Mi marido prefirió no madrugar, así que yo cogí mis bártulos y empecé mi recorrido particular bien temprano. No muy lejos del hotel está la Casa Vicens de Gaudí, en la calle Carolines 24. Fui caminando hasta allí, disfrutando de una mañana de sábado muy agradable, con temperatura excelente y unas calles tranquilas y semidesiertas. Según subía por la Vía Augusta me saludó la imagen del Tibidabo completamente iluminado por el sol.
La Casa Vicens es un edificio muy colorista y curiosamente tiene la misma verja que el Parque Guell. Como no se puede visitar el interior, saqué unas fotos de la fachada y seguí camino.
Casa Vicens, de Gaudí. Calle Carolines, 24.
En la estación de metro de Fontana, cogí la L3 y fui directa a la estación de Liceu. En un santiamén estaba en las Ramblas. Como salí junto al mercado de la Boquería, aproveché para visitarlo cuando aún no había demasiada gente, lo que se agradece porque además del propio mercado, asentado entre soportales, vale la pena ver también las calles aledañas del Raval, que se aprecian mejor sin tanto gentío.
Desayuné en uno de los bares típicos mientras contemplaba crecer el ajetreo alrededor. En la misma Plaza de la Boquería, no hay que olvidarse de echar un vistazo al curioso dragón de la antigua fábrica de paraguas y al pavimento diseñado por Miró, que mucha gente pisa sin identificarlo.
A continuación empecé a recorrer el Barrio Gótico, según un itinerario que había preparado y que luego, naturalmente, no seguí pues me iba parando en multitud de sitios que me iban gustando según los veía. Al final, terminé pasando varias veces por los mismos lugares, como resulta inevitable dado el laberinto que representan los barrios medievales de las ciudades. Esto me suele gustar, aunque entonces no me resultó tan agradable por el enorme gentío que empezaba a abarrotar las estrechas calles en aquella mañana de sábado. Aunque prefiero la tranquilidad como es lógico, normalmente tampoco me molesta la gente, ya que por mucho que nos creamos especiales, todos somos turistas. Sin embargo, lo de algunas zonas de Barcelona a ciertas horas es algo exagerado: apenas te puedes mover, si bien es verdad que en los lugares menos renombrados apenas había nadie. Para no extenderme demasiado, voy a enumerar los lugares más destacados que fui visitando.
La Plaza Reial, donde los bares y restaurantes estaban empezando a montar las terrazas. Hay que fijarse en las farolas diseñadas por Gaudí… si el gentío lo permite.
La Catedral de Santa Eulalia. Aquí hay que tener muy presentes los horarios porque el acceso al claustro es gratuito antes de las 12:15 y después de las 17:30. De 1 a 17:00 cuesta 6 euros, pero incluye la subida al terrado, el Coro y el Museo. Se accede por el lateral, en la calle del Bisbe. En el patio del claustro gótico, dan la bienvenida las famosas 13 ocas blancas, tantas como los años que tenía Santa Eulalia cuando murió martirizada.
La catedral gótica se construyó entre los siglos XIII a XIV, en el mismo emplazamiento que habían ocupado construcciones religiosas románicas, visigodas y paleocristinas anteriores. No obstante, la impresionante fachada principal se terminó de construir en el siglo XIX.
A la salida, es muy recomendable visitar la Casa de L’Ardiaca, en la calle Santa Lucía núm. 1. Es gratis y desde la primera planta se tienen buenas vistas de la Catedral, el patio y de una parte de la antigua muralla. También hay que fijarse en el buzón modernista que está en la fachada junto a la entrada, con tres golondrinas y una tortuga, que fue realizado por Lluis Domenech i Montaner en 1902, por encargo del Colegio de Abogados de Barcelona que se instaló allí en 1895. En la actualidad este edificio es la sede del Archivo Histórico de la Ciudad de Barcelona. Las golondrinas se refieren a lo alto que vuela la justicia, la hiedra a los enredos burocráticos y la tortuga a lo lento que camina la justicia.
Según se sale de la Casa de L’Ardiaca, a la derecha, se toma la calle del Bisbe y, enseguida, se gira todo a la derecha por una calleja muy estrecha, normalmente vacía porque parece que no conduce a ninguna parte; sin embargo, desemboca en la encantadora Plaza de San Felipe Neri, donde se respira una paz inconcebible en comparación con el bullicio de las calles aledañas. Hay una curisodad respecto a esta plaza y es que la fuente está incompleta, ya que en su parte alta tenía la escultura de un estudiante, que fue robada y nunca se recuperó. La fachada de la iglesia presenta muchos agujeros, consecuencia de los bombardeos de 1938, en los que murieron 20 niños. Completamente recomendable visitar esta plaza.
Plaza de San Felipe Neri.
