
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Finalmente localizaron a Habis que apareció feliz como una perdiz.
Aún quedaban dos paradas muy bonitas: el Arco de Umm Fruth, que habréis visto muchas veces en fotos, y el sitio donde vimos atardecer.
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Mi marido y Habis subieron al arco y mi rodilla y yo nos quedamos mirando (si tenéis vértigo pensaros dos veces lo de subir, no tanto por cuando estéis arriba sino por la subida en sí).
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Después los tres fuimos a ver atardecer en lo alto de una montaña a la que subimos por otra gran duna de arena roja. Lástima que se nublara, porque incluso así...qué vista tan increíble, qué paz!! Fue otro de esos momentos que no olvidaremos nunca, no dejéis de ver un atardecer en Wadi Rum
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Nos fuimos al campamento y dejamos las mochilas en nuestra suite, que para una noche nos pareció más que suficiente
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Ya estaban allí las tres chicas que dormirían también en el campamento aquella noche, una alemana, una francesa y una peruana: Alexandra, Olivia y Anita. Llevaban cuatro días a caballo por el desierto montando las tiendas donde acababan cada día y su ducha eran cubos de agua fresquita, así que el campamento para ellas era un lujazo
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Nos acercamos a ver como iban los preparativos de la cena, que nos trajo muy buenos recuerdos de la cena con los maoríes porque también la cocinaron en un hoyo
No fue mansaf, pero estuvo riquísima. Qué buenos estaban el pollo, el cordero y las patatas. Había además muchos entrantes, ensaladas... Y por supuesto mucho té, yo pensaba que con todo el té que había bebido me iba a pasar la noche bailando delante de la tienda
Cenamos dentro de la tienda común porque cuando se puso el sol empezó a hacer algo de frío. Lo pasamos muy bien. Ellas habían traído cartas pero no llegamos a jugar, nos dieron las tantas charlando de nuestros viajes cerca del fuego. Habis y los demás beduinos nos enseñaron en sus móviles vídeos de carreras de camellos (¡nunca habría pensado que un camello puede correr tanto!
Cansados pero contentos nos levantamos para ir a dormir. Mi marido sacó de la sudadera por tercera vez a un ratón que llevaba acampando dentro toda la cena, dio igual que la cambiara de sitio varias veces, la pusiera donde la pusiera el ratón se metía dentro.
Al salir de la tienda nos quedamos sobrecogidos: me imaginaba que no se vería nada pero la luna estaba casi llena y el paisaje se veía mucho mejor de lo que yo pensaba...qué sensación estar allí de noche. Nos quedamos los dos un rato allí mirando, lástima que no haya fotos. Cuanto me alegro de no haberme perdido la experiencia
Alumbrándonos con la linterna nos arrebujamos en los sacos de dormir y nos echamos las mantas por encima. A media noche nos despertamos y abrimos una ventanita que había detrás de la cama a ver si veían más estrellas. No sabría deciros si había más o no, no teníamos puestas las lentillas ni las gafas ninguno de los dos y no hicimos mucho esfuerzo por buscarlas con el sueño que teníamos
Información Práctica:
Las excursiones en jeep y el alojamiento en Wadi Rum se pueden reservar por separado. Podéis reservar las excursiones cuando lleguéis en el centro de visitantes (las hay de distinta duración, desde varias horas a día completo) y si también queréis hacer noche, podéis reservar los campamentos a través de cualquier buscador de internet tipo booking como lo haríais con cualquier hotel.
La otra opción es reservarlo de forma conjunta como lo hicimos nosotros a través de alguna empresa que os lo gestione todo: recorrido, comidas y alojamiento. Nosotros lo hicimos con Jordan Tracks: jordantracks.com/ En nuestro caso también contratamos con ellos la recogida en Wadi Musa y un conductor que nos dejase la mañana siguiente en Aqaba. Las maletas las dejamos en su oficina.
Para los que queráis pasar más de un día, excursiones a caballo o incluso escalada también lo organizan.
Nos dijeron que lleváramos toalla y gel para la ducha y dinero en efectivo para pagar, en Rum pueblo no hay cajero automático. En teoría hay que pagar una tasa de 5 JOD por entrar en la reserva, pero no nos la cobraron.
No hace falta llevarse saco de dormir, en las tiendas hay sacos y mantas. Llevaros linterna, incluso aunque os toque luna casi llena como a nosotros y no os haga falta para ir al baño de noche, en la tienda la necesitaréis.