Esta mañana he salido a conocer la ciudad. Nada que ver con la tranquilidad de la noche anterior. La calle de mi alojamiento es relativamente tranquila pero al llegar al centro todo cambia. Me recuerda a Puerto Plata, en República Dominicana. Un ir y venir de motos, coches, 4x4 y gente, mucha gente. Me paro a desayunar en una pastelería con terraza. Estar dentro de cualquier local aquí es morir de calor así que la terraza me parece una buena opción. Se llama "Padaria Manuel Bernardo" junto a la Gelatería "Gelidoxi" Allí me dispongo a desayunar mientras me adapto al ritmo "leve leve" del país que, desde luego por lo que veo, de "leve" no parece tener mucho pues las motos y coches van a toda pastilla.
Tras desayunar (dos cruasanes, un café y un zumo de brik, 3eur) me he ido a dar un paseo por la ciudad y he disfrutado mucho de perderme por las calles de Sao Tomé. No tenía plano así que iba de un lado a otro. Primero voy hacia el mercado pero hay tal caos y tantísima gente que decido dejarlo para cuando esté más experimentada en la ciudad y se me quite un poco el "miedillo" que siento. Voy hacia la iglesia de la Concepción donde tienen un cartel que dice "compartiremos con los más pobres lo que somos y lo que tenemos" y pienso "en Europa no sabemos mucho de esto"


La iglesia es sencilla y junto a ella hay una gran mole de hormigón que será en un futuro un gran centro comercial. Cuando paso por delante me llega una oleada de besos de lejos y oigo "schhh schhh belleza, tudo bem?" Los saotomenses son muy piropeadores por lo que veo. Y una blanca caminando "sozinha" tiene piropos garantizados por doquier.
De allí fui hacia la plaza de la independencia y hacia la catedral, que me encuentro cerrada. Es muy sobria, colonial y blanca.

Lo de verla por dentro tendrá que ser para otra ocasión. Justo en frente, de color salmón, está el palacio presidencial, como la Moncloa pero en colonial y pequeñito. Dos guardias con cara seria en la entrada y sus puertas cerradas me indican que no se puede visitar.

Continúo por la avenida de la independencia y llego a la plaza de la cultura. Es la hora de salida de los colegios y me sorprende la cantidad de niños y jóvenes que hay. Es una riada que me va envolviendo y que va en sentido contrario al mío. Algunos críos me miran con cara de extrañeza, sobre todo los más pequeños y muchos de ellos sonríen y me dicen "olá"

He de decir que hasta el momento y a pesar de la pobreza del país nadie me ha pedido nada, ni niños ni adultos. Imagino que será por el poco turismo que aun viene por aquí pero nada que ver con otros lugares donde se hace un agobio salir a pasear.
En la plaza de la cultura veo el Parque Popular. Ayer como era de noche y me dejaba guiar por el alemán ni me di cuenta de dónde era.

Paso a verlo de día y me paro a tomar una cerveza en un bar que se llama Leo. Este parque tiene varios bares pequeños y a esta hora está animado. En el de Leo veo que hay varios expatriados y cooperantes comiendo. Una chica portuguesa que está comiendo calulú, comida típica, me anima a probarlo...pero no tengo suficiente hambre aun para experimentar. Me cuenta que es amiga de la cónsul honoraria de España en Sao Tomé y no puedo evitar pensar qué pinta un consulado español aquí.

Después de mi cerveza criolla salgo del parque y de frente veo la biblioteca nacional. Entro a echar un vistazo y veo que tienen un surtido decente de libros y buenas salas de lectura e internet. Y no puedo evitar recordar cómo hace poco Caja Madrid cerro la biblioteca de mi barrio y de tantos otros.
De ahí me voy hacia el malecón para ir hacia el puerto y allí, oh sorpresa, encuentro el consulado español. Está en el mismo edificio que Cruz Roja. Mayte, la cónsul honoraria está en el primer piso y comparte despacho con una encantadora chica checa que es de otra empresa, nada que ver con el consulado, comparten la sala como buenas compañeras. Ella me cuenta que la cónsul ha salido y que pase mañana, que seguro que se alegra de saludar a una turista de su tierra. Tras charlar con la muchacha sobre lo bonito que es Praga, sigo camino.

Un poco más adelante del puerto está el Museo Nacional, un pequeño fuerte con varias salas y una ancianita que te narra cómo era la vida en las roças, antiguas plantaciones de cacao y café donde existía patrón y esclavitud. La visita es muy recomendable y la entrada solo cuesta 2 eur.
Después de esto regreso a mi alojamiento y hasta el momento apenas me he cruzado con tres o cuatro turistas. Y nadie me ha pedido nada, ni me he sentido insegura en ningún momento a pesar de mis nervios iniciales por ir sola por un país del que apenas tenía información. Me pregunto cuánto durará esta tranquilidad. Me inquieta que la chica checa me contó que era un país muy seguro pero que ya se había reportado algún que otro robo a turistas.
Cuando llego al hotel me doy cuenta de que llevo casi 24h sin comer nada