A continuación, fui a ver las columnas del Templo Romano, que están en el interior de un edificio de la Calle Paradís. La ubicación actual responde al lugar donde, al parecer, estaba situado originariamente. Hay controversia sobre a quien estaba dedicado, se pensaba que era a Hércules, pero estudios posteriores han demostrado que se trataba de Augusto. Extrañamente, no mucha gente visita este lugar.
Templo romano en la calle Paradís.
Después me acerqué a la plaza del Rei, que es realmente muy bonita. Conserva edificios medievales tan señalados como el Palau Reial Major (Palacio Real), la capilla real de Santa Ágata, el Mirador del Rei Martí y el Palau del Lloctinent, antigua sede de la inquisición que hoy alberga el Archivo de la Corona de Aragón.
Plaza del Rei.
Esta plaza está siempre muy concurrida, con un gran gentío que va y viene. También se encuentra allí la escultura de Topos V, de Chillida, un curioso contrapunto de modernidad en hierro. No son muchos los que se animan (quizás porque no lo saben) a visitar los restos arqueológicos de la ciudad romana de Barcino, que se hayan bajo la misma plaza, y que constituye una parte del Museo de Historia de la Ciudad o MUHBA. La entrada cuesta 7 euros con audioguía e incluye varios lugares arqueológicos en el mismo ticket. Además de la tranquilidad que se respira en el subsuelo, me pareció realmente interesante contemplar los restos de lo que fue la Barcelona romana: como dice el folleto explicativo, cuando bajas en el ascensor, has dejado Barcelona para sumergirte en Barcino.
Restos arqueológicos de Barcino en el MUHBA.
De paso por aquí y por allá, volví a la Plaza de San Jaume y a la calle Ferrán, la manera más rápida para orientarse en el Barrio Gótico. Ya sé que hay formas mejores, pero siempre terminaba saliendo allí.
Ayuntamiento de Barcelona.
Bonitas farolas en la calle Ferrán.
Imágenes del Barrio Gótico.
Bonitas farolas en la calle Ferrán.
Imágenes del Barrio Gótico.
Una de los detalles que más me llamó la atención fueron los edificios con esgrafiados que fui descubriendo en mis paseos. Esta técnica para embellecer las fachadas tuvo su apogeo en Barcelona entre 1760 y 1810 y consiste en realizar dibujos con arena de playa sobre un estuco para que la capa inferior muestre un color diferente a la superior, como una especie de mezcla entre pintura y escultura. En el número 4 de la Plaza del Pi se encuentra, según he leído, el edificio con los esgrafiados más antiguos de la ciudad.
Este otro está en la Vía Layetana, junto al Palau de la Música Catalana.
La siguiente parada fue en la Iglesia de Santa María del Pi, iglesia gótica coronada por un espectacular rosetón de 10 metros de diámetro, que tiene una curiosa historia, ya que el original se derrumbó en 1428 a causa de un terremoto.
Tenía reserva para una visita guiada, que incluía el campanario y los terrados. Hace poco que se realiza esta visita, cuya recaudación se emplea para mantenimiento. Cuesta 12 euros, y dura una hora y media aproximadamente. La guía nos fue contando la agitada historia de la iglesia mientras ascendíamos los 260 escalones del estrecho pasadizo interior de la torre. Las vistas de Barcelona en 360 grados desde el campanario y, más arriba, desde la azotea son realmente espectaculares. Desde aquí se reconocen buena parte de los lugares y edificios más destacados de la ciudad. Soy una entusiasta de las vistas panorámicas, así que ni que decir tiene que me gustó mucho la visita.
Al salir me reuní con mi marido, pasamos por la Plaza de Ramón Berenguer y subiendo la Vía Layetana llegamos a la calle del Palau de la Música, para hacer nuestra última visita de la mañana: el Palau de la Música Catalana, obra del arquitecto Lluis Domenech i Montaner, una joya de la arquitectura modernista realmente impresionante, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. El exterior ya es espectacular. y si no se quiere pagar la entrada, se puede entrar a la zona de taquillas y echar un vistazo.
Para acceder al interior hay que reservar una visita guiada (18 euros la entrada general). Realmente merece muchísimo la pena ver el vestíbulo, con el balcón de doble columnata, el gran órgano que preside el escenario, rodeado por las figuras de las musas con sus instrumentos, el techo del que surgen las valquirias de Wagner, y el patio de butacas desde el que pueden apreciarse cientos de grupos esculturales y elementos de la naturaleza, como flores, palmeras, frutos, hojas, etc. Un derroche de luz y color. Se puede también oír la acústica y acceder a la zona superior, desde donde se contempla el conjunto en todo su esplendor.
Supongo que lo ideal sería asistir a un concierto, preferentemente a medio día, tal como nos indicó la guía, ya que la luz penetra por las cristaleras realzando la magnífica decoración en la que destaca el maravilloso lucernario central que representa al sol.
La verdad es que me gustó mucho la visita. La recomiendo.
Había llegado la hora de comer y fuimos al barrio del Born. Por la tarde continuaría nuestro intenso recorrido por Barcelona